Ya armada de valor, salió seguida de la pelirroja al patio donde se encontraba Héctor charlando animadamente con Fares, el jardinero, mientras secaba el auto ya lavado. Fares decidió alejarse al ver que se acercaban las chicas. Héctor se volteó para verlas y las sonrió educadamente.
—¿Ya te marchas? —le preguntó a la visitante.
—Depende, ¿prefieres que me quede?
—No me has dado tu nombre
—Cierto, me llamo Alba Roja.
—Vaya, ¿por qué no me sorprende? — preguntó irónico y observó a Hannah que parecía nerviosa jugando con sus manos. — ¿Te encuentras bien? — preguntó preocupado.
—¿Te refieres a mí? — preguntó ella un poco agitada, le daba miedo lo que estaba a punto de hacer, ya lo había hecho antes, pero esta vez era diferente. — Por supuesto.
—No pareces estar bien.
—Tiene razón Héctor, ¿Por qué no le cuentas lo que sucede, Hannah? — intervino Alba, ella la miró y regresó la mirada a Héctor.
—¿No te estabas yendo?
Durante casi todo el día siguiente Hannah lo estaba evitando, si no se encontraba encerrada en su cuarto, le hacía compañía a Cándida en la cocina. Evitaba hablar de lo que había sucedido el día anterior, de sus sentimientos y de lo que pensaba hacer. Estaba regresando a su cuarto mirando a los lados por si veía a Héctor. Al no verle, corrió por las escaleras hacia su cuarto, sin embargo, tuvo que detenerse de pronto al encontrarlo junto a su puerta, pegado su espalda contra la pared, la estaba esperando a ella con los brazos cruzados, —Me pregunto ¿hasta cuándo piensas dejar de evitarme? —No te estoy evitando. —¿Eso crees? Pues entonces hablemos de nosotros, de lo que pasó y de lo que estamos sintiendo. —Dijo acercándose a ella después de llevarse las manos a los bolsillos. —Y dime que no estabas jugando conmigo. —Te prometí que ya no jugaría contigo. ―dijo nerviosa al tenerlo cerca. ―Además… ¿cómo sé que no eres tú el que está jugando conmig
Eran ya las seis de la tarde, Hannah se metió en la ducha, tenía que estar lista para cuando regresara su madre y la gente a la que había invitado y de la que ella no conocía. Durante el resto del día no había vuelto a hablar con Héctor, pero tenía tantas ganas de estar con él. Sin embargo no podían arriesgarse a ser descubiertos. Se preguntaba cómo lo tomaría su madre si le contaba lo que pasaba entre ellos ¿la dejaría estar con él o le pondría pegas? Su madre no parecía de esas, pero en cuanto a esos temas uno se puede esperar cualquier cosa. Después de darse la larga ducha, se ató con una de sus toallas, no sabía qué ponerse. Entró en su vestuario y buscó algo para vestirse, quería verse elegante, pero sin llamar mucho la atención. Cada semana su madre la traía vestidos nuevos de su colección y ahora tenía demasiados que no sabía por cuál optar. Sacó un vestido negro y se miró al espejo, no estaba segura así que los siguientes quince minutos los pasó intentando co
De pronto él se detuvo y la miró mostrándose confuso. —¿Qué? —¿Hay algún problema con eso? —Si te di tu primer beso eso quiere decir que… —Sí— ella lo cortó, no quería escuchar esa última parte. Hannah se quedó a mirar cómo la observaba, ¿cuál era el problema? ¿Es que le molestaba que fuera el primer hombre de su vida? ¿Y si no hubiese sido así cómo se comportaría? —No sabía que eso te molestaría —dijo ella sintiendo un nudo en la garganta. —¿Por qué? —ella no entendía la pregunta—¿Por qué no te has enamorado hasta ahora? ¿Es que no había nadie? —De niña me hice amiga del hijo de uno de los amigos de mi padre— forzó una sonrisa apartando avergonzada la mirada de él—. Le prometí que lo esperaría y me daría mi primer beso. Supongo que solo eran cosas de niños y que no tenía por qué cumplir esa promesa sobre todo cuando hasta ahora no he vuelto a saber nada de él, pero aun así lo hice. —Entonces ¿por qué me besaste
