Guillermo Aristiguieta.
Las palabras de Rodolfo continuaban haciendo eco en mi cabeza, ¿Dios mío sería verdad que Estefanía y Adrián son hermanos? ¿Sería aquello posible o era una estrategia de Rodolfo para separar a su hijo de Estefanía? Seguí cabalgando por los límites de mi hacienda con la vista fija en dirección hacia la finca de los Álamos. No podía evitar quererla ¿Debía hacerme ilusiones? ¿Realmente me atrevería a soñar nuevamente con poseer su amor? Mis preguntas fueron respondidas, cuándo recordé la promesa que le había hecho a Adrián; aun así, si era cierto lo que me decía Rodolfo, entonces yo tenía que hablar seriamente con Adrián y no dudaría en decirle de frente que lucharía por el amor de Estefanía, de la misma manera que él me lo di
—¡Dios mío! ¿Quién soy yo? —Grité—. ¿Qué quieren de mí? —Continué, mientras el dolor de mi alma y de las marcas crecían, sentí como si me faltara el aire. Abrí los ojos de repente para verme nuevamente en la bodega, yo estaba tirado en el piso y un olor a humo me asfixiaba. Me levanté rápidamente.—¡Esto está en llama! —parte de la bodega ardía. Con escepticismo me di cuenta de que la mesa ya casi estaba convertida en cenizas, la silla no existía.—¡El patroncito está ahí! —escuché vociferar desde afuera; otros gritaban mi nombre. Entonces escuché a Pablo llamándome y quejándose por haberme dejado solo —¡Voy a entrar! —dijo luego, sin embargo, yo no podía permitirlo, aquello era peligroso. Exper
No pasaron ni cinco minutos en que la puerta de mi alcoba volvió a sonar, al parecer aquella noche no me dejarían escribir la carta en paz, esta vez el propio Rodolfo era quien tocaba.—Me dijeron que te sentías indispuesta —se veía preocupado, pero también solo.—Tengo un poco de jaqueca.—Quería que me acompañaras a cenar, últimamente lo he hecho en soledad. Elizabeth parece haber convertido nuestra alcoba en su fortaleza y sale solo cuando es necesario; no la culpo, luego de lo del esclavo todos quedaron aterrados. Sin mencionar las historias que corren en el pueblo en torno a la finca.—No solo su esposa quedó nerviosa.—En fin, acepta mi invitación a cenar, te caería bien una sopa y me harías compañía; tu presencia me recuerda a mi madre —no puede evitar negarme, también era una muy buena oportunida
Dos días después.Libia había mostrado satisfacción por el hecho de que hubiera aceptado pasar unos días en su casa; ella, al igual que mi madrina, había quedado viuda y sus dos hijos ya no vivían en su casa; después de haberse casado se marcharon a otras tierras; ellos visitaban a su madre en épocas festivas o mandaban por ella. Sin embargo, doña Libia se negó a dejar definitivamente su casa y sus tierras, ahí había sido muy feliz, al igual que mi madrina que jamás quiso volver a España; por otro lado, Libia estaba rodeada de sirvientes fieles, al igual que lo había estado mi madrina. El propio Rodolfo me había llevado a la casa de Libia; Elizabeth no pudo ocultar su satisfacción, pero aquella sonrisa se borró cuando Rodolfo aclaró que mi partida sería únicamente por unos días y q
—Libia, yo necesito hacerte una pregunta muy sería antes de continuar con esta plática, y solo Dios sabe cuánto lo he pensado para formulártela, pero no sé a quién más recurrir.—Hazla muchacha —tomé una bocanada de aire.—He llegado a suponer que una de las causas de la negativa de Rodolfo es debido a que yo soy más que una ahijada —quedé en súbito silencio.—Explícate muchacha —su voz era apremiante.—He llegado a pensar que en mí corre sangre Álamo… —la mujer me miraba sin parpadear—. No obstante, luego viene la duda al recordar que mi madrina me dio su bendición en su lecho de muerte para que me casara con Adrián… ¡Oh Libia estoy tan turbada! Por un lado, creo que hay muchos motivos para creerlo y por otro pienso que mi madrina no sabía lo que decía
