Su copa fue rellenada sin haberlo solicitado mientras recibía una nueva palmada en la espalda. Luego vino otra felicitación por su ascenso como nuevo socio de la firma, el más joven de ellos. Pero todos los que estaban celebrando junto a él esa noche desconocían que su proactividad solo obedecía al escaso tiempo que le dedicaba a su vida personal.No podía negar que se sentía orgulloso por lograr atraer una cantidad respetable de clientes con cuentas de siete cifras, lo que incrementó en un 15 % la facturación de ese mes, aunque no todo era su trabajo, pues su padre persuadió a unos cuantos políticos y empresarios a formar parte de su cartera de clientes. No podía decir que hubieran limado todas las asperezas que rodeaban su relación. Pero sí era más llevadera.Esther también formaba parte de su éxito. Si entre ella y Josh no lo hubieran sacado de aquel bar a las nueve de la mañana de un martes, no estaría ahí esa noche.—¡Vamos por más! —dijo alguien.—Como siempre… —respondió una ve
Fabio percibió las primeras gotas de lluvia sobre el rostro y se vio forzado a reír. Debía lucir como un loco, por la forma en la que lo miraba la gente al pasar, pero tenía que burlarse de su propia desgracia, porque al parecer su vida giraba y giraba, pero al final terminaba en el mismo punto: abandonado y llorando por una mujer.Era un hombre que amaba y deseaba ser amado con la misma intensidad, pero no tenía idea de cómo conseguirlo. Sabía que pedir perdón ya estaba fuera de contexto, que ponerse de rodillas y pedirle matrimonio no era lo que ella quería, que ir tras ella y despertar su libido solo le daría cuando mucho unas horas de placer. Pero una vez transcurridas, ella lo desecharía sin miramientos.Estaba perdido y no sabía cómo proceder.Se sentó sobre la base de una estatua de un ángel y no le importó mojarse, mientras miraba sin emoción cómo la gente corría a su alrededor, queriendo protegerse de la lluvia. Miró al cielo cuando un enorme relámpago se abrió paso entre las
Fabio se colocó el saco y se acomodó el cabello antes de salir de su habitación, pero se detuvo en medio de la escalera al ver a través de la ventana y darse cuenta de que un nido de palomas estaba anidando allí. Sonrió con pesar, esperando que Grief no llegara hasta esa altura, porque el fin de semana anterior tuvo que luchar con él para alejarlo de las mariposas que se agrupaban en el jardín posterior.Escuchó las risas de los Herrera y se preparó para una segunda ronda de consejos que según él no le servían para nada en su relación con Casandra, la de la noche anterior lo dejó exhausto. Pudo escapar solo porque entre los tres se enfrascaron en una discusión sin sentido sobre el tema. Compitiendo por demostrar quién conocía mejor a MonkeyBoo.Sin embargo, no era eso lo que le molestaba, sino tener que soportar sus bromas buscando provocarlo. Tomó todo el aire que pudo en sus pulmones y exhaló, repitiendo la acción un par de veces más. Parecía estar funcionando, porque ya tenían una
Raúl se quedó en silencio por varios minutos y Fabio aprovechó para ubicarse. Estaban saliendo de la ciudad y eso lo asustó un poco, aunque llegó a la conclusión de que si en realidad querían acabar con él, lo habrían hecho con más facilidad en las desoladas calles cercanas a su casa. Así que la siguiente opción era que lo llevaban junto a Susana.Sonrió a medias, sabiendo que al fin podría quitarse una de sus más grandes preocupaciones.—Si me ayudas con lo que necesito, te la puedes quedar —ofreció Raúl de pronto, acabando con el mutismo que los tenía cautivos.—Ahora que ya no te sirve… —respondió sin pensar—. ¡Mierda! —susurró al recibir un puñetazo en el pómulo.—No te atrevas a opinar al respecto, muchacho. Susana no es… Ella no…—Supe que está embarazada —dijo cuando recobró el aliento y logró contener el deseo de devolverle el golpe.—Lo está, es un varón. —No podía creer que un hombre como él se emocionara de esa forma, que lucía tan honesta y natural—. Ella quiere divorciars
Fabio escuchó pasos de botas tras él y se dio la vuelta, en guardia, por si sobrevenía un ataque. Sin embargo, el hombre que salió detrás de una cortina blanca envejecida, lo miró sin inmutarse. Las paredes a sus espaldas estaban sin pintar, con el color característico del cemento.—A ella no le gusta que la vean.—¿Por qué mantienen este sitio tan oscuro? Descorran las cortinas para que entre un poco de aire.No terminó de dar la orden cuando él mismo se acercó a uno de los grandes ventanales y empujó una de las hojas de madera con dificultad. Los cristales de las mismas estaban cubiertos por más madera, como si no fuese suficiente encierro tenerla ahí arriba.El viento que chocó contra su rostro era fresco, pero no podía soportar el olor del lugar, así que tomó todo el aire que pudo para evitar una arcada.—Señora, es el joven que mandó a llamar. Está guapo, como usted dijo.Virginia era una chica menuda, de grandes y expresivos ojos cafés que lo miraron con algo parecido al pesar.
