REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 8. Dos acostumbrados a ganarChristian no aparta la mano de mi brazo por encima de su pañuelo. No ejerce presión, no me retiene… solo me cubre. Como si supiera que necesito ese pequeño escudo para no volver a derrumbarme.Mi corazón late rápido, demasiado rápido, y de repente ya no es por miedo, no es por dolor, ni estrés ni ansiedad… Es por él.Lo observo mientras saca el teléfono del bolsillo y envía un mensaje con movimientos precisos y seguros. No sé qué escribe pero en el tope de la pantalla táctil se ve el nombre del contacto “Asistente”.Luego, sin soltarme, marca ese mismo número y se lo lleva al oído.—Te mandé la lista de lo que necesito. Tienes cinco minutos —dice con voz firme, sin necesidad de dar más explicaciones.Cuelga sin esperar respuesta y en el fondo del salón una mujer se apresura hacia el ascensor. Entonces, sus ojos claros vuelven a mí.—Todo estará solucionado en cinco minutos, te lo aseguro —dice con una sonrisa suave y como si supier
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 9. Un espía cas/zadoEstoy sentada en el sofá de mi departamento, con un vaso de whisky en la mano y la mirada perdida en la ciudad iluminada a través del ventanal.Regina está dormida, obviamente porque la obligué a dormir. Sin que se diera cuenta puse algo en su bebida. Algo suave, sin efectos secundarios, solo lo suficiente para hacerla descansar unas horas sin que su mente la torture con pensamientos obsesivos.Tal vez no es la mejor forma de ayudarla, pero lo hice porque sé lo que es eso; porque recuerdo cuando ellas hicieron lo mismo por mí.Ruby y Regina intentaron arrancarme de la depresión, sacarme de esa espiral oscura en la que caí cuando lo perdí todo. Me obligaron a comer, a salir, a respirar. Me obligaron a trabajar, a estudiar, y Ruby destrozó con su bat3 el auto de la psicóloga estúpida que me dijo que solo entregué a mi hija porque no la quería, porque siempre hay opciones.En fin, ellas me arrastraron fuera del agujero en el que me estaba ent
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 10. Un hombre impresionado.Lo veo acariciarse el labio inferior con la lengua mientras se cruza de brazos y da un nuevo paso hacia mí. Es sexy el idiota, no se puede negar, pero si esa cara de niño sexy le ha conseguido algo antes, entonces es una pena que se tropezara con la mujer que está acostumbrada a conseguir exactamente lo mismo de la misma forma. Así que puede exudar masculinidad, que a mí eso no me inmuta.…creo.—¿Y cómo sabes exactamente que no soy casado? —me increpa—. ¿Me investigaste?La voz de Christian suena tranquila, pero hay algo de incredulidad en su tono.—Mi trabajo es saber cosas, señor St Jhon. Si le sirve de consuelo usted no tiene nada de especial. Yo investigo a todo el mundo —le digo con naturalidad y sé que es un golpe para su ego, porque por supuesto que el niño lindo se cree el más especial del mundo.Él entrecierra los ojos, como si intentara descifrar hasta qué punto llegué con mi información, pero no le doy el gusto de explic
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 11. Un momento distinto.Nos llevan a nuestra mesa, cerca de unos grandes ventanales desde los que se puede ver la ciudad. No sé ni qué es este sitio, nunca había estado aquí, pero parece uno de esos sitios de lujo siempre abierto para cuando algún magnate lo necesite.Christian me observa con esa mirada llena de curiosidad, con ese aire de hombre que cree que puede leer a las personas como si fueran un libro abierto. Me pone un poco nerviosa, no puedo negarlo, pero no lo suficiente como para apartar la vista.—Déjame hacerte un regalo de cumpleaños, ahora en serio —dice con calma, como si no esperara que me negara, pero se equivoca.Cruzo las piernas y lo miro fijamente.—No. No tenemos la confianza suficiente como para que me haga regalos costosos y comprometedores, señor St Jhon —murmuro y una parte es provocación y otra sinceridad.Christian sonríe, pero no parece sorprendido por mi respuesta. Al final no me equivoqué al juzgarlo, este es de lo que logra l
