REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 5. Un propósito para tres.El agua caliente golpea mi espalda, pero no me reconforta. Cierro los ojos y apoyo la frente contra el cristal frío de la ducha, dejando que el agua caiga sobre mi rostro. Quisiera que pudiera lavar todo esto, arrancar el dolor, el vacío, la sensación de que me falta algo vital.Pero nada cambia. Ruby tiene razón, este veneno no se irá nunca.El pecho me duele de tanto llorar, la garganta me arde. Quiero gritar, quiero desaparecer. Respiro hondo y apago el agua. Mis dedos tiemblan cuando los paso por mi piel, tratando de encontrarme a mí misma en este cuerpo que de repente me resulta ajeno. Me miro al espejo. Ojos hinchados, ojeras profundas. Me veo tan frágil. Tan… patética.Suelto un resoplido y salgo envuelta en una toalla, hasta que veo una muda de ropa limpia en la cama del camarote.—¡Vero, ven! —La voz de Regina me llama desde la otra habitación.No quiero. No quiero salir, no quiero hablar, no quiero ver a nadie. Pero lo hago
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 6. Una fachadaDoce años. Ya han pasado doce años.Es curioso cómo la vida te cambia, cómo los días se convierten en años y, de repente, miras atrás y te das cuenta de que no eres ni la sombra de la niña que fuiste.Apoyo el codo sobre el escritorio y miro a través del ventanal. La vista es impresionante: la ciudad se extiende ante mí como un tablero de ajedrez, con luces que parpadean como estrellas artificiales. Desde aquí, todo parece perfecto, ordenado, bajo control.Pero por dentro, no siento nada. La gente dice que el tiempo lo cura todo, que todo se supera, pero no es cierto.Paso las páginas de los documentos frente a mí. La transacción está casi lista, solo falta la firma de Ruby. Apoyo la espalda en la silla y respiro hondo, pensando en cómo llegué aquí:Realmente logré estudiar en una universidad de la Ivy League, tengo un título en Derecho que me abre todas las puertas que quiera. Tuve un mentor que me pasó su amor por el Derecho Corporativo, y me
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 7. Mírame a míEl tipo me suelta de golpe y retrocede un paso, tratando de agarrarse la muñeca con una mueca de dolor, pero Christian no lo suelta. Sus nudillos están blancos y yo solo puedo imaginarme qué ejercicio hace con esa mano como para que pueda ejercer semejante presión. Es un condenado panda, nadie imaginaría que puede matarte con esa carita preciosa.—Pídele disculpas a la señorita —escupe con una voz firme y llena de rabia controlada.Levanto la vista y lo observo sin disimularlo. Es alto, cabello claro peinado con algunas ondas, bien vestido y con esa clase de aura que hace que los demás quieran complacerlo sin pensarlo dos veces.El tipo titubea, lanzándome una mirada cargada de rabia y resentimiento, pero yo me adelanto antes de que abra la boca.—No quiero disculpas. —Cruzo los brazos y le sostengo la mirada—. Me conformo con saber que el mejor trabajo que conseguirá a partir de ahora será limpiando baños en un centro comercial.La mandíbula de
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 8. Dos acostumbrados a ganarChristian no aparta la mano de mi brazo por encima de su pañuelo. No ejerce presión, no me retiene… solo me cubre. Como si supiera que necesito ese pequeño escudo para no volver a derrumbarme.Mi corazón late rápido, demasiado rápido, y de repente ya no es por miedo, no es por dolor, ni estrés ni ansiedad… Es por él.Lo observo mientras saca el teléfono del bolsillo y envía un mensaje con movimientos precisos y seguros. No sé qué escribe pero en el tope de la pantalla táctil se ve el nombre del contacto “Asistente”.Luego, sin soltarme, marca ese mismo número y se lo lleva al oído.—Te mandé la lista de lo que necesito. Tienes cinco minutos —dice con voz firme, sin necesidad de dar más explicaciones.Cuelga sin esperar respuesta y en el fondo del salón una mujer se apresura hacia el ascensor. Entonces, sus ojos claros vuelven a mí.—Todo estará solucionado en cinco minutos, te lo aseguro —dice con una sonrisa suave y como si supier
