MILAGRO CONCEDIDO

Mirando al hombre que había entrado a la casita, Nayara sostenida por Aarón no podía dejar de mirarlo. Parecía un buen hombre a pesar de lo bien vestido que iba porque en la pequeña mente de Nayara, todas las personas que iban tan bien vestidas como él no podían ser buenas. Solían ser despiadados, tan despiadadas, siempre pensaban que el mundo estaba hecho sólo para ellos. Si la pequeña Nayara supiera que él era su padre.

¿Qué decir de la mujer que tenía delante? ¿Qué decir de su corazón? Amber temblaba, después de tanto tiempo tenía a Damián frente a ella. Al menos su último deseo se había cumplido.

— Creo que llevaré a la niña al parque, Amber. Supongo que tienes mucho de qué hablar con tu... con tu invitado—. Aaron ni siquiera sabía cómo referirse a él.

— Sí, por favor, lleva a la niña al parque.

— Vamos, mi amor, vamos, compraré un helado grande—. Aaron levantó a la niña.

— ¡Shhh! No lo digas en voz alta, mi mami no nos dejará comprar un helado—. Dijo la niña poniéndose un ded
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