Alejandra Marie Costa Con mi sobre con el pago de esta semana guardado en la bolsa de mis pantalones, voy al encuentro de Jonathan, no tengo ánimos de conversar con ese hombre, pero que remedio. Cogiendo un poco de valor me dirijo a la mesa, donde permanece sentado concentrado en su teléfono, fijando mi mirada sobre él, debo aceptar que si, mis compañeras tienen razón, Jonathan, es muy atractivo en especial como viste casi siempre con un traje hecho a la medida. Su porte elegante y sexy es responsable que muchas chicas ingenuas como tontas caigan cautivas a sus encantos. Ese fue mi caso, lamentablemente. Pienso con remordimiento. —Y bien que necesitas conversar conmigo —Digo, directo al grano sin tener ningún interés en perder mi tiempo. Cuando estoy junto a la mesa. Eleva su mirada del teléfono estudiando mi rostro, acaso piensa perder tiempo valioso, permaneciendo mudo. Hasta donde se no tengo la capacidad de leer mentes. —Entonces Jonathan, tú dirás —Alejandra, por favor aco
Alejandra Marie Costa Esto debía ser obra de mi padre por mi negativa a volver con Jonathan, no entiendo porque quiere mantenerme atada a un hombre que no me quiere. Que jamás se enamoró de su hija. —Señorita Costa, acompáñeme por favor —Pide uno de los gerentes del banco —Disculpe todo el tiempo que tuvo que esperar tenía que confirmar su reclamo. Guardo silencio siguiendo al hombre a su oficina, luego con su mano me señala donde puedo sentarme mientras toma su lugar en el escritorio. —Sobre su reclamación, lamento informarle que su padre solicito que el dinero en esa cuenta fuera congelado. ¡Congelado! Rabia me invade. Lo siguiente que digo es tratando de no gritar. —Señor Thomas, entiendo que mi padre tiene autoridad sobre sus cuentas, pero no sobre mi cuenta personal, que fue abierta a mi nombre con fondos que yo deposite ¡No, mi padre! Porque no se me notifico que él había tomado atribuciones que no le corresponden. El hombre carraspea su garganta claramente incómodo. —S
Richard Müller —Richard, por favor, no te molestes con mi madre ella, solo se preocupa. Por qué tú ausencia me pone un poco sensible —Expone Victoria, para defender la actitud de su madre. Quien, continua con su mirada enfocada en mi dirección. Ignorando sus agresiones me dirijo a Victoria. —Vitoria, necesito hablar contigo algo muy importante. Podemos hablar en privado solo un momento, por favor —Digo, con toda la intención de terminar de inmediato con esto. De esa manera irme de regreso a New York, necesito saber si Alex está bien, su silencio de todos estos días me incómoda. —No, puedes esperar un poco Richard, apenas vas llegando, seguro estas muy cansado, por el viaje quieres descansar un poco antes y comer lo que preparo Matilde —Dice, Victoria, como si supiera que en esta ocasión estar aquí es diferente. Sin más remedio, y porque no quiero hacerla sentir mal decido quedarme solo el tiempo suficiente. Mientras Marian me dirige una mirada interrogante. —De acuerdo, Victori
Richard Müller No, era como se suponía que abortaría mi situación con Victoria. Independiente el motivo que nos separó, no busco por ningún motivo lastimarla, aunque ella, es en su momento no le importo hacerlo conmigo. Una nota explicando porque me estaba dejando abandonado con mi corazón roto, fue todo lo que destruyo el amor que sentía por Victoria, me llevo mucho tiempo repararlo y ahora que Alex ocupa ese lugar nadie la moverá. Cuando llegue a New York le hablare sobre mi pasado, espero me comprenda. Aunque la verdad no he hecho nada malo, más que ofrecer mi ayuda a Victoria, al no tener a nadie que lo hiciera. Recuerdo ese día hace un año, nuestra boda estaba planeada para realizarse en primavera todos los invitados, esperando en la iglesia, su llegada, como es tradición que la novia haga su aparición al último momento. Me sentía el hombre más feliz del mundo, iba a casarme con la mujer que creí en ese momento, era el amor de mi vida. Pensé que era afortunado por conocer en