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 9. Un espía cas/zadoEstoy sentada en el sofá de mi departamento, con un vaso de whisky en la mano y la mirada perdida en la ciudad iluminada a través del ventanal.Regina está dormida, obviamente porque la obligué a dormir. Sin que se diera cuenta puse algo en su bebida. Algo suave, sin efectos secundarios, solo lo suficiente para hacerla descansar unas horas sin que su mente la torture con pensamientos obsesivos.Tal vez no es la mejor forma de ayudarla, pero lo hice porque sé lo que es eso; porque recuerdo cuando ellas hicieron lo mismo por mí.Ruby y Regina intentaron arrancarme de la depresión, sacarme de esa espiral oscura en la que caí cuando lo perdí todo. Me obligaron a comer, a salir, a respirar. Me obligaron a trabajar, a estudiar, y Ruby destrozó con su bat3 el auto de la psicóloga estúpida que me dijo que solo entregué a mi hija porque no la quería, porque siempre hay opciones.En fin, ellas me arrastraron fuera del agujero en el que me estaba ent
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 10. Un hombre impresionado.Lo veo acariciarse el labio inferior con la lengua mientras se cruza de brazos y da un nuevo paso hacia mí. Es sexy el idiota, no se puede negar, pero si esa cara de niño sexy le ha conseguido algo antes, entonces es una pena que se tropezara con la mujer que está acostumbrada a conseguir exactamente lo mismo de la misma forma. Así que puede exudar masculinidad, que a mí eso no me inmuta.…creo.—¿Y cómo sabes exactamente que no soy casado? —me increpa—. ¿Me investigaste?La voz de Christian suena tranquila, pero hay algo de incredulidad en su tono.—Mi trabajo es saber cosas, señor St Jhon. Si le sirve de consuelo usted no tiene nada de especial. Yo investigo a todo el mundo —le digo con naturalidad y sé que es un golpe para su ego, porque por supuesto que el niño lindo se cree el más especial del mundo.Él entrecierra los ojos, como si intentara descifrar hasta qué punto llegué con mi información, pero no le doy el gusto de explic
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 11. Un momento distinto.Nos llevan a nuestra mesa, cerca de unos grandes ventanales desde los que se puede ver la ciudad. No sé ni qué es este sitio, nunca había estado aquí, pero parece uno de esos sitios de lujo siempre abierto para cuando algún magnate lo necesite.Christian me observa con esa mirada llena de curiosidad, con ese aire de hombre que cree que puede leer a las personas como si fueran un libro abierto. Me pone un poco nerviosa, no puedo negarlo, pero no lo suficiente como para apartar la vista.—Déjame hacerte un regalo de cumpleaños, ahora en serio —dice con calma, como si no esperara que me negara, pero se equivoca.Cruzo las piernas y lo miro fijamente.—No. No tenemos la confianza suficiente como para que me haga regalos costosos y comprometedores, señor St Jhon —murmuro y una parte es provocación y otra sinceridad.Christian sonríe, pero no parece sorprendido por mi respuesta. Al final no me equivoqué al juzgarlo, este es de lo que logra l
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 12. Un caballero sureño.El viento frío de la noche se cuela por mi chaqueta, pero no lo siento del todo. Aún estoy sentada en el balcón, con la mirada perdida en la ciudad que se extiende ante mí, parpadeando con luces doradas y rojas. No sé cuánto tiempo pasa antes de que sienta su presencia de nuevo.Christian está apoyado en el marco de la puerta, observándome con una expresión que no logro descifrar.—Es tarde —dice, con voz baja, y sé que cuando lo miro ya no estoy llorando.—Lo sé.Él se acerca un poco más, como si dudara si invadir mi espacio o no, y termina agachándose frente a mí.—Vamos, te llevaré a casa —me dice y yo niego.—No es necesario. Vengo en mi propio auto ¿recuerdas? Además soy una chica grande, estoy acostumbrada a salir a horas intempestivas, nada me va a pasar —replico y él niega como si mis palabras fueran irrelevantes.—Eso lo sé. —Levanta una ceja, con esa calma suya que me saca de quicio y me atrae a partes iguales—. Pero por desg