Hablar con Libia me había hecho un profundo bien. Ya me encontraba instalada en la habitación que ella dispuso para mí y realmente me sentía muy cansada, últimamente había estado sufriendo de insomnio, así que apenas mi cabeza tocó la almohada, caí en un profundo sueño, no obstante, y a pesar de mi agotamiento no me pude escapar de la visión dentro del sueño. Vi la hacienda «El Renacer» aunque jamás la había visto tan de cerca, sabía que aquellos extensos bosques eran de la propiedad. Empecé a caminar perdida en mis pensamientos hasta que sin darme cuenta llegué a los sembradíos de café; a lo lejos podía ver las altas torres que sobresalían de aquella mansión con forma de castillo. Me parecía extraordinario como yo sabía a dónde guiarme, hasta que la presencia de una persona frustró mi inspección. La figura de un hombre alto fue apareciendo ante mí; al principio aquella persona se ocultaba entre los cafetales; temí que se tratase de aquel demonio que últimamente sé me aparecía en sue
Hacienda Los Álamos. Y dime, ¿aún no has podido dar con el diario de tu padre? —Preguntó el sacerdote al Rodolfo, con la esperanza de que el hombre contestara con una afirmación. —No padre, y créame qué he buscado. —Deberás esforzarte más. —¡Todo esto me tiene tan enfermo! Me siento como el dueño de la hacienda el Renacer, al hombre le han inventado tantas historias… y ahora cuándo voy al pueblo todos me miran y murmuran; hasta he llegado a oír que es mi padre el que mató al esclavo y que volvió desde el más allá convertido en un gran perro, un lobo sediento de almas humanas ¿Puede considerar eso padre Arístides? ¡Hasta dónde llega la ignorancia humana!… He querido entender de donde ha salido esa conclusión ¡Mi padre no era un mal hombre!, pero según ellos, mi progenitor no quería morir; recuerdo que cuando iba a ser enterrado, a la urna se le partió una de las pestañas donde iban las sogas que lo bajaban y al hacerlo esta cayó de golpe hasta el fondo del hueco; fue tan fuerte el
El viento se apaciguó, Rodolfo se tumbó en su sillón y pasó sus manos por la sien, el padre lo contempló. —Rodolfo debes ser sincero conmigo —él subió el rostro. —Dime, ¿alguno de tus dos hijos presenta esta marca? —Rodolfo suspiró. —Ninguno de los dos —declaró sin titubear. —¿Estás seguro hijo mío? —Sí padre —Rodolfo lamentó recurrir al engaño, pero debía averiguar cómo funcionaba aquello; por otro lado, tenía las manos atadas, los Álamos se habían extinguido; su tío abuelo Diego no había dejado descendiente luego de que muriese su primogénito al nacer que llevaba por nombre Abel; luego su esposa no había podido concebir más y Julio Cesar había tenido a tres hijos, lue
Adrián. ¡Ya está volviendo en sí! —Escuché decir a una voz lejana, aquel murmullo me lastimaba los oídos.—¡Gracias a Dios! —exclamaba otra; luego, poco a poco, sentí la familiaridad de aquellas voces, era la voz de Pablo y Anhia.—Dile a mi madre que Adrián ya está recuperando el conocimiento para que se calme, yo necesito hablar a solas con él. —ordenó Pablo a su mujer; entretanto mi visión aún era defectuosa y un dolor de cabeza insoportable me poseía ¿Dónde había estado? ¿Qué me había sucedido? Estefanía… fue la primera persona en la que pensé apenas abrí los ojos.—Debo volver —declaré apenas pude hablar. Pablo me ayudó a sentarme en la cama.—Mejor recupérate primero —su voz era seria, confirmándome que algo grave había sucedido. —¿Cuánto tiempo llevo dormido? —Cuatro días.—¡Cuatro días! —exclamé—. ¿Por qué permitiste que durmiera tanto tiempo?—Traté de despertarte, y no pude…, tú no reaccionabas; sabía que vivías porque respirabas —su voz era tensa.—¿Qué sucede Pablo