254. Dolor Infinito

Ravenna

Mis piernas me llevaban automáticamente por los pasillos de la mansión de Ragnar, mientras mi mente hervía con la discusión con Benjamin. El deseo de encontrar a nuestra hija, Rubí, y la frustración por la creciente tensión entre nosotros se mezclaban en un torbellino de emociones. Apenas podía ver por dónde caminaba; mis ojos estaban empañados por las lágrimas que no dejaban de correr.

Pasé junto a varias personas en los pasillos, todas mirándome con curiosidad o lástima. Ignoré sus miradas, esquivándolas, buscando desesperadamente un lugar donde pudiera estar sola. Finalmente, encontré un alivio momentáneo al divisar el jardín. Era un oasis verde en medio de la imponente estructura de la mansión, un lugar donde esperaba encontrar algo de paz.

La suave brisa de la tarde tocó mi rostro cuando salí al jardín. La fragancia de las flores en plena floración, una mezcla de rosas y jazmín, intentó, sin éxito, calmar mi mente. El sol se filtraba entre los árboles, creando patrones de
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