Me animé a darles un segundo capítulo para que no les vaya a dar un válgame por la espera jaja Ahora sí nos vemos mañana, un abrazo.
—¡Por fin regresaste! —exclama, mirándome de pies a cabeza—. ¡Estás más hermosa que nunca! En cambio él, está demacrado, barbudo, trae el cabello desarreglado, su traje está completamente arrugado y despide un olor a alcohol que no se podría ocultar con nada. Nunca me imaginé encontrarlo en este estado, no queda nada del Tomás que se cuidaba tanto. Da unos pasos acercándose y pongo mi mano sobre su pecho para detenerlo, al ver sus intenciones. —¿No estabas trabajando? —pregunto. —Sí, pero le dije a los vecinos que si llegabas, me lo hicieran saber. —Tomás, ¿qué te ha pasado? —cuestiono, señalándolo—. Nunca te había visto así. —Han sido unos días complicados, te he extrañado tanto —responde—. Tenemos que hablar. —Por supuesto que vamos a hablar —afirmo—. ¿Por qué estás molestando a Eilani? ¿Acaso te volviste loco? —Déjame invitarte a cenar y responderé todo lo que quieras saber, por favor —Me pide—. Podemos ir a tu restaurante favorito. —No Tomás, no vamos a socializar. —
Apenas llegamos al apartamento y le marco a Evan. —Hola, preciosa —Me saluda con una enorme sonrisa, que me devuelve la calma—. Esperaba ansioso tu llamada. —Hola, amor —suspiro—. También estaba ansiosa por llamarte. —¿Cómo estás? ¿Llegaste bien? —Ha sido un día complicado —suspiro—. Pero verte me tranquiliza. —¿Qué sucedió? Le explico todo lo que pasó con Tomás y Adriana, mientras me escucha con atención. —Quisiera estar ahí contigo —comenta con tristeza, cuando termino. —Lo estás —señalo mi corazón—. Aquí. —Te extraño —murmura. —Yo también —digo en suspiro—¿Estás en la casita? —pregunto cuando se acomoda en la cama. —Sí —contesta un poco serio. —¿Qué pasa? —No quiero agregar más problemas a la situación, pero Muriel se quedará unos días más. Frunzo el ceño sin decir nada, pero realmente esa noticia no me agrada en absoluto. —Regresé y encontré a Haimi muy entusiasmada con aprender a tocar el piano, como lo hacía su madre —explica—. Muriel se ofreció a enseñarla. No sé
—Debiste contarme todo —reprocha mi madre, cuando nos quedamos solas. —Tenías que apoyarme a mí, no a él, aunque no supieras exactamente lo que pasó —replico. —Sabes que siempre fue muy bueno conmigo, y pensé que te amaba de verdad, me lo juró por sus hijos y llorando desconsoladamente… —Ya no importa —La interrumpo. —Estoy muy confundida, no sé qué pensar —expresa mi madre con pesar. —Por primera vez en tu vida, deja de pensar en los demás y no me juzgues por buscar mi felicidad, tú hija soy yo. —Pero, ¿y si ese hombre solo se está burlando de ti? —Ya lloraré después y podrás decirme que tenías razón —menciono, limpiándome las lágrimas. —En este momento me siento como mi madre, cuando le conté la infidelidad de tu padre, me obligó a perdonarlo porque para ella el divorcio era un pecado y no puedo creer que yo estuviera repitiendo sus acciones —Llora sin consuelo. —¿Y fuiste feliz, perdonándolo? Niega con la cabeza y se cubre la cara. —Lo siento, Serenity —logra decir
—No, no puede ser, tengo años tomando la píldora, además nunca me olvidé de tomarlas —digo en voz alta, dando vueltas por el baño. Salgo y tomo mi bolso para vaciarlo en la cama, no encuentro las pastillas del mes pasado, abro el closet y saco la maleta que utilicé, reviso en las bolsas laterales y ahí están—. ¡Oh por Dios! —exclamo al verlas, me saltee los últimos días, fue justo unos días después de mi periodo y yo… Me siento en la cama y las manos me tiemblan de los nervios. Tengo que salir de esta duda y cuanto antes lo haga, será mejor. —Mamá, ahora regreso —Le digo entrando a la cocina y tomando las llaves del coche. —Pero, hija, ¿no vas a desayunar? —Sí, cuando regrese, no me tardo —respondo saliendo con prisa. Paso a una farmacia cercana a la casa, compro dos pruebas de embarazo y regreso a la casa con el corazón latiendo a mil por hora. —¿Todo bien, hija? —indaga mi madre, al verme llegar. —Sí, solo un pequeño malestar y pasé a comprar unos analgésicos —miento. —