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 12. Un caballero sureño.El viento frío de la noche se cuela por mi chaqueta, pero no lo siento del todo. Aún estoy sentada en el balcón, con la mirada perdida en la ciudad que se extiende ante mí, parpadeando con luces doradas y rojas. No sé cuánto tiempo pasa antes de que sienta su presencia de nuevo.Christian está apoyado en el marco de la puerta, observándome con una expresión que no logro descifrar.—Es tarde —dice, con voz baja, y sé que cuando lo miro ya no estoy llorando.—Lo sé.Él se acerca un poco más, como si dudara si invadir mi espacio o no, y termina agachándose frente a mí.—Vamos, te llevaré a casa —me dice y yo niego.—No es necesario. Vengo en mi propio auto ¿recuerdas? Además soy una chica grande, estoy acostumbrada a salir a horas intempestivas, nada me va a pasar —replico y él niega como si mis palabras fueran irrelevantes.—Eso lo sé. —Levanta una ceja, con esa calma suya que me saca de quicio y me atrae a partes iguales—. Pero por desg
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 13. Hay más caridad en una serpienteLa pregunta hace que el nudo en mi garganta se haga aun mayor, y eso confirma mis sospechas de ayer: sí revisó el sobre o al menos lo vio.—No. —Mi respuesta es firme, sin titubeos.Christian no parpadea; me sostiene la mirada y es demasiado evidente que no me ha creído nada. Sus ojos claros parecen analizarme, leerme, escudriñar cada milímetro de mi rostro en busca de una grieta. Pero no la encontrará. No en mí.—Entonces explícame por qué financias un seguro médico que no existe —reclama y yo achico los ojos.—¿Me estuviste investigando? —pregunto porque necesito saber si fue más allá. No puedo permitir que haya nadie, ¡absolutamente nadie inmiscuido en este asunto.Christian se mete las manos en los bolsillos y termina negando.—No, solo revisé lo que dejaste en tu gaveta.—Un muy mal hábito que tienes que perder si quieres hacer negocios conmigo —replico dándole la vuelta al escritorio y apoyando el trasero en el borde.
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 14. Medias horas de placerLas palabras salen de mi boca sin que pueda evitarlo. Es cierto que me tiene estudiada, pero no es el único que ha aprendido a evaluar quien tiene enfrente.—¿Medias horas de placer? ¿Eso es todo lo que aguanta, señor St Jhon? —pregunto mirándolo a los ojos y veo cómo se pone colorado y abre la boca para responderme, pero no le doy tiempo.Me levanto de mi silla y camino alrededor de mi escritorio para quedar frente a él, mientras acaricio su corbata con un gesto sugerente.—Porque si es así, me parece que el problema aquí no es financiero. —Me mira con una mezcla de furia y algo más que no puede disimular, pero eso solo me hace sentir más en control. Él puede creerse un rey, pero hasta los reyes tienen puntos débiles—. Yo no te obligué a invertir, estúpido malcriado —siseo y sus pupilas se dilatan—. Tú cruzaste esa puerta. Tú viniste aquí. Tú ofertaste lo que quisiste y solito te pusiste la soga al cuello. Pero si lo que estabas bus
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 15. Esto entre los dosMe encantan esas palabras, ni siquiera puedo negarlo. ¿Opciones? ¿Este niño malcriado que se cree el último oasis del desierto viene y me dice que si tiene opciones, después del espectáculo donde me ha dicho que me cobrará su dinero como sea?La atmósfera se vuelve densa, y el error de Christian St Jhon es pensar que este es mi primer rodeo, así que mi respuesta es corta, precisa y casi encantadora mientras me inclino hacia él.—Si no te gustan esas opciones, siempre puedo firmarte un cheque por tus veinte millones y te largas de mi maldit@ empresa ahora mismo —sentencio y veo a Regina salir de aquí demasiado rápido. Christian me sostiene la mirada por un segundo. Solo un segundo, antes de caminar hacia la puerta y creo que se irá... y ese es mi error.Pasa el seguro tan rápido que apenas tengo tiempo de reaccionar y cuando camina de vuelta a mí me sobresalto… muy tarde. Las luces de la oficina proyectan sombras largas sobre su rostro,