Al cabo de un rato, Nora se dirigía a la clínica de fertilidad dónde había llevado a cabo su procedimiento de inseminación hace algunos años atrás. Mientras caminaba por la acera, no puedo evitar pensar en todo lo que estaba sucediendo en su vida. Esta había dado un cambio drástico, y por una vez en todos los años estaba sintiendo que era feliz. Zoe se había quedado con Jeremiah, quién le había dicho que no tenía problema en cuidarla mientras ella estaba en la clínica. Nora le agradeció y prometió volver enseguida.Pensó en lo que había sucedido horas antes, y se sonrojó al rememorar los recuerdos de aquel beso. Jeremiah era un hombre increíble, y se sentía la mujer más afortunada del mundo. Sin embargo, también estaban esos pensamientos negativos que le decían que esa felicidad era momentánea y pronto iba a despertar del sueño.—¿Nora?—una voz la sacó de su ensimismamiento.El Chef se encontraba a metros de ella, mirándola con curiosidad. Llevaba una barba insipiente y su aspecto no
—El padre de Zoe es un donante anónimo. Decidí tener un hijo por mi cuenta, sin un compañero —respondió Nora con tranquilidad, notando la sorpresa en la expresión de Elliot.—Wow, eso es... valiente. No muchas personas estarían dispuestas a hacer eso. Nora asintió con gratitud ante el elogio de Elliot. Aunque no le había dicho la razón por la que había elegido tener un hijo.—Fue una decisión difícil, pero no me arrepiento. Zoe es lo mejor que me ha pasado en la vida y no cambiaría nada —agregó con una sonrisa melancólica. Mientras tanto, Elliot reflexionaba sobre las palabras de Nora. Jamás se habría imaginado que una mujer tan joven como ella estuviera tan segura de su decisión. Minutos más tarde, salieron de la cafetería entrando a la clínica donde cada uno tomaría diferentes direcciones.—Nora, agradezco mucho tu compañía y siento mucho haberte interrumpido con mis problemas Nora sonrió y le dio un abrazo rápido.—No, Elliot. Significa mucho para mí poder ayudar de alguna form
Jeremiah, sentado en su despacho, intentaba concentrarse en su trabajo mientras Zoe, la curiosa niña, comenzaba a explorar el lugar. No era ningún secreto que Jeremiah no era precisamente fanático de los niños, ya que encontraba su energía desbordante y su inquietud interminable como un constante desafío a su paciencia. Sin embargo, se había ofrecido a cuidar de Zoe para que Nora pudiera completar algunos asuntos pendientes.Pero había tardado tanto y ya comenzaba a impacientarse. Mientras intentaba concentrarse en su tarea, Jeremiah podía escuchar los pasos de Zoe acercándose cada vez más a su despacho. La curiosidad de la niña era evidente y no tardó en comenzar a husmear en cada rincón de la habitación. Las preguntas no paraban de fluir, interrumpiendo constantemente su concentración.—Jeremiah, ¿qué es esto? —preguntó Zoe señalando un retrato en la pared.—Es una pintura que me regaló mi abuelo —respondió Jeremiah, tratando de mantener la calma.—¿Y por qué tienes tantos libros?
