Tiempo después
Camila miró a su hermano Christian mientras conversaba con su padre en el altar y sonrió. Ella nunca pensó que él dejaría el sacerdocio por una mujer. Recordaba como si fuera ayer la cara de horror que puso su padre y las lágrimas de su madre. El hijo predilecto era humano y se había enamorado de una mujer. Al principio, sus padres buscaron un culpable y quien mejor que Camila. Ella le presentó a una amiga que conoció en Estados Unidos, una vez se fueron de vacaciones a Grecia y Camila los envió solos al viaje. Sus padres tenían un poco de razón, a Camila nunca le agradó que su hermano fuera sacerdote; pero lo cierto era que ella no lo había planeado. Sin embargo, estaba feliz por los dos y aceptaba gozosa la culpa.
—La capilla está exquisita. Te luciste —escuchó que un sexy hombre con traje neg
Camila estaba petrificada. Nunca se imaginó que perder la movilidad de su cuerpo sería la reacción que tendría al verlo de nuevo. Recordó la última vez que vio a Adrián. Estaba sentado al otro lado de la mesa en la oficina de un abogado con los papeles del divorcio en frente. La mente de Camila estaba inquieta. En un segundo recordó todo lo vivido y se detuvo en el peor momento de sus vidas: cuando perdieron a su hijo. Ese recuerdo la mantenía firme en su decisión de abandonarlo.Su presencia en ese momento la perturbó mucho. Ella pensó que no volvería a verlo jamás, pero ahí estaba él. Vestía un traje negro de gala y llevaba su barba bien arreglada, lo que hacía que luciera muy sensual ante los ojos de ella. Los hoyuelos en sus mejillas seguían provocando la misma reacción en ella y se odió a sí misma por ello
Camila provechó que su madre acosó a Adrián con preguntas, y se marchó de allí con Matteo y así evitar cualquier situación incómoda.—No te preocupes por él, Matteo.—No me preocupa tu ex. Solo me molesta su forma de expresarse.—Bueno, es un invitado de mi madre y no puedo echarlo aunque quiera. Solo hay que resistir unas cuantas horas y nos iremos al hotel tú y yo solos. —Le dio un tierno beso en los labios para calmarlo.Matteo era un hombre increíble. Ambos hablaban el mismo idioma y se entendían a la perfección en cuanto a moda y pasarelas; además, ambos eran unos apasionados de sus empresas y disfrutaban mucho estar juntos. Incluso, su empresa era una de los mayores proveedores de textiles de la empresa de Camila. Hasta el momento, la relación de ellos estaba basada en la pura necesidad carnal y laboral, pero
Camila regresó a su lugar junto a Matteo e hizo un esfuerzo sobrehumano para que él no notara que estaba alterada y que lo único que deseaba era marcharse de aquel lugar. Sin embargo, por amor a su hermano y su cuñada, debía resistir.La recepción transcurrió con normalidad. Los flashes de las fotos que se tomaban parpadeando en todo momento, uno que otro familiar demasiado contento a causa del exceso de bebida, otros disfrutaban de la comida, conversando o bailando al ritmo de la música. Los novios se pasearon por las mesas y todos los felicitaban y les deseaban lo mejor. Alguna prima entrometida les preguntó que cuándo llegarían los niños y otras solo murmuraban si él se había enamorado o ella lo había sonsacado para que dejara el sacerdocio. De vez en cuando, Camila giraba su cabeza hacia el lugar donde se encontraba Adrián, y le enojaba que se most
—Buongiorno, Julia.—Buongiorno, señora D’Angelo —contestó la asistente colocándose de pie.—¿Hay alguna novedad?—Puse sobre su escritorio el reporte de ventas del último mes que preparó el contable. También han traído las muestras de telas que solicitó. El señor Caruso dice que cuanto antes debe escoger las que le gusten para tener una reunión con los proveedores.—Está bien. Por favor, no me pidas el almuerzo. Voy a salir al medio día. Gracias, Julia.—De nada, señora. ¿Desea tomar café?—No, gracias.Camila caminó hacia su oficina que era espaciosa y elegante. Desde allí tenía vista a todo lo que ocurría en el piso, pues estaba de frente a una pared de cristal con cortinas corredizas blancas que podía cerrar cuando quis
Frente a Camila estaba Adrián sentado detrás de un escritorio donde pudo leer una placa que decía: «Dr. Adrián Álvarez, Director General».—Ya lo entiendo todo.—Buenos días, Camila. —Se colocó de pie y le indicó que se sentara en una de las sillas frente a su escritorio.—Gracias, pero no me quedaré mucho tiempo.—¿No vas a felicitarme por mi nuevo puesto? —Ella lo miró con desdén y levantó una ceja.—¿Me llamaste para que te adulara y te felicitara porque ganaste la plaza de director?—Que tonto he sido. Soy yo quien debo felicitarte por tu compromiso.—No he venido aquí para esto. —El enojo le brotaba por los poros.—No, ese no es el objetivo. Siéntate, por favor. Creo que podemos hablar como gente civilizada. No te he llama
Camila no podía creer lo que veían sus ojos. Una chica tenía su cara en la entrepierna de ese joven y ambos parecían disfrutarlo. Camila hizo un gesto de asco y les gritó:—¡Vayan a un hotel! ¡Respeten este lugar! —Pero el chico hizo un gesto sínico con su mano invitándola a acompañarlos.«Exhibicionista», pensó haciendo una mueca de desagrado; dio la vuelta y regresó a su auto. Camila contempló por un segundo las fotografías; había alguien siguiendo sus pasos y eso la asustó, pues no tenía la menor idea que quien podría ser. Posiblemente era la misma persona que le había enviado la rata muerta a su oficina y la flor marchita en Roma. Pensó que debía tener mucho cuidado, pues desconocía las intenciones de quien fuera que estuviera detrás de esto.Camila m
Camila se dirigió al banco y resolvió los pendientes que tenía con el gerente. Cuando Camila llegó a la oficina Julia aún no había regresado de almorzar y se dijo a sí misma que debía amonestarla otra vez por eso. Detestaba llegar a allí y no encontrarla sentada en su escritorio. A esa hora era normal que el piso estuviera vacío; solo se encontraban los empleados del taller y del almacén en el nivel inferior. No le gustaba estar sola y por eso prefería la presencia nerviosa de su asistente. Respiró profundo y trató de calmarse. Pensó que tal vez ese no era el mejor momento para amonestar a Julia, pues estaba demasiado enojada y podría herirla innecesariamente. Además, era posible que no faltara mucho para que llegara de almorzar. Sin embargo, al ver que la luz de su oficina estaba encendida aumentó su enojo, pues, además de impuntual, Jul
Estela estaba frente a ellos en el umbral de la puerta. Llevaba un vestido rojo y largo y una bufanda del mismo color envuelta en el cuello. En su brazo izquierdo colgaba un bolso de cuero rojo y sus ojos grises traslucían maldad. Aquella mujer entró y colocó el seguro a la puerta de cristal.Adrián y Camila se separaron.—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Adrián.—Mi amor, ¿Así me recibes después de tantos años? Esperaba un abrazo como el que le diste a ella.—¿Qué demonios quieres con nosotros?—¿No te das cuenta? Estaban separados y mira cómo volví a reunir a la feliz pareja. Bastó una llamada para que de inmediato estuvieras aquí. Eso solo prueba una cosa: No los he destruido totalmente.—¡Es suficiente! —le gritó Camila—. Llamar&eac