Evan… —¿¡Por qué están vacunando al ganado que aún no ha sido clasificado!? —grito furioso, acercándome a Saul. —Douglas ya lo clasificó —Me aclara. —Efectivamente, ya lo hice —confirma Douglas, detrás de él —. ¿Qué rayos te pasa? —cuestiona con seriedad—. Tienes días que no te aguantas ni tú mismo. —Lo siento —resoplo y Saul se aleja para continuar trabajando—. Me está volviendo loco la idea de que pueda perder a Serenity. —¿Su ex? —cuestiona. —Está demasiado insistente y… —Y ella te ama, no tienes por qué dudar —rebate. —Lo sé, pero él es el padre de sus hijos y ellos pueden abogar por él. —Vamos a tomar un café y así calmas ese humor de perros, que tienes últimamente. Asiento. Nos subimos a su camioneta y conduce hasta llegar al pueblo para detenernos en un restaurante. —Buenos días —Nos saluda Berthy, con una emoción algo exagerada—. Es un milagro tenerlos aquí. Al ver que yo no contesto, Douglas se aclara la garganta. —Gracias, Berthy. Nos traes dos cafés negros, por
—Papá —Me abraza Haimi emocionada, cuando entro a la cocina. —¿Qué pasa? ¿Por qué tanta efusividad? ¿A dónde quieres ir? ¿Qué quieres comprar? —La acribillo con preguntas. Se carcajea y me da un beso en la mejilla. —Solo tenía ganas de abrazarte —aclara y mi madre sonríe. —Extrañamos a Serenity —dice mi pequeña, haciendo un puchero. —Yo también la extraño —confieso. —¿Sabes si volverá pronto? —indaga. —No, hija, no hemos hablado de eso. —¿Y qué estás esperando para preguntarle? —presiona mi madre. —No quiero presionarla —aclaro—. Además su madre está con ella. —Puede traerla —sugiere mi madre. —Por lo que tengo entendido, es una mujer un poco especial y quiere mucho al ex de Serenity —explico. —Es que aún no te conoce —agrega mi mamá—. Te adorará, tanto o más que su hija. —Eso espero —resoplo. —Familia —saluda mi padre, entrando a la cocina—. ¿Qué pasa? —interroga, al ver que nos quedamos en silencio. —Evan, no le ha preguntado a Serenity cuando regresa —contesta mi madr
Parece que la presión de Haimi hacía el joyero, obtuvo sus frutos, ya que me llamó a primera hora para avisarme que el anillo está listo. Esperaré par ir a recogerlo con Haimi, así que aprovecho para marcarle a Lupita, la amiga de Serenity. —Hola —responde. —Buenos días —saludo—. Soy Evan Peterson. —¿¡El vaquero de Serenity!? —grita, haciéndome reír. —Sí, el mismo —confirmo. —¿No la localizas? —indaga—. Puedo ir a buscarla a su casa, aunque hablé con ella hace unos minutos y… —No, no es eso —La interrumpo—. Necesito pedirle un favor. —Por supuesto, dígame. —Quiero viajar a Seattle, pero no quiero que ella se entere, me gustaría que sea una sorpresa. —¡Ahhh! —grita—. Estoy segura que será una gran sorpresa —afirma, dejándome más tranquilo. —Podría enviarme también el teléfono de Elán —Le pido. —Por supuesto. Nos ponemos de acuerdo, me pasa lo que le pedí, incluyendo la dirección de su apartamento para que me encuentre ahí con Serenity, aunque se ofreció amablemente a recoger
Tenerla por fin entre mis brazos, me reconforta enormemente, confirmando que he tomado la decisión correcta al estar aquí. Aspiro su delicioso aroma y la lleno de besos. —No llores —digo, limpiándole las lágrimas. —Son lágrimas de alegría —asegura. Toma mi cara entre sus manos y nos besamos, extrañaba tanto sus labios que no quiero terminar el beso nunca. —¿Por qué no me dijiste que vendrías? —pregunta al separarnos. —Quería darte la sorpresa, además me sentía muy perdido sin mi brújula. —¡No puedo creer que estás aquí! —exclama acariciando mis hombros—. Te extrañé demasiado. —Yo también —afirmo y la estrecho de nuevo entre mis brazos. —¿Cómo localizaste a Lupita? —interroga. —Haimi tiene su información. —Cierto, estoy muy sorprendida, pero feliz, créeme que no me lo esperaba. —Espero no incomodarte, por haber venido sin avisar. —No, al contrario, me alegra mucho verte —Me abraza con fuerza. —¿Pasa algo? —indago, al notarla un poco pálida. —Todo está bien, ya hablaremos —