El camino hasta el instituto es tranquilo y silencioso, solo abrimos la boca para acordar desayunar en la cafetería del instituto, que sorprendentemente está abierta a estas horas de la mañana. Todavía no hay casi nadie en el recinto escolar, y puedo contar unos tres coches aparcados en la zona de estudiantes. Isis aparca muy cerca de la entrada, y al bajarnos caminamos los dos solos por los pasillos. Yo doy gracias porque no bajara la mochila de clase de su coche, de otra manera tendría que haber ido a recogerla muy temprano. Recorremos el largo pasillo hasta dar con las puertas que salen al patio, y allí puedo divisar a algunas personas en la cafetería, la mayoría son profesores, pero aun así hay alumnos con libros sobre las mesas.
Agarro la mano de Isis y entrelazo nuestros dedos antes de empujar las puertas de cristal y hacernos paso dentro
—Te brillan los pantalones –ríe, y señala mis pantalones, que efectivamente están iluminados por la pantalla de mi teléfono –. Cógelo.Resbalo fuera de la cama y me pongo los calzoncillos antes de coger el teléfono y ver un número desconocido.— ¿Quién? –bramo.—Uy, joder, que humos macho –se burla Elías al otro lado del teléfono.Camino de nuevo a la cama, y me siento en el borde de ésta mirando un punto fijo en la pared.— ¿Qué quieres?—La amiga esta de tu novia... –chasquea la lengua, y suspira –joder cómo se
Lleva la barba algo poblada, y se nota que alguien se la afeitado no hace mucho mientras el chico estaba todavía en un sueño duradero. Pero sigue teniendo los mismos ojos de hijo de puta y la misma sonrisa arrogante que me muestra cuando cae en la cuenta de quién soy.—Joder... –tose, y agarra un vaso de agua que hay en la mesilla de su lado –no pensé volver a ver a ninguno de la pandilla, no vivo.Marc entra en la habitación, y mira al chico suspirando. Traviesa la estancia y se sienta en un sillón que hay al lado de la cama con una libreta y un bolígrafo.—Muy bien Marcos, explícame qué recuerdas de antes de que cayeras en coma –pide Marc.—Después de todo sigues d
Me quito de encima las sábanas de mi cómoda cama, y apago la alarma del móvil deslizando el dedo sobre la pantalla. Estrecho la colcha sobre mi cuerpo con más firmeza unos segundos antes de lanzarla a los pies de la cama y arrastrar los pies hasta la ducha, donde me obligo a despertarme con agua medianamente caliente. Froto todas las partes de mi cuerpo con el jabón estúpido de olor a miel que me hizo comprar, y con la estúpida esponja azul que compré. Repaso la parte delantera de mi cuerpo, y sonrío al verme la polla y recordar los labios de Isis sobre ella. Me remuevo el pelo bajo el agua, quitando el champú, y apago por fin el grifo del agua, agitando la cabeza para quitar las gotas de agua que amenazan con caer. Piso la alfombra del baño, y me enrollo la única toalla que tengo alrededor de la cintura. Ya queda menos para que tenga el carnet de conducir y mi nuevo c
Y aquí estoy yo, a las ocho de la noche y vestido como un gilipollas listo para llamar a la puerta de mi novia.Carlota no me ha dejado ver que ha preparado, me ha echado de mi casa cuando todavía quedaba hora y media que recogiera a Isis, y me ha dado tiempo a recoger mi espectacular Audi negro del taller. Puede que el hombre se haya sorprendido cuando he llegado y he apretado el botón de las llave para descubrir cuál de esos coches era el mío, y más cuando le he sacado el dedo mientras salía de allí con la ventanilla bajada.Llevo mi mano al timbre de la casa, lo aprieto rápidamente, y me coloco de brazos cruzados con una expresión neutra en la cara, y espero a que Isis me abra para poder ver cómo se ha vestido, y es que a pesar de no poder hacer nada sexual, no necesito follar con e
Me despierto con Isis casi encima de mí, y veo que todavía quedan dos horas para entrar a clase, por lo que la despierto poco a poco, y me causa ternura ver cómo se frota los ojos y me sonríe calurosamente mientras se despereza.—Buenos días –susurro con voz ronca.—Hola.Me paso una mano por la cara, y por mucho que haga no consigo despertarme, así que acuno la cara de Isis con mis manos y pego nuestros labios unos segundos sintiendo nuestros labios moverse juntos.—Ahora sí son buenos.Se quita la sábana de encima, y una sonrisa socarrona se instala en mi cara al ver cómo la camiseta se la ha subido y ahora se la ven las bragas negras de
El camino hasta la casa cutre de Carlos se me hace demasiado corto, y casi que no me da tiempo a pensar que cojones va a hacer, entonces un crío de no más de quince años abre la puerta de madera rota y astillosa, y se hace a un lado dejándome pasar. Agradezco que la casa esté a unas calles de la de mi madre, de otra manera me pillarían volviendo a estar metido en esta mierda. Las paredes desconchadas blancas y el techo con grietas solo me dicen que esta casa ha pasado por muchos puñetazos y algún que otro balazo. Camino entre la mierda del suelo, llegando al amplio salón, dónde lo más cuidado que hay es la televisión de setenta pulgadas y los sillones de cuero junto con estanterías llenas de libros que seguramente escondan cocaína entre las páginas.La cabeza calva de Carlos asoma por el respaldo del so
A la mañana siguiente, me despierto con dolor de espalda y de cuello, y me tengo que frotar los ojos para ver a Matt durmiendo en el suelo junto con Pamela y Daniel. Ayer por la noche Elías y Carlota tuvieron que ir a por las cosas de Elías al reformatorio, y se despidieron de nosotros, avisándome Elías de que hoy no iría al instituto y se quedaría aquí conmigo. Bella montó escándalo, echándome la culpa de lo que le ha pasado a su hija, que lo es, porque es mi culpa, pero no lo admitiré delante de ella ni de nadie.Me froto la cara con ambas manos, y suspiro frustrado, mirando fijamente la pared blanca y azul que tengo delante.—Perdone –una enfermera me toca el hombro, y reconozco que es la que ayer me echo de la habitación –. La paciente ya ha desperta
Mi madre y Marc charlan durante el viaje, y me entero de que se conocieron hace dos semanas, cuando transfirieron a Eric de comisaría y se hicieron amigos, pero ninguno sabía quiénes eran en realidad fuera de la comisaría.Olivia duerme en la silla que hemos tenido que acoplar en el asiento, y me he peleado con el carro unos minutos bajo la lluvia hasta que he conseguido cerrarlo y meterlo en el maletero del coche patrulla. Marc aparca cerca de mi coche, justo en la plaza de al lado, y me excuso con ellos dejándolos en el coche para salir pitando hacia la habitación de Isis. Pillo el ascensor abierto, e ignoro a las tres enfermeras que hay dentro cuchicheando, solo aprieto el botón de la segunda planta, y me paso la mano por el pelo mojado, quitando el exceso de agua de este.— ¿A qué planta v