REINA DEL MAR. CAPITULO 25. Una historia familiarMe mira en silencio, sé que espera que la historia siga y que me está dando mi espacio para decidir si quiero contársela o no, pero la verdad es que no es un alto secreto, y que los Hall ya se han encargado de darle su estúpida versión a medio mundo.En esa versión yo siempre soy la villana y no es que me moleste, para nada, pero el abuelo ha sido muy amable conmigo, y kenshi…—Cuando levanté mi primer carguero —empiezo, viendo cómo su ceño se frunce apenas—, Paxton vino a pedirme “derecho de puerto”. Él era quien dirigía antes los negocios en nombre de mi padre, o eso decía; y me exigió una cantidad exorbitante de dinero por recalar en el maldito pedazo de muelle que legalmente era mío.Ren no dice nada, pero su mandíbula se tensa, quizás porque intuye lo que viene después.—Adivino que le salió cara la exigencia.—Al principio no. Yo sabía que solo estaba tratando de ganar puntos con mi padre así que le dije que no y listo. Que mi ca
REINA DEL MAR. CAPÍTULO 26. Una marionetaToma mi rostro entre sus manos y me besa. No hay nada urgente en ese gesto, solo una calidez que me recorre y me deja temblando por dentro. Cierro los ojos, respiro su olor, siento cómo mis latidos se sincronizan con los suyos.Se sienta en el tatami conmigo encima y el roce de su erección contra mi intimidad es desesperante, delicioso, perfecto. Baja lentamente la bata sobre los hombros y lo miro, hay algo en su expresión que me hace sentir hermosa, incluso con todas las maldit@s inseguridades que me dejó el cabrón de Brad. Es como si Ren pudiera disolverlas todas.—Estás temblando —susurra contra mi cuello y yo sonrío.—Es tu culpa —le respondo con un gemido bajo que apenas puedo sostener—. Me has tenido mucho tiempo descuidada. Creo que tendré que comprar un vibrador de esos que dice el abuelo…Siento su boca sobre mi cuello, y luego más abajo, dibujando caminos invisibles sobre mi piel. Sus dedos hacen surcos rojos y suaves en mi espalda y
REINA DEL MAR. CAPÍTULO 27. Un abuelo preparado.No sé si es que yo soy una calenturienta perdida, o es el calor que Ren desprende cada vez que me mira, pero estos días en su casa han sido... complicados. Él no se separa de mí. A veces siento que si estornudo va a venir corriendo con una frazada y un médico.Pero lo que rompe de repente ese drama en particular es ver a Christian St. John cruzando los portones de los Toshiro como si estuviera en casa. Lo veo desde uno de los patios interiores, hablando con el abuelo Kaizen, pero todavía estoy un poco lenta y para cuando logro llegar a la sala, ya se ha ido.—¿Qué estaba haciendo St. Jhon aquí? —le pregunto al abuelo sin disimular la preocupación en mi rostro.Vero tiene algo con él y no voy a dejar que le juegue sucio de ninguna manera.—Nos ha invitado a un viaje. A Aspen —responde con naturalidad el abuelo.—¿Aspen? —repito, alzando una ceja—. ¿El niño millonario tiene ganas de hacer snowboarding con abrigo de piel? —siseo con sarcas
REINA DEL MAR. CAPÍTULO 28. Dos asuntos importantesNo escandalizo demasiado, solo lo justo… o lo que me provoca este hombre, que de cualquier forma siempre será un poco demasiado. Lo cierto es que la tranquilidad dura mucho menos de lo que esperamos, porque cuatro días después Regina recibe noticias poco agradables y tenemos que regresar a Nueva York.La ciudad nos recibe con el mismo gris de siempre, algo a lo que cuesta un poco adaptarse después de que el blanco brillante de Aspen se te ha metido en los ojos.Por supuesto que el chofer no pregunta y nos lleva directamente a la mansión Toshiro, y sospecho que Ren ni me mira solo por no tener que discutir conmigo sobre dónde terminaré mi recuperación. Así que me quedo mirando por la ventana, pensando en todo lo que pasó en ese viaje que fue, por decir lo menos, intenso. Me siento distinta, no sé si mejor o peor, solo distinta; por eso precisamente entiendo que necesito tomar un poco de distancia.Cuando llegamos a la mansión, el vien
