REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 3. Solas en la nocheAl principio solo escucho un murmullo. Es como si alguien hablara lejos, en un lugar donde no puedo alcanzarla. Mi cabeza me da vueltas. Me arden los ojos por tantas lágrimas y me duele el pecho como si me hubieran arrancado algo de adentro.—¡Oye! ¡Despierta! —la voz es suave, amable… demasiado dulce para ser de alguien de la calle. Lo sé porque en una semana aprendes bien a reconocer las voces ásperas cuando te echan de algún sitio.Algo me sacude y abro los ojos de golpe. Veo a una chica arrodillada junto a mí. Me está mirando con los ojos bien abiertos y el ceño fruncido, como si estuviera preocupada o asustada.—¿Estás bien? —me pregunta.Me duele todo, pero asiento con la cabeza y trato de sentarme, aunque mi cuerpo se siente como si pesara toneladas.—Lo siento, de verdad. Te caí encima… es lo que tiene saltar de la ventana de un segundo piso, nunca sabes si habrá una chica linda abajo a la que le puedas caer encima —dice poniéndose
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 4. Un sueñoEl bat3 brilla bajo la luz de los faroles del puerto. La chica lo apoya en su hombro con total confianza, como si no le pesara nada, como si ya lo hubiera usado antes como una extensión misma de su cuerpo y no tuviera miedo de volver a hacerlo.—Tienen que largarse de aquí —dice sin rodeos, mirándonos con el ceño fruncido después de que el tipo se va cojeando y maldiciendo—. Este no es un sitio para niñas como ustedes.Regina se cruza de brazos, desafiante, y no sé de dónde saca tanta confianza.—¿Y tú qué sabes quiénes somos?La chica suelta un resoplido, casi divertido, pero su mirada sigue siendo fría.—Sé que tú eres “Anita la huerfanita” recién escapada del orfanato, se te nota mucho por la forma en que crees que te vas a comer el mundo… Y la otra es la recién echada de casa.Mis ojos se abren como platos y Regina se levanta de un salto, con los puños apretados pero de emoción.—¡Joder, eres psíquica!—No, me equivoqué, también eres tonta —repl
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 5. Un propósito para tres.El agua caliente golpea mi espalda, pero no me reconforta. Cierro los ojos y apoyo la frente contra el cristal frío de la ducha, dejando que el agua caiga sobre mi rostro. Quisiera que pudiera lavar todo esto, arrancar el dolor, el vacío, la sensación de que me falta algo vital.Pero nada cambia. Ruby tiene razón, este veneno no se irá nunca.El pecho me duele de tanto llorar, la garganta me arde. Quiero gritar, quiero desaparecer. Respiro hondo y apago el agua. Mis dedos tiemblan cuando los paso por mi piel, tratando de encontrarme a mí misma en este cuerpo que de repente me resulta ajeno. Me miro al espejo. Ojos hinchados, ojeras profundas. Me veo tan frágil. Tan… patética.Suelto un resoplido y salgo envuelta en una toalla, hasta que veo una muda de ropa limpia en la cama del camarote.—¡Vero, ven! —La voz de Regina me llama desde la otra habitación.No quiero. No quiero salir, no quiero hablar, no quiero ver a nadie. Pero lo hago
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 6. Una fachadaDoce años. Ya han pasado doce años.Es curioso cómo la vida te cambia, cómo los días se convierten en años y, de repente, miras atrás y te das cuenta de que no eres ni la sombra de la niña que fuiste.Apoyo el codo sobre el escritorio y miro a través del ventanal. La vista es impresionante: la ciudad se extiende ante mí como un tablero de ajedrez, con luces que parpadean como estrellas artificiales. Desde aquí, todo parece perfecto, ordenado, bajo control.Pero por dentro, no siento nada. La gente dice que el tiempo lo cura todo, que todo se supera, pero no es cierto.Paso las páginas de los documentos frente a mí. La transacción está casi lista, solo falta la firma de Ruby. Apoyo la espalda en la silla y respiro hondo, pensando en cómo llegué aquí:Realmente logré estudiar en una universidad de la Ivy League, tengo un título en Derecho que me abre todas las puertas que quiera. Tuve un mentor que me pasó su amor por el Derecho Corporativo, y me
