CAPÍTULO 82. Un hombre pobre

CAPÍTULO 82. Un hombre pobre

Tres horas.

Llevamos tres horas sentados en esta sala de juntas, desmenuzando el proyecto de Devon pedazo a pedazo, buscando la forma más eficiente de hacer que colapse sobre su propia arrogancia. Y lo logramos, porque la maldit@ patente no puede tener más de un treinta y dos por ciento de similitudes con otras, y sucede que Viggo está respaldando a una empresa que sacó una patente muy parecida un año antes, y el fabricante puede conseguir que las similitudes entre las dos asciendan al treinta y tres por ciento, un por ciento más del legalmente permitido.

—Eso dejaría completamente invalidada la patente sobre la que se sustenta el proyecto —digo por fin—. Y si cierras todas estas otras puertas…

Viggo está inclinado sobre la mesa, los codos apoyados y los dedos entrelazados, con esa expresión de satisfacción que solo aparece cuando está a punto de joderle la vida a alguien. Nos parecemos tanto que casi me asusto, excepto porque ese “alguien” es mi ex y eso
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