EMBARAZADA

      —Oye, ¿estás bien ahí dentro? —Amber oyó que Julia la llamaba.

Comiéndose las uñas, Amber miraba fijamente la prueba de embarazo en sus manos mientras seguía sentada en el inodoro. Sólo diez segundos y sabría si estaba embarazada o no. Claro que no, claro que no podía estar embarazada del hombre que era como su hermano mayor.

— ¡Hey, Amber, háblame! —Julia insistió.

Amber cerró los ojos. Cinco, cuatro, tres, dos... ¡uno!

— ¡Amber!

Amber abrió los ojos e inmediatamente las lágrimas salieron de sus ojos. No podía ser posible. Entre todas las cosas que le podían pasar a ella, esa no podía ser posible.  

Finalmente, salió del baño, Julia estaba allí, la seriedad impresa en su rostro hizo que Amber la mirara.

— ¿Qué? ¿Estás embarazada si o no?

—Julia... estoy embarazada, ¡estoy esperando el bebé de mi hermano, el hombre con el que había compartido mi vida como hermanos!

Y entonces todo lo que Amber pudo sentir fue el abrazo de su amiga que estaba tan conmocionada como Amber.

—No puedo, no puedo tener este bebé, no puedo tener el bebé de Damián.

UNA SEMANA DESPUÉS

Había pasado una semana desde el momento en que Amber se dio cuenta de que estaba embarazada. Habían pasado tantas cosas, tanto en lo que pensar pero ninguna solución que se le ocurriera.

Amber iba a ser mamá, llevaba en su vientre al bebé del hombre con el que compartía techo. De repente su vida había cambiado porque bastó una noche con Damián para quedarse embarazada. 

¿Qué debía hacer? ¿Qué debía esperar de aquello? Ni siquiera sabía si iba a ser capaz de decírselo en cuanto volviera a tenerlo delante. Esa semana lo único que había hecho Amber era huir de Damián.

Ese bebé no podía nacer, no en las circunstancias en las que ella vivía.

De repente, la puerta de su pequeña habitación se abrió. Julia había llegado mientras Damián acababa de dirigirse a la empresa permitiéndole quedarse en casa cuando ella le mintió diciéndole que estaba enferma.

Inmediatamente la puerta de la habitación de Amber se abrió. La cara de preocupación de su amiga lo reflejó todo. Después de todo, todo lo que tenía Amber era a su amiga Julia.

— ¿Estás bien? ¿Cómo te sientes ahora? —Julia preguntó —. Vi salir a Damián, has dicho que estás enferma, Amber, esta mentira no va a durar por mucho tiempo.  

—Estoy bien, Julia. Estoy bien.

—No puedo creer que no hayas querido comer tanto. Ven. He traído leche y pan.

— ¡No quiero comer, quiero deshacerme de mis problemas!

—Tu bebé no debería pagar las consecuencias. Tienes que contárselo todo a Damián. Creía que le estabas diciendo la verdad en cualquier momento.

— ¡Ni siquiera sé cómo acabé en su cama!

— ¿Ah, sí? ¡¿Quieres que hable de eso en verdad?!

— ¡Vamos! No digas nada más!

Julia sonrió. Si observara un poco más a su amiga, vería fácilmente que Amber no estaba tan preocupada como decía estar. Después de todo, parecía estar un poco feliz. ¿Sería posible que estuviera feliz por el bebé que llevaba dentro porque, al fin y al cabo, estaba enamorada de su hermano?

— ¿Amber? —Julia la llamó.

— ¿Mmm?

—Damián te cuidó después de lo que pasó esa noche, ¿verdad?

Amber suspiró después de quedarse mirando a la nada, como si en ese punto invisible pudiera ver las imágenes de esa noche.

— ¡No deberíamos haber hecho eso! —Murmuró Amber, abrazando sus piernas contra su pecho.

—Pero lo hicimos —. Expresó Damián sin mirarla.

Finalmente habían compartido esos sentimientos que ninguno de ellos conocía.  Claro que Damián se sentía algo extraño, ella era como su hermana pero después de esa noche, no iba a ser fácil verla como su hermana. Estaban prohibidos el uno para el otro, ni siquiera deberían estar en esa situación pero al fin y al cabo, lo estaban. 

Justo en ese momento Damián no pudo resistir la tentación de mirarla. Era demasiado linda en esa posición, abrazada a sus piernas, parecía una pobre niña inocente perdida. Damián sonrió.

—Mejillas sonrosadas—, dijo tomándole la mejilla derecha.

Amber levantó la cabeza. Ahora veía en él al hombre que siempre había esperado. Damián no era un mal hombre, sólo era demasiado frío y quizá todo eso cambió en el momento en que se dio cuenta de que estaba solo en aquel mundo tras la muerte de sus padres.

—Mejillas rosadas, ¿puedo llamarte así?

Amber sonrió. —Por supuesto, Damián, por supuesto.

Volviendo a su mundo, Amber se giró para ver a su amiga.

—Damián me cuidó esa noche. Efectivamente lo hizo.  

—Tal vez Damián va a ser feliz con todo esto. Quizá Damián se ponga contento cuando sepa que estás embarazada —. Julia se encogió de hombros divertida.

— ¿Por qué no vas y no le dices la verdad a Damián? Es momento de que salgas de tus dudas, ¿no crees, Amber? —Preguntó Julia mirándola más animada.

Y como si esas palabras hubieran logrado animar a Amber, se levantó de la cama a tomar su bolso.

— ¿Vas a ir a la empresa en verdad?

—Por supuesto, ¿la junta ya terminó?

—Sí, la junta era a las ocho de la mañana.

—Bien. Nos vemos, después, Julia.

—Por supuesto, te deseo suerte.

Y sintiéndose la persona más feliz del mundo, Amber continuó con su camino.

  

      La sonrisa se hizo en el rostro de Amber tan pronto como vio la puerta de la oficina. Estaba lista para entrar y decirle que estaba embarazada cuando de pronto, la voz de una mujer que se contradecía con la de Damián.   

— ¡Solo estás jugando conmigo, Damián! —Gritó Nancy.

— ¡Ya te lo dije, y te lo dije muchas veces, todas las mujeres son iguales y en la vida no hay nada que me vaya a hacer detener! Ya te lo dije Nancy, ni pienses jugar a lo que todas las mujeres juegan cuando quieren retener a un hombre. Ni un hijo me hará cambiar, pobre de ese ser porque de mí no va a sacar nada. ¡¿Lo oíste, lo oíste, Nancy?!

Y desde afuera, Amber lograba llorar lo que nunca antes había llorado.

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