REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 21. Una madre y su hijaLloro porque lo necesito, porque si no lo hago siento que voy a morirme de una vez. He tenido este dolor atorado por tantos años que ya no sé cómo calmarlo, como si me hubiera hecho resistente al alivio. Pero ella estuvo aquí, me vio, me habló… y yo sigo viéndola como si tuviera todavía tres meses y me la estuvieran arrancando los brazos.Christian me envuelve en un abrazo apretado y me deja llorar, no sé cuánto tiempo, solo que para cuando volvemos adentro mi cuerpo se siente como si estuviera en inercia: existiendo porque debe.Esperamos dos horas más para que nos den un nuevo reporte de Ruby, Regina y Viggo ya están aquí de nuevo y por suerte los resultados son mejores que la última vez.Dejo a todos conversando sobre el alivio que representa esto, y espero a que estén ocupados para escabullirme de la salita de espera.No puedo evitarlo, mis pasos se dirigen al ala de oncología del hospital, y busco con la mirada en casa pequeña habi
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 22. La mejor madre del mundoEstoy sentada en el sillón junto a Christian, con el vaso de whisky que ha puesto entre mis manos. No me gustan este tipo de conversaciones, las que nos llevan a territorios que preferiría dejar olvidados, pero algo en su mirada me hace sentir que ya no hay vuelta atrás; como si me estuviera obligando a abrir una caja que ni siquiera yo me atreví a tocar en años.—¿Cómo te diste cuenta? —le pregunto, aunque ya sé que la respuesta no va a ser sencilla.Christian deja el vaso sobre la mesa de vidrio con una suavidad extraña, como si no quisiera romper algo. Después me mira, y sus ojos parecen profundos, demasiado analíticos.—Mi éxito depende de eso, Verónica —responde, como si fuera lo más obvio del mundo—. Dependo de poder evaluar a las personas y soy bastante bueno leyendo entre líneas.Su tono es serio, casi desapasionado, pero lo que dice tiene sentido. Tiene mucho sentido.—Una mujer fría y dura como tú no se pondría mal por ve
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 23. Lo tomas o lo dejasChristian me observa, sus ojos profundos están clavados en mí, buscando algo que yo no quiero ofrecer. Su pregunta flota en el aire, como un peso que no puedo soltar, pero entiendo que necesita llevar su curiosidad hasta el final.—¿Idris Kane… es el padre de Alma? —me increpa y no sé por qué me sorprende, si ya sabía que tarde o temprano llegaría a esa pregunta.Me acostumbré a las especulaciones sobre él desde la universidad. Fue mi mentor, mi maestro, mi amigo, el hombre que me ayudó a encontrara mi hija… pero para el resto del mundo era emérito profesor del que era la amante.—Ojalá —respondo sin pensar, y es la verdad. Si Kane hubiera sido el padre de Alma, todo habría sido diferente.Christian frunce el ceño, y una sombra de duda cruza su rostro.—Idris Kane es un hombre casado —me recuerda, como si yo no supiera lo obvio, y me imagino que por su mente pasan las mismas especulaciones que por la del resto del mundo que nos ha visto
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 24. Un momento para recordarLa tensión entre nosotros estalla como un relámpago en la oscuridad. No hay espacio para la duda ni para el miedo, solo para este deseo que pareciera que llevamos conteniendo durante años y no durante días. Su aliento choca contra mi piel mientras nuestras bocas se encuentran en un beso hambriento, feroz, cargado de todo lo que nunca decimos.Sus manos recorren mi cuerpo con urgencia, con una necesidad desesperada, hasta que chocan con las mías.—Espera… —susurro mientras desliza el albornoz sobre mis hombros, desnudándome hasta que sus labios rozan mis pechos.La corriente que me recorre es insoportable, y cuando sus dientes se cierran sobre uno de los pezones no puedo evitar el gemido desesperado. Chupa, muerde, tironea arrancándome un grito y distrayéndome del simple hecho de que acaba de romperme las bragas encima. Saca de un tirón el encaje negro por detrás, rozando violentamente sobre mi clítoris y haciendo que me aferre a él