REINA DEL MAR. CAPÍTULO 29. ¿No pelearías por mí?Escucho su voz detrás de mí justo cuando cruzo la reja.—¡Ruby! ¡Espera! —Elegí salir sin despedirme de Ren, y la siguiente voz que escucho me recuerda por qué.—Ren, ¿por qué no me muestras el dojo y los nuevos jardines? —dice Kaori con una voz nasal y aniñada que me enerva no solo en ella, sino en cualquier mujer que pase de los veinte años.—El dojo sigue igual que la última vez que viniste, Kaori; y los jardines nuevos son… jardines —gruñe Ren, pero yo solo me detengo medio segundo, lo suficiente para oír cómo su tono cambia al volverse hacia él: dulce, demandante, pegajoso como miel vieja.—¡Ren, por favor, soy tu visita! ¡Es lo menos que puedes hacer!No necesito girarme para saber que Kaori Sato se está pegando a él como una garrapata con hambre. Siento el calor subirme por la nuca, pero no digo nada. No me volteo. Y, sobre todo, no regreso.—¡Ahora no, tengo algo que hacer! —escucho a Ren, pero para ese momento ya el auto que m
REINA DEL MAR. CAPÍTULO 30. Primera noche juntosNo sé en qué momento exacto acepté que Ren viviera en mi departamento. Solo sé que, cuando me doy cuenta, su maleta ya no está cerca de la puerta sino a medio deshacer, sus zapatos ya se mezclan con los míos y su chaqueta está colgada junto a mi abrigo favorito. Un caos perfectamente organizado. Un hombre ocupando espacio.Ren, en mi casa. Ren, en mi espacio.Ren… en mi cama.Me siento en el borde del sofá y lo miro mientras acomoda cosas como si llevara años aquí. Saca una pila de camisetas negras y las pone una encima de otra, dobladas con precisión militar.—Nunca he vivido con un hombre —le digo y suspiro cuando me doy cuenta de que parece más una amenaza que otra cosa.—Bueno, entonces estamos parejos —responde sin siquiera mirarme—. Yo tampoco he vivido con una mujer. —Se detiene y me mira por encima del hombro con una sonrisa de esas que me mojan hasta las bragas que no traigo puestas—. Y menos con una tan mandona como tú.—¡¿Man
REINA DEL MAR. CAPÍTULO 31. Los límites de una reinaLlego al edificio de mi oficina a las nueve con doce minutos. Me bajo del auto y en cuanto piso la acera, algo me da mala espina. Hay un coche estacionado en la esquina de la calle y hoy... hoy mi instinto está disparado.No es de los nuestros. No es de ninguno de mis trabajadores. Y parece que lleva ahí suficiente tiempo como para inquietar hasta a mi sombra.Le hago una seña al jefe de mi nuevo equipo de seguridad sin siquiera mirar en aquella dirección.—El auto negro —le digo sin necesidad de levantar la voz—. El de la esquina. Averigua quién coño es y de paso me lo arrastras hasta mi oficina —ordeno con un suspiro cansado—. Quiero hablar con él.Me acomodo en la recepción, cruzo las piernas y abro el móvil como si tuviera todo el tiempo del mundo. Dos minutos después, los chicos entran empujando a alguien que se tropieza y rezonga, y no necesito mirarlo para saber quién es, porque esa voz chillona ya la conozco de sobra.—Sylus
REINA DEL MAR. CAPÍTULO 32. CompromisosPuedo ver la consternación en los ojos de Kaori Sato, y la forma en que se gira hacia Ren, claramente esperando que él ponga orden.—¿Vas a dejar que tu… amiga me hable así? —le dice con un tono de víctima que me hace hervir la sangre, pero controlo mi cara todo lo que puedo.—No soy su amiga —digo antes que él abra la boca—. Soy la mujer con la que vive. ¿O no te has dado cuenta de que ya no duerme en la casa Toshiro?Kaori palidece porque al parecer es noticia para ella.—Eso es imposible… Ren nunca ha tenido nada formal —balbucea como si pensara en voy alta.—¡Oh, tranquila, yo no soy formal! Solo lo tengo en mi casa para follármelo —replico y Kaori da un paso atrás como si la hubiera abofeteado.Ren suspira y se pone en pie con cara de que le duele la cabeza. Se acerca a mí y me lanza una mirada que aparenta ser de reproche, con énfasis en “aparenta”, porque puedo reconocer perfectamente ese brillo malvado en sus ojos.—Ruby tiene el molesto