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 7. Mírame a míEl tipo me suelta de golpe y retrocede un paso, tratando de agarrarse la muñeca con una mueca de dolor, pero Christian no lo suelta. Sus nudillos están blancos y yo solo puedo imaginarme qué ejercicio hace con esa mano como para que pueda ejercer semejante presión. Es un condenado panda, nadie imaginaría que puede matarte con esa carita preciosa.—Pídele disculpas a la señorita —escupe con una voz firme y llena de rabia controlada.Levanto la vista y lo observo sin disimularlo. Es alto, cabello claro peinado con algunas ondas, bien vestido y con esa clase de aura que hace que los demás quieran complacerlo sin pensarlo dos veces.El tipo titubea, lanzándome una mirada cargada de rabia y resentimiento, pero yo me adelanto antes de que abra la boca.—No quiero disculpas. —Cruzo los brazos y le sostengo la mirada—. Me conformo con saber que el mejor trabajo que conseguirá a partir de ahora será limpiando baños en un centro comercial.La mandíbula de
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 8. Dos acostumbrados a ganarChristian no aparta la mano de mi brazo por encima de su pañuelo. No ejerce presión, no me retiene… solo me cubre. Como si supiera que necesito ese pequeño escudo para no volver a derrumbarme.Mi corazón late rápido, demasiado rápido, y de repente ya no es por miedo, no es por dolor, ni estrés ni ansiedad… Es por él.Lo observo mientras saca el teléfono del bolsillo y envía un mensaje con movimientos precisos y seguros. No sé qué escribe pero en el tope de la pantalla táctil se ve el nombre del contacto “Asistente”.Luego, sin soltarme, marca ese mismo número y se lo lleva al oído.—Te mandé la lista de lo que necesito. Tienes cinco minutos —dice con voz firme, sin necesidad de dar más explicaciones.Cuelga sin esperar respuesta y en el fondo del salón una mujer se apresura hacia el ascensor. Entonces, sus ojos claros vuelven a mí.—Todo estará solucionado en cinco minutos, te lo aseguro —dice con una sonrisa suave y como si supier
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 9. Un espía cas/zadoEstoy sentada en el sofá de mi departamento, con un vaso de whisky en la mano y la mirada perdida en la ciudad iluminada a través del ventanal.Regina está dormida, obviamente porque la obligué a dormir. Sin que se diera cuenta puse algo en su bebida. Algo suave, sin efectos secundarios, solo lo suficiente para hacerla descansar unas horas sin que su mente la torture con pensamientos obsesivos.Tal vez no es la mejor forma de ayudarla, pero lo hice porque sé lo que es eso; porque recuerdo cuando ellas hicieron lo mismo por mí.Ruby y Regina intentaron arrancarme de la depresión, sacarme de esa espiral oscura en la que caí cuando lo perdí todo. Me obligaron a comer, a salir, a respirar. Me obligaron a trabajar, a estudiar, y Ruby destrozó con su bat3 el auto de la psicóloga estúpida que me dijo que solo entregué a mi hija porque no la quería, porque siempre hay opciones.En fin, ellas me arrastraron fuera del agujero en el que me estaba ent
REINA DEL ODIO. CAPÍTULO 10. Un hombre impresionado.Lo veo acariciarse el labio inferior con la lengua mientras se cruza de brazos y da un nuevo paso hacia mí. Es sexy el idiota, no se puede negar, pero si esa cara de niño sexy le ha conseguido algo antes, entonces es una pena que se tropezara con la mujer que está acostumbrada a conseguir exactamente lo mismo de la misma forma. Así que puede exudar masculinidad, que a mí eso no me inmuta.…creo.—¿Y cómo sabes exactamente que no soy casado? —me increpa—. ¿Me investigaste?La voz de Christian suena tranquila, pero hay algo de incredulidad en su tono.—Mi trabajo es saber cosas, señor St Jhon. Si le sirve de consuelo usted no tiene nada de especial. Yo investigo a todo el mundo —le digo con naturalidad y sé que es un golpe para su ego, porque por supuesto que el niño lindo se cree el más especial del mundo.Él entrecierra los ojos, como si intentara descifrar hasta qué punto llegué con mi información, pero no le doy el gusto de explic