Jonathan Bonnet “Despedida resuena en mi cabeza” Así que Mario Costa, cumplió sus amenazas. —Eso no es todo, además perdió su beca universitaria. Quizás pronto hasta donde vivir si no encuentra un empleo en los próximos días —Recalca Eli con su rostro serio. Estoy por decir algo al respecto cuando la puerta de mi oficina se abre dejando entrar a una Melissa sonriente vestida con un vestido elegante. Eso, me recuerda que prometí llevarla a ese club que tanto ha mencionado últimamente. —Pero mi amor aun no estás terminando, vengo por ti para ir al club ¿Espero que no olvidarás que saldríamos con mis amigas y sus esposos? —Dice, Melissa atrayendo hacia ella una mirada no muy agradable por parte de Eli. Para ninguno de nosotros es un secreto que Eli no soporta a Melissa, aunque sabe que es la mujer con la que me hubiera gustado casarme en lugar de Alejandra, para Eli, ella representa solo una amante. Si, tolera su presencia y respeta es simplemente porque sigue órdenes. Pero soy cons
Richard Müller Al colgar la llamada con Alex me concentro con una sonrisa en mi misión. —Esta tobillera es especial con dijes de su elección —Dice la dependiente de la tienda donde me encuentro buscando la joya perfecta para mi niña. —¿Quiero una tobillera que lleve por dijes un rubí y un diamante —Pido, las piedras preciosas de nuestros nacimientos. —Claro, señor tenemos varias elecciones para que elija la más apropiada, solo un minuto regreso enseguida. —Espero —Digo, mientras me relajo en el sofá bebiendo una copa de vino. —Regresara para despedirme de la señorita Victoria —Pregunta Marian, haciendo que mí calma se pierda. —No, iremos directo al hotel, no quiero regresar a esa casa, mucho menos discutir con Milena, que no logra entender la situación con su hija, así que descansaremos lejos de ese estrés, saldremos mañana a primera hora. —Entiendo, eso es lo mejor —Marian, ante mi mirada se queda callada luego de su primer comentario para después agregar —Todo, está listo, e
Alejandra Marie Costa ¡Por favor… por favor! Ruego en mi interior que Eli ¡Por una vez deje de ser tan estricta! con su afán de obedecer órdenes ciegamente termine arrojando mi futuro al precipicio, en algún sitio en su personalidad tan obedece reglas debe existir también una mujer que le tienda una mano a otra en problemas. Que se apiade un poco de mi… —No, encontré a la chica señor —Alivio recorre por mi cuerpo —Si, supongo que solo terminan sus presentaciones luego se retiran. Entiendo, estaré más pendiente, como ordene llegare dentro de unos minutos solo reviso un poco y pregunto dónde puedo buscarla. La mirada de Eli no me pierde de vista murmurando, pequeñas mentira a mi favor con esto siempre estaré eternamente agradecida con ella. Que no me echara de cabeza ya que esta mujer es fiel a mi esposo. Retira el teléfono de su oreja soltando un suspiro por lo visto no, era la única con los nervios de punta en este momento. —Señora Alejandra, me meteré en un serio problema ¡Si!
Alejandra Marie Costa “Jonathan me descubrió” ese pensamiento me golpea al sentir la presión de una fuerte mano reteniendo mi brazo. No, es doloroso pero si con la intensidad necesaria para evitar que escape. Considerando mis opciones de no tener más alternativa me tocara enfrentarlo. Estoy a punto de decir algo, cuando presto más atencion su colonia ese delicioso aroma no corresponde con los recuerdos que guardo en mi memoria de Jonathan. ¡No, se trata de Jonathan! Mi confirmación que no se trata de ese hombre se aclara al escuchar una voz diferente a la de mi esposo, que me arrastra suavemente contra su cálido musculoso pecho. Rodeando mi cintura con uno de sus brazos para mantenerme fija a su cuerpo. ¡Richard!, pero como me reconoció. —Mi niña preciosa, puedo reconocerte incluso disfrazada de un lindo osito —Su cálido aliento mentolado inunda mis sentidos al murmurar tan cerca del lóbulo de mi oreja, que luego coge con sus dientes. Respondiendo a mí pregunta no formulada. —Ri