La tormenta arreció implacable contra los cristales del local, esparciendo su furia por las calles de la ciudad. El frío se aferraba a cada rincón, desolando las calles desiertas. No había señales de vida afuera, haciendo la vista más deprimente. Ajeno a todo ello, Elliot perdía la mirada en el horizonte, sumergido en un mar de pensamientos, inmune al tintineo de la campanilla que anunciaba la llegada de un nuevo visitante.Sin embargo, no se trataba de la persona que esperaba.Repasó internamente las palabras que debía decir, pero parecía más complicado pronunciarlo en voz alta.¿Cómo reaccionaría Jeremiah cuando supiera que era su hermano? ¿Le creería? Un suspiro se escapó de sus labios, nervioso de enfrentarse a la realidad de su vida. Había esperado por ese momento, pero jamás imaginó que sería en esa circunstancia.Por otro lado, Jeremiah apresuró el paso bajo el manto grisáceo de nubes plomizas que parecían dibujar el escenario perfecto para un encuentro trascendental. Las call
Jeremiah caminaba con paso seguro por el lujoso bar, rodeado de hombres y mujeres que exudaban riqueza y poder. Mientras se adentraba en el local, pudo divisar a su madre sentada en una mesa apartada al fondo. A su lado, se encontraba el señor Russell, un magnate de la industria, y a su vez, el padre de su ex novia, Jane.Cuando se acercó a ellos, el señor Russell se levantó con una sonrisa cálida y extendió sus brazos en un gesto amistoso.—¡Jeremiah! Qué alegría verte. Ha pasado mucho tiempo.Jeremiah apenas pudo contener su incomodidad, siempre se había sentido torpe y desapegado al mostrar afecto hacia los demás.—Señor Russell, es un placer. Sí, ha pasado bastante tiempo —dijo separándose de aquel efusivo abrazo, y luego miró a su madre—. Hola mamá.Besó su mejilla.—¿Por qué nos hiciste esperar tanto, cariño? —reprochó Sussan—. Giovanni tenía tantas ganas de verte.—Oh no, descuida. Lo importante es que ya está aquí con nosotros —habló el señor Russell.La mirada de Jeremiah se
Nora se encontraba sumida en sus quehaceres domésticos, dedicándose a limpiar a fondo su hogar durante el fin de semana. Cuando de pronto, el timbre sonó anunciando que alguien había llegado. Se dirigió a la puerta y al abrirla, Nora se quedó petrificada al ver a Jeremiah frente a ella. Observó su atuendo desordenado y se sintió incómoda por la imagen que debía dar. Vestía una ramera blanca holgada y unos shorts desgastados, reflejo de su actitud relajada en casa. Sin saber qué hacer, pasó una mano por su cabello desprolijo intentado aplacar su melena castaña. —Hola, Nora —saludó él luciendo perfectamente vestido en un traje negro que le quedaba como un guante.Sus ojos lo recorrieron de pies a cabeza, sintiéndose abrumada por el perfume que emanaba su jefe.—H-hola, ¿Qué haces aquí? No sabía que vendrías —apenas fue capaz de pronunciar, tratando de parecer relajada.—Disculpa, no te avisé. Quería verte —confesó dedicándole una mirada profunda que la dejó sin aliento. Pero Nora se r
Horas más tarde, Jeremiah bajó del auto y rápidamente rodeó el vehículo para abrirle la puerta a Nora. La tomó de la mano, gesto que le sorprendió pero no comentó nada al respecto. Juntos se dirigieron al restaurante ubicado en el centro de la ciudad. El lugar era conocido por la alta calidad de sus platos de mar, y era frecuentado por muchas personas adineradas de la ciudad.Una vez en el restaurante, fueron recibidos por una elegante camarera quien los condujo a la mesa reservada para ellos. El lugar rebosaba de lujo y elegancia, y Nora se sintió un tanto nerviosa al ser el centro de atención al entrar tomada de la mano de Jeremiah, un hombre conocido por todos allí.Mientras tanto, a metros de ellos, se hallaba Sam, una de las empleadas más indiscretas del hotel Beaumont. La mujer había hecho una reservación para sus tíos, quienes se quedaban en la ciudad. A diferencia de su familia, ellos solían darse el lujo de costear frecuentemente lugares como aquel restaurante. Y en esa ocasi
Nora, tras llevar a su hija al jardín de infantes, decidió tomar un taxi para llegar a tiempo al trabajo. Una vez que se bajó del automóvil, se dirigió hacia el hotel y subió hasta el segundo piso, donde se encontraba el área de cocina. Al entrar, se percató de que sus compañeros estaban reunidos, murmurando entre ellos. Movida por la curiosidad, se acercó para averiguar de qué se trataba, pero una de sus compañeras, Hellen, la vio y abrió los ojos sorprendida, lo que provocó que los demás guardaran silencio al voltear y encontrarse con la presencia de Nora.—Buenos días —saludó Nora, intentando romper con la extraña tensión que se había instalado en el ambiente—. Eh ¿Qué... Sucede? Preguntó, sin embargo, los demás la miraban de forma extraña, lo que hizo que Nora se cuestionara si había algo en su rostro o si su ropa estaba arrugada. Pero la razón de las miradas de desaprobación y asombro de sus compañeros era el rumor que Sam, había estado esparciendo. Sam había contado a todos qu