255. Inicio de la caída

Mason

Mi escondite era un laberinto de corredores oscuros, paredes húmedas y celdas improvisadas donde mantenía a los lobos que usaba para manipular a otros. El olor a miedo y desesperación impregnaba el aire, mezclado con el aroma metálico de la sangre seca. Un silencio opresivo envolvía el lugar, roto solo por los gruñidos y gemidos ocasionales de los prisioneros. Caminaba de un lado a otro en mi oficina, sintiendo el peso de la derrota inminente. Mis aliados caían, uno por uno, como piezas de dominó.

“¡Idiotas! ¿Cómo pudieron ser tan inútiles?” El vaso en mi mano se rompió, derramando whisky sobre el suelo de concreto. Mi mente hervía con pensamientos de venganza y frustración. Sarah, con su habilidad en la que tanto había confiado, ahora era inservible. Su poder se había desvanecido, y con él, una de mis mayores ventajas. La imagen de ella, frágil y derrotada, me llenaba de desprecio.

“Ni para eso sirvió. Loba estúpida e inútil.” Pisé los vidrios rotos en el suelo, como deseando a
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