Héctor atendió a la llamada del padre de Hannah; los encontró a los tres en la mesa, obviamente estaban esperando más gente. Le echó un vistazo a Hannah, pero ella no lo miraba, seguía enojada con él. —Héctor, no mencionaste que eras el hijo del Oliver— dijo Georgina con sorpresa. —Necesitaba este trabajo. —¿Pero por qué? —quiso saber Simón que se había sorprendido al descubrir que él era el guardaespaldas de su hija. —No creo que lo necesites. Lo siento, pero creo que tendré que despedirte— concluyó. Hannah lo miró sorprendida. —¿Perdone? — preguntó Héctor desconcertado. —Eres el hijo de mi mejor amigo, si necesito que te sientes a la mesa conmigo no debes trabajar para mí, ¿me entiendes verdad? —Sí señor, pero no tiene por qué invitarme, me gusta lo que hago. —Pero ¿qué crees que pensará Oliver si descubre que su hijo trabaja para su amigo? Héctor se puso tenso, le molestaba que lo que hiciera tuviera algo que ver con
Una vez llegado, tomó el ascensor y subió a su piso. Ya en el rellano, sacó las llaves de su bolsillo y caminó hacia su apartamento, pero para su inesperada sorpresa había dos guardaespaldas a cada lado de su puerta. Se detuvo confuso por un instante, pero después supo a lo que se enfrentaba; cuando creía que ya nada podía ir a peor, se estaba dando cuenta de lo equivocado que estaba. Se acercó y su puerta estaba abierta, le hubiera sorprendido que fuera distinto. Exhaló profundo, listo a enfrentarse lo que le esperaba. Dentro de su apartamento se encontraba la única persona que podía conseguir entrar en su apartamento sin su permiso y sin su llave. Estaba sentado en su sofá con las piernas cruzadas, a la sombra y con un vaso de wiski en su mano. —A pesar de tu pésimo gusto, tienes buen ojo para las bebidas. — dijo removiendo el vaso. Héctor depositó las llaves sobre la mesita y se quitó la chaqueta que estaba toda mojada. —¿A qué has venido papá?
Su padre no era el único que había tenido visita ese día. Horas después de que se fuera Oliver, vinieron a por ella Sergio y Alba Roja. —Le conté lo mal que te sentías y me convenció a que viniéramos por ti. — justificó Sergio mientras Alba Roja la estaba dando un abrazo. —Necesitas despejarte un poco. —continuó Alba. —Os lo agradezco mucho, pero no creo que esté de ánimos para nada. —Suponía que dirías algo parecido, pero es que no tienes elección, te vienes con nosotros. Vamos a cambiarte— la arrastró por las escaleras. — Pero ¿qué haces? —Os espero aquí en el salón. Las dos llegaron al cuarto y Alba se acercó a su vestidor a buscarle algo que ponerse. —Sergio no me ha contado gran cosa, así que esperaba que me contaras qué es lo que os ha pasado realmente. La última vez estabas decidida a estar con él sin importar las consecuencias. —¿Y qué fue lo que te contó Sergio? —Cosas como que nuestro Héctor es
<<Quiero que recuerdes siempre que pase lo que pase, yo siempre he estado enamorado de ti y seguirá siendo así mientras no me cierres nunca la puerta de tu corazón ¿puedes prometerme eso?>>Hannah se despertó sobresaltada con aquellas palabras rezumbando dentro de su cabeza. Tal vez pareciera una pesadilla, pero aquellas palabras se las había dicho Héctor antes de que ocurriera lo que acababa de pasa ¿será cierto que sí la amaba? Estaba agitada y le palpitaba violentamente el corazón. De pronto le entraron ansias enormes de verle, de estar con él y volver a escuchar su voz. Lo amaba.Tomó rápidamente su móvil de la mesita. Lo encendió y decidió leer los mensajes que le había dejado quien hacía unos días era su guardaespaldas.<<Por favor, necesito verte. He sido un idiota, lo
Ella seguía mirándolo, estaba tan guapo como siempre. Por primera vez desde que había aparecido en su vida, no llevaba traje, aparte de aquel día en que fue a buscarlo a su apartamento; llevaba puesto unos vaqueros negros con una camisa blanca, estaba tan atractivo que empeoraba la situación, por no hablar de aquellos ojos rojos que la volvían loca. Después de un largo silencio, ella apartó la mirada sobre él y habló con el corazón roto. —Me lo prometiste Héctor, prometiste que no ibas a hacerme sentir como me siento ahora. ¿Por qué lo hiciste? No pudo controlar las lágrimas que en ese momento estaban amenazando por derramarse. A Héctor se le partió el corazón al oírla hablar de ese modo, podía sentir lo dolorida que se sentía. Quería acercase a ella y abrazarla, pero sabía que ella no se lo permitiría. —No te imaginas cuánto lo siento. Esa nunca fue mi intención. Mi promesa fue no hacerte saber lo que era tener un corazón roto y pienso cumplirlo si me lo per