Casandra miró a Clayton con asco y se preguntó qué fue lo que le vio para atreverse a dar el paso de casarse con un ser como él. Al principio accedió por complacerlo, pero después lo hacía por miedo.Verlos juntos le hizo recordar con dolor y amargura una de las golpizas que recibió de su esposo al negarse a compartir su cama con alguien más. Esa noche conoció a Stephen O’Hara.Él pareció conmovido con su situación y le dijo a Clayton que olvidara aquello. Por supuesto que no lo hizo. Sin embargo, cuando todo acabó esa noche, conversaron hasta el amanecer y con el tiempo se hicieron amigos.De alguna manera, ya no le parecía tan malo estar con él. Eran los únicos momentos en que se sentía comprendida y segura. Tampoco podía obviar lo atractivo, detallista y cariñoso que era con ella. Sin embargo, poco después, Stephen se fue del país a estudiar una especialización y ni siquiera se despidió.Ella enfermó, perdió a su bebé y las deudas de juego de Clayton surgieron de nuevo. Estaba dese
Stephen O’Hara fue el primero en entrar al reservado privado del restaurante del club y a ella le pareció notarlo aliviado al darse cuenta. Pero para Casandra no era tan buena noticia, porque hacía unos minutos se encontró con los padres de Fabio. Quienes insistieron demasiado en acompañarla y ella perdió la paciencia, después de darles una infinidad de excusas para no permitirlo.No le sorprendió recibir una llamada de Fabio unos minutos más tarde. A pesar de que hacía dos noches no se aparecía por su casa y no la llamaba. Así que tuvieron otra discusión.—Supuse que te alegrarías de verme —dijo Stephen saludándola con un beso en la mejilla.—¿Alegrarme porque me chantajeas con sexo a cambio de liberar a un hombre inocente? —preguntó, fingiendo una indolencia que ya no sentía debido a la advertencia de Fabio.Solo esperaba que Sara no le permitiera entrar y que por su temperamento no dañara el plan que tenía para librarse de esos hombres.—No lo digas de esa forma, por favor. Fue un
Casandra sonrió, segura de que Sara y Vania tuvieron mucho que ver en su cambio de actitud.—Fabio Andrade, me encanta este tipo de juegos, pero recuerda que hay gente que seguramente siguen viendo las cámaras. —Le recordó, con la respiración agitada, mientras su cuerpo la delataba arqueándose hacia él. Necesitándolo más que nunca.—Déjalos que miren, ¿acaso no te excita? —repitió él, mientras le bajaba el cierre del vestido desde la nuca hasta el trasero.Usó el mismo tono que cuando ella se lo decía en los primeros meses juntos en los que el deseo no les daba el tiempo suficiente para llegar a un lugar privado.—Se ha convertido en un atrevido, abogado.—Es su culpa, abogada. Te lo digo en serio. Anímate mientras siguen conectadas —mintió, aunque tampoco quería ese video recorriendo el bufete o la ciudad. —¿Todo está bien entre nosotros? —pregunto con la voz irregular, no solo por el deseo sino por el temor de lo que aquellos hombres le pudieron haber dicho.—Si me dejas penetrarte
Casandra perdió la cuenta de las veces que Fabio había reproducido el video que encontraron en la USB dentro de la boca de Mónica Durán. En él, a la rubia, se le veía desnuda, sucia y atada en una silla del comedor de Fabio, implorando por su vida.En los primeros minutos de los veintitrés totales, parecía muy segura de sí misma, gritando para que la liberaran de las ataduras y que la dejaran ir, pero luego…—¡Fue tu culpa! —Casandra se aturdió al escuchar de nuevo esa parte, a pesar de que ya se había aprendido casi todo el contenido del mismo—. Te dije que no te casaras con ella. Pero en lugar de escucharme, le cediste lo que una vez me prometiste para nosotros.Mónica miró a la cámara y encogió un hombro, como si hablara de un cambio de ropa mal elegido y no sobre la vida de otra mujer.—No podía permitirlo.—¿Quién abusó de ella? —La voz distorsionada de un hombre frente a ella, a quien no captaba la cámara, seguía causándole escalofríos.—Ya no están en el país, pero tienes que s
