Camila provechó que su madre acosó a Adrián con preguntas, y se marchó de allí con Matteo y así evitar cualquier situación incómoda.
—No te preocupes por él, Matteo.
—No me preocupa tu ex. Solo me molesta su forma de expresarse.
—Bueno, es un invitado de mi madre y no puedo echarlo aunque quiera. Solo hay que resistir unas cuantas horas y nos iremos al hotel tú y yo solos. —Le dio un tierno beso en los labios para calmarlo.
Matteo era un hombre increíble. Ambos hablaban el mismo idioma y se entendían a la perfección en cuanto a moda y pasarelas; además, ambos eran unos apasionados de sus empresas y disfrutaban mucho estar juntos. Incluso, su empresa era una de los mayores proveedores de textiles de la empresa de Camila. Hasta el momento, la relación de ellos estaba basada en la pura necesidad carnal y laboral, pero
Camila regresó a su lugar junto a Matteo e hizo un esfuerzo sobrehumano para que él no notara que estaba alterada y que lo único que deseaba era marcharse de aquel lugar. Sin embargo, por amor a su hermano y su cuñada, debía resistir.La recepción transcurrió con normalidad. Los flashes de las fotos que se tomaban parpadeando en todo momento, uno que otro familiar demasiado contento a causa del exceso de bebida, otros disfrutaban de la comida, conversando o bailando al ritmo de la música. Los novios se pasearon por las mesas y todos los felicitaban y les deseaban lo mejor. Alguna prima entrometida les preguntó que cuándo llegarían los niños y otras solo murmuraban si él se había enamorado o ella lo había sonsacado para que dejara el sacerdocio. De vez en cuando, Camila giraba su cabeza hacia el lugar donde se encontraba Adrián, y le enojaba que se most
—Buongiorno, Julia.—Buongiorno, señora D’Angelo —contestó la asistente colocándose de pie.—¿Hay alguna novedad?—Puse sobre su escritorio el reporte de ventas del último mes que preparó el contable. También han traído las muestras de telas que solicitó. El señor Caruso dice que cuanto antes debe escoger las que le gusten para tener una reunión con los proveedores.—Está bien. Por favor, no me pidas el almuerzo. Voy a salir al medio día. Gracias, Julia.—De nada, señora. ¿Desea tomar café?—No, gracias.Camila caminó hacia su oficina que era espaciosa y elegante. Desde allí tenía vista a todo lo que ocurría en el piso, pues estaba de frente a una pared de cristal con cortinas corredizas blancas que podía cerrar cuando quis
Frente a Camila estaba Adrián sentado detrás de un escritorio donde pudo leer una placa que decía: «Dr. Adrián Álvarez, Director General».—Ya lo entiendo todo.—Buenos días, Camila. —Se colocó de pie y le indicó que se sentara en una de las sillas frente a su escritorio.—Gracias, pero no me quedaré mucho tiempo.—¿No vas a felicitarme por mi nuevo puesto? —Ella lo miró con desdén y levantó una ceja.—¿Me llamaste para que te adulara y te felicitara porque ganaste la plaza de director?—Que tonto he sido. Soy yo quien debo felicitarte por tu compromiso.—No he venido aquí para esto. —El enojo le brotaba por los poros.—No, ese no es el objetivo. Siéntate, por favor. Creo que podemos hablar como gente civilizada. No te he llama
Camila no podía creer lo que veían sus ojos. Una chica tenía su cara en la entrepierna de ese joven y ambos parecían disfrutarlo. Camila hizo un gesto de asco y les gritó:—¡Vayan a un hotel! ¡Respeten este lugar! —Pero el chico hizo un gesto sínico con su mano invitándola a acompañarlos.«Exhibicionista», pensó haciendo una mueca de desagrado; dio la vuelta y regresó a su auto. Camila contempló por un segundo las fotografías; había alguien siguiendo sus pasos y eso la asustó, pues no tenía la menor idea que quien podría ser. Posiblemente era la misma persona que le había enviado la rata muerta a su oficina y la flor marchita en Roma. Pensó que debía tener mucho cuidado, pues desconocía las intenciones de quien fuera que estuviera detrás de esto.Camila m
Camila se dirigió al banco y resolvió los pendientes que tenía con el gerente. Cuando Camila llegó a la oficina Julia aún no había regresado de almorzar y se dijo a sí misma que debía amonestarla otra vez por eso. Detestaba llegar a allí y no encontrarla sentada en su escritorio. A esa hora era normal que el piso estuviera vacío; solo se encontraban los empleados del taller y del almacén en el nivel inferior. No le gustaba estar sola y por eso prefería la presencia nerviosa de su asistente. Respiró profundo y trató de calmarse. Pensó que tal vez ese no era el mejor momento para amonestar a Julia, pues estaba demasiado enojada y podría herirla innecesariamente. Además, era posible que no faltara mucho para que llegara de almorzar. Sin embargo, al ver que la luz de su oficina estaba encendida aumentó su enojo, pues, además de impuntual, Jul
Estela estaba frente a ellos en el umbral de la puerta. Llevaba un vestido rojo y largo y una bufanda del mismo color envuelta en el cuello. En su brazo izquierdo colgaba un bolso de cuero rojo y sus ojos grises traslucían maldad. Aquella mujer entró y colocó el seguro a la puerta de cristal.Adrián y Camila se separaron.—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Adrián.—Mi amor, ¿Así me recibes después de tantos años? Esperaba un abrazo como el que le diste a ella.—¿Qué demonios quieres con nosotros?—¿No te das cuenta? Estaban separados y mira cómo volví a reunir a la feliz pareja. Bastó una llamada para que de inmediato estuvieras aquí. Eso solo prueba una cosa: No los he destruido totalmente.—¡Es suficiente! —le gritó Camila—. Llamar&eac
Pasaron varios días desde lo ocurrido en la oficina de Camila. Mientras la arreglaban ella se había instalado en un escritorio frente a su asistente, que se mantuvo más nerviosa que nunca al tener tan cerca a su jefa. En realidad, ella permanecía poco tiempo sentada allí, pues cada vez que miraba hacia su oficina recordaba ese fatídico día. Camila programó mil reuniones para evitar pensar y distraerse con más y más trabajo.El abogado de Camila se hizo cargo de todos los pormenores que implicó el fallecimiento de Estela y solo tuvo que ir una vez a la comisaría a dar su declaración de los hechos. Francamente, Camila se sentía como si me hubieran quitado un peso de encima, aunque no le alegraba por completo su muerte, ya que ella tenía una familia que sufría la desdicha de una hija enajenada. Sin embargo, Camila imaginaba que también sentir&iacut
Camila se transportó años atrás. El día de su boda con Adrián no había dudas en su corazón; sabía que él era el indicado. Adrián era el hombre con el que quería quedarse para siempre, con el que deseaba formar una familia. Pero todas aquellas ilusiones habían muerto. En ese momento estaba frente a un hombre que quería casarse con ella y Camila no sentía ningún tipo de emoción. Era como si solo estuviera cerrando un trato más, un negocio que la beneficiaría tanto a su compañía como a la de ella.Por la mente de Camila nunca pasó la idea de casarse otra vez con nadie. Ella pensaba que estaban muy bien como amantes y socios, pero a Matteo se le había ocurrido la brillante idea de sentar cabeza y comprometerse de lleno. «¿Cómo podía decirle que no a su propuesta en medio de la recepci&oac