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 25. Una llamada inesperadaDespierto y me encuentro mirando al techo, mi mente aún está nublada por los restos de sueño. El sol ya está alto, pero la habitación sigue envuelta en una penumbra tranquila. Lentamente, giro la cabeza y ahí está: Christian, recostado en el sillón, mirándome.Algo en él ha cambiado en las últimas horas, como si viera algo en mí, algo más allá de lo que dejo que otros perciban. Y aunque trate de ocultarlo, no me resulta fácil. A veces, el peso de lo que soy se hace tan duro que no puedo soportarlo, pero él... él parece que lo está entendiendo.Se levanta, gatea sobre la cama y deja un beso en mis labios, un beso suave y con un poco de ternura.—Vamos a comer algo —dice rozando la nariz con mi mejilla—. Tu trabajo es cuidar de Ruby y mi trabajo es que tengas las fuerzas suficientes para hacerlo.Asiento en silencio y la verdad es que lo necesito, porque los días que siguen con Ruby en el hospital se sienten como una eternidad. La tens
CAPÍTULO 26. REINA DEL ODIO. Madres.Estoy sentada frente a Mildred, observándola como si quisiera leerle la mente, como si pudiera hacer que todo eso desapareciera, como si pudiera quitarle el dolor y la incertidumbre de encima. Pero sé que no puedo, porque la opción sería decirle que soy la madre biológica de Alma y sé cómo se sentiría, como si yo fuera un buitre que solo estoy esperando su muerte, aunque la verdad sea totalmente distinta.—¿No tienes más familia que pueda acoger a Alma? —le pregunto aunque ya sé la respuesta, pero no puedo dejar que ella se de cuenta de que estoy al tanto de cada detalle de su vida.Mildred suspira profundamente, se pasa una mano por el cabello y agacha la cabeza antes de responderme.—Mis padres son muy mayores, Verónica. No podrían hacerse cargo de Alma. Y mis primas… tienen demasiados hijos, demasiados problemas. No sé qué voy a hacer si las cosas no salen bien.—Siempre hay una solución, Mildred —le digo con firmeza, tratando de calmarla, de dar
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 27. El dragón y la espadaMildred mira el libro con un puchero emocionado y lo pone en la mesita junto a ella.—Espero poder terminarlo antes de empezar a trabajar, de lo contrario ya no va a darme tiempo —dice con un suspiro y yo frunzo el ceño porque pensé que tenía licencia de su trabajo o algo así.—¿Y en qué vas a trabajar? —le pregunto como si no estuviera enterada y me doy cuenta de repente de que de verdad lo estoy.Ella no responde de inmediato, como si estuviera buscando la respuesta correcta, pero finalmente dice con voz baja:—En lo que pueda. Me mandaron una carta de terminación en mi antiguo trabajo y no puedo culparlos, he faltado demasiado.—¿Pero el seguro no cubre…? —intento preguntar porque sé que puse suficiente dinero para que se lo den.—Sí, cubre que esté sin trabajo… pero ese dinero es para Alma —sentencia con firmeza—. No sé lo que pueda pasar, así que tengo que seguir generando para ella.Esas palabras me provocan un calor especial en
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 28. Alejados de todoTengo que decir que no odio a los hombres, no los juzgo a todos por los barbarismos de uno solo ni soy tan inmadura como para creer que el género masculino debería extinguirse. Mi feminismo no llega a esos extremos. Pero no puedo negar que hasta ahora ningún hombre me había hecho sentir jamás esta curiosidad, esta necesidad… ni me había despertado el instinto y el deseo de esta forma.Christian asiente sin decir nada. No hay más preguntas. No hay más miradas. Él sabe exactamente lo que estoy sintiendo y lo que quiero. Me lleva a casa y cruzamos la puerta besándonos, tratando de quitarnos torpemente la ropa y gruñendo como si fuéramos dos animales en celo.El problema es que estamos ahora mismo en medio de una vorágine de acontecimientos y parece que ninguno de ellos puede esperar.Mi teléfono suena dos veces y lo ignoro, pero cuando el suyo suena por tercera vez nos miramos, jadeando y a medio vestir, pero nos detenemos.—¡¿Qué carajo esta