—Mírame, ¿qué tomaste? —Casandra tomó a Josh del rostro y lo obligó a mirarla a los ojos, aunque parecía que eran sus senos los que se robaban todo su interés.—Esta noche, todas las bebidas tienen MDA, primor. Solo es un estimulante, soy un profesional de la salud. No temas. —Le dio un beso en la mejilla y sonrió como si fuese una pequeña travesura.—¿Les dieron a todos?—Claro que no, cómo se te ocurre. ¿No lo has notado? —Ella lo miró, confundida, tratando de descifrar por sí misma esas palabras—. Solo estamos solteros aquí. —Sonrió de nuevo, esta vez se le escapó una carcajada—. Y ustedes dos, que a esta altura ya ni sé qué son, porque están juntos y no follan. A ver si esta noche cambian las cosas, ¿no?Aquella verdad sin tapujos le escoció, porque eso significaba que Fabio se lo contó. Después de lo de Mónica, Fabio ni la miraba, aunque le caminara desnuda por enfrente y vaya que lo había hecho.En una semana se le ofreció más veces que en toda su vida a todos los hombres con l
Casandra abrió la puerta y a pesar de la música, escuchó a la pelirroja gimiendo de placer mientras Fabio manejaba un control remoto con la mano izquierda. Tenía una de las rodillas apoyada sobre la cama, y con la otra mano sostenía con firmeza su miembro, empujando una y otra vez contra su boca.Su primer impulso fue retroceder ante el impacto de la escena. No porque le hubiese hecho daño, sino porque simplemente no lo esperaba. Sin embargo, su voz ronca la detuvo al decir:—Tardaste demasiado.Ella esperaba descubrir alguna emoción en su rostro, cada vez más anguloso debido al continuo desvelo al que se sometía para investigar más sobre la gente que rodeaba a Mónica Durán y a Raúl Díaz. Sin embargo, apenas se inmutó al mirar de reojo en su dirección. Toda su atención estaba centrada en ahogar a esa mujer, al moverse con más ímpetu dentro de la cavidad de la mujer.Ella estaba abierta de piernas, removiéndose como si quisiera liberarse de las ataduras hechas con corbatas, esposas y c
Casandra no supo cuánto tiempo más pasó entre los brazos de ambos, gimiendo, gritando, exclamando groserías y riendo. Solo se enteró de que ya era de mañana por el aroma a café cerca de la nariz. Abrió los ojos, sorprendida por no tener un dolor de cabeza intenso, y se irguió sobre la cama, encontrando a media penumbra la habitación ordenada, como si allí no hubiese ocurrido nada.—Buen día, oficial Herrera, ¿despertó convertida en la bella durmiente? Son las nueve y cuarto —dijo Josh, mientras se acomodaba la corbata frente al espejo que cubría casi por completo una de las paredes y al que no le dio importancia la noche anterior, a pesar de lo ocurrido.—¿Trabajas hoy? —Ella buscó el teléfono para confirmar la hora y de paso revisar su agenda. Se había retrasado con una reunión, pero al entrar en la aplicación que usaba con Sara, se dio cuenta de que la reprogramó para la siguiente semana. Así que ya no tenía compromisos por cumplir.—Sabes que en nuestras profesiones no existe el
—Es probable, pero no soy capaz de vivir como si nada, a sabiendas de que hay alguien a quien quiero en peligro.—Permite que te corrija. Ella es alguien a quien amas de una forma obsesiva. Pero al parecer omites a propósito el relevante hecho de que prefirió casarse con otro que contigo.Fabio golpeó el vidrio y lo fisuró de inmediato. A pesar de que su mano empezó a sangrar, él parecía no darse cuenta y avanzó hacia ella con el rostro enrojecido y una mirada iracunda al gritar:—¡No la amo, Casandra! Es a ti a quien amo, a quien adoro, pero parece que no lo ves. —Se le quebró la voz en las últimas palabras—. Es verdad, eligió a otro, ¿y qué? No la odio, quizá hasta la entiendo un poco ahora, cuando tú también estás desesperada por alejarte de mí, por abandonarme.—No te estoy abandonando, no seas infantil. Te propongo que…—¿Qué? —Sonrió con ironía—. Que seamos amigos, que cojamos de vez en cuando. No, ¡ya sé!, quieres que te compartamos entre Josh y yo. Quizás con Hunter también. E