Una tercera copa fue servida con diligencia frente a ella y odiaba que se acumularan en la mesa sin sentido, porque no quería beber esa noche. Mientras tanto, su amigo, George, bailaba y le sonreía a Andrea o la miraba a ella con reproche de vez en cuando.Casandra le pidió a la chica que se detuviera y que cerrara la botella, así que recibió un asentimiento de cabeza y volvió a colocarse a sus espaldas.Quería regresar a casa y hundirse una vez más en su bien conocido agujero de autocompasión, el que nadie parecía entender, aunque ver que Andrea disfrutaba como una adolescente de las atenciones del búlgaro lo compensaban.Revisó sus correos con paciencia y respondió a algunos desde su teléfono. Sin embargo, Sara seguía sin responder algunas de sus preguntas y es que sentía que la estaba evitando. Hacía casi una semana que no le informaba nada sobre Fabio, y eso la tenía exasperada.Era verdad que fue su decisión aprovechar la situación para poner tierra de distancia entre los dos, pe
Casandra desayunaba junto a su madre en la cocina, en un silencio agradable, mientras veían fascinadas el programa de farándula que tenía atrapadas al ama de llaves y a la cocinera. Ellas las ponían en contexto sobre el último escándalo suscitado por un atractivo actor que acababa de ser descubierto por su esposa engañándola con una de sus amigas, cuando los pasos apresurados de Andrea las hicieron voltear.En el último trecho del pasillo la vieron correr sobresaltada, cargando una tableta en la mano. Se tomó su tiempo al recobrar el aliento y señalar el aparato con insistencia como si desde su lugar pudieran ver lo que según Casandra quería mostrarles.—¿Está todo bien? —preguntó ella, sin moverse desde su asiento, sin moverse. Andrea negó, pero Casandra se puso de pie, confundida por su actitud—: ¿Es el niño?Su sobrino era su pequeño tesoro y aunque al principio tenía miedo de que al conocerlo se despertara en ella algún indicio de rechazo, ocurrió todo lo contrario. Andrea negó d
Con la ayuda de Javier, Fabio se dejó caer con precaución en la banca de la iglesia, luchando por dominar el sudor que perlaba su frente. Atravesar el pasillo, sin mostrar ni un atisbo de dolor ante los saludos de conocidos, había sido un desafío.Y aunque ahora se apoyaba en un bastón debido a la lesión en la pierna sufrida días atrás, el recuerdo del instante en que despertó sobre el asfalto de la carretera que conducía a su hogar persistía. El dolor, la impotencia y luego la rabia se unieron con fragmentos borrosos de los eventos que llevaron a que se fractura la rodilla.Ni siquiera sabía por qué seguía vivo.—¿Necesitas algo? —preguntó Pablo tras él.—Estoy bien, gracias.Miró cómo los féretros blancos y de tamaños dispares estaban colocados uno al lado del otro frente a todos, y su mente lo llevó a momentos lejanos, donde la hermosa Susana Acevedo le sonrió por primera vez y él se dio cuenta de que se había enamorado de su manera de ser.Evitó con habilidad los momentos oscuros