DISPERCIÓN DE SENTIMIENTOS

     Diez minutos más tarde Damián llegó a la habitación donde Amber no parecía tan incómoda como cuando acababan de entrar.

—Damián, ¿dónde estabas? Pensé que estabas aquí para hablar de la reunión de mañana—. quiso saber Amber.

— Si queremos llevar nuestro negocio al siguiente nivel, tengo que saber cómo preparan su comida.

Exacto, Damián quería empezar sus franquicias con comida italiana.

—Traigo esto para celebrar y soportar la noche. —Finalmente, le dejó ver unos cinco o incluso siete platos diferentes con una botella de vino blanco para que descubriera los secretos de los italianos. Amber no podía creer su rápida forma de actuar. — ¿Qué? Ven a comer, hermana.

Hermana, hermana, no era más que su hermana.

       Mirando hacia aquel incierto comienzo, olvidándose de los buenos y malos momentos, querían quedarse con la idea de que iban a triunfar. Aquel viaje de negocios no había sido en vano y, por mucho que tardaran, estaban seguros de que encontrarían la receta adecuada para volver a empezar.

Una, dos, tres... tres horas habían pasado desde que Damián y Amber empezaron a compartir sus alientos envueltos por el alcohol.

Riendo a los pies de la cama, con los platos cubriendo su espacio y en sus manos una copa de vino, Amber y Damián nunca habían compartido un momento como aquel, ni siquiera cuando llevaban años compartiendo el mismo techo.

Apoyada en el hombro de él, ella rió como si hubiera perdido el sentido. —Jajaja, no puedo... no puedo olvidar aquel día en que lloriqueabas cuando eras un bebé.

Damián sonrió, mirándola. Sabía que era hermosa, pero no tan despampanante como la estaba viendo en ese momento.

— ¿No fue gracioso, Damián? Acabamos solos, sin hermanos, sin padres, sin nadie que pueda cuidar de nosotros más que nosotros mismos—. Poco a poco, su voz se fue apagando. —Nuestros padres murieron en aquel naufragio y nos dejaron solos. Al menos tú tienes dinero. Yo no tengo nada.

La sonrisa de Damián se borró de su cara. —Espera, Amber tú no...

— ¿No qué? Vamos, tenemos que dormir… —Ella dijo, tratando de levantarse pero siendo cortada por el agarre de Damián que la hizo sentarse pero ahora, demasiado cerca de él, donde sus miradas podían ser leídas por el otro par de ojos.

¿Qué decir de los sentimientos que ardían en su interior? ¿Qué decir del deseo que sentían sin que el otro lo supiera? ¿Qué decir de sus respiraciones que habían aumentado la demanda de aire? Por fin, demasiado cerca el uno del otro, Damián y Amber parecían tener derecho a intercambiar todos esos sentimientos a través de sus miradas.

El alcohol corriendo por sus sistemas, la droga en el vino haciendo ese deseo más fuerte y Amber siendo la única mujer allí mismo.

—Ojalá no fueras mi hermana—, y entonces, Damián la tomó por la nuca y la besó apasionadamente.

—Ojalá no fueras mi hermano—, expresó Amber entre el beso.

Su pecho subía y bajaba, Damián había logrado separarse de ella en el momento en que la escuchó decir esas palabras.

— ¿Qué has dicho?—Le preguntó.

— Damián, yo... yo... yo... no deberíamos.

Una vez más el deseo se consumió, los labios rosados de Amber eran la invitación perfecta para entrar en ella. Tal vez tenía razón, no debían. No eran hermanos de sangre, desde luego, pero ¿y esa pasión que sentía ahora que la estaba tocando?

Era el momento de consolidar ese deseo y... el amor. El amor que no sabía que sentía por ella desde el principio. Sus verdaderos sentimientos tenían que ser mostrados de una ve por todas. 

DOS MESES DESPUÉS

Bostezando mientras esperaba a su amiga donde la había dejado, Amber esperó a que Julia volviera con los cafés que le había prometido después de que Julia pudiera empezar a hablar sobre el nuevo trabajo que su jefe dijo que podía ofrecerle. Sentada en el banco al lado de la cafetería a la que siempre iban a relajarse antes de volver a sus tareas en la oficina, Amber pudo ver como su amiga se movía con dificultad.

— ¡Hola! —Dijo Julia, sentándose al lado de Amber mientras le daba un café.

Amber no pudo evitar mirarla fijamente. No era la misma Julia que conocía desde hacía un par de años. Julia parecía no querer moverse tanto. Incluso su mano derecha estaba en su vientre.

— ¿Qué pasa contigo? ¿Estás bien? —Preguntó Amber mientras reía al ver a su amiga así.

Julia miró a Amber. —Los molestos dolores de estómago. ¡Estoy en mi período!

Amber se rió. Cada vez que estaba con la regla se ponía así.  ¿Cómo fue que no lo pudo adivinar antes?

— ¡No puedo creer que no sientas nada cuando tienes la regla tú, Amber! —Se quejaba Julia.

De repente Amber dejó de reír como si esas palabras la hubieran golpeado fuerte. Si lo pensaba un poco más, Amber no había tenido la regla pero... ¿desde cuándo?

Empezó a recordar cuando fue la última vez que se sintió como Julia se estaba sintiendo. Si no se equivocaba fue hace dos meses. No había estado estresada, había estado comiendo bien. ¿Qué le pasaba?

—Hey, ¿qué pasó? —Julia preguntó al ver que su amiga se había quedado completamente callada.

—Julia, yo…

— ¿Qué?

—Julia, yo no he tenido la regla —. Amber dijo.

Los ojos de Julia se abrieron de par en par. Por supuesto que sabía lo que había pasado con Amber, por supuesto que sabía todo sobre su vida, incluyendo esa noche que Amber tuvo con su hermano no por sangre sino por costumbre.

— ¿Qué? Amber, ¿qué estás diciendo?

—Sí, Julia, no he tenido la regla.

— ¡Oh, Dios mío! Amber, ¿qué estás diciendo? Tuviste una aventura de una noche con el Sr. Slimth, lo dijiste... ¡¿Amber, estás embarazada?! —Jadeó.

Amber sonrió nerviosa. No podía ser posible, no podía ser verdad. Ella no podía estar embarazada de su hermano, bueno, al final no eran hermanos de sangre. ¡Pero habían crecido juntos! Eso era lo que importaba en ese momento. Nada sería igual si ella en verdad estaba esperando un hijo de Damián.

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