Prisionera del CEO
Prisionera del CEO
Por: Arileydi
Vendida

-No puedo creer que mi madre haya sido capaz de hacerme algo como eso – gritó Amelia con fuerza mientras daba un fuerte golpe sobre la pared y raneaba por la ira.

-Debes calmarte Amelia y comenzar a pensar las cosas con mente fría – le dijo Wanda su mejor amiga tratando de hacerla entrar en razón.

- ¿En serio me estas pidiendo que me carme después de que tu misma eres testigo de lo que mi madre acaba de hacer? – le preguntó Amelia con rabia sin poder entender la postura de su amiga.

-Solo digo que si piensas las cosas con la mente fría será más fácil resolver el problema – respondió Wanda tratando de mantenerse tranquila, ya era suficiente el gran enojo de su amiga, a pesar de que ella se sentía extremadamente indigna, no era capaz de entender como una madre podía llegar a hacerle daño a su propia hija.

-Yo sé cómo resolver este problema y lo haré de inmediato – dijo Amelia tomando su bolso y los papeles que estaba leyendo en sus manos.

Salió de la oficina de Wanda como alma que lleva el diablo con los ojos enrojecidos por la ira, llevándose llevar por el impulso que se hacía evidente en ese momento. Ella simplemente no podía creer que su madre haya sido capaz de venderla por unas acciones al ceo de construcciones A y A.

Ella entendía que ser socia de esa empresa no solo le daba dinero a su madre, sino que también prestigio y poder por ser una de las más grandes de todo el país. Amelia siempre supo que el sueño más grande de su madre era ser poderosa y ella siempre consideró esa empresa como suya ya que estuvo trabajando en ella desde sus inicios. Así fue como se convirtió en la arquitecta de mejor rango en todo el estado. Amelia creía que su madre había alcanzado su sueño después de abandonarla con su padre para dedicarse a trabajar en cuerpo y alma a esa empresa. Pero era evidente que sus sueños eran aún más grandes, ella quería ser socia y no le importaba a qué precio, incluso entregó a su propia hija.

-No puedo creer que me hayas vendido Natalia – dijo Amelia mientras lloraba y lloraba con gran dolor en su corazón – otra vez te decidiste de mí y yo ya te había perdonado, pero lo hiciste otra vez y ahora peor.

Amelia se sintió incapaz de seguir conduciendo por el momento así que se paró a la orilla de la carretera. No pudiendo contener las lágrimas puso sus brazos en el volante y luego recostó su frente de sus brazos mientras las lágrimas seguían saliendo de sus ojos sin control.

-Que sola me has dejado papá – exclamó Amelia al recordar lo mucho que su padre la había amado – sin ti no soy nada, me siento sola, triste y desamparada.

Los recuerdos de la muerte de su padre la estaban golpeando duramente en ese momento. Quizás porque se dio cuenta de una manera terrible que a su madre seguía sin importarle, como cuando la abandonó.

- ¿Por qué volviste por mi si no me querías? – preguntó Amelia, mientras pensaba en la manera en que su madre la rescató de la miseria en que la había dejado la muerte de su padre. Las lágrimas seguían corriendo por el rostro de Amelia mientras ella ardía en coraje. La ira volvió a envolverla y de inmediato reemplazó su gran tristeza, ella comenzó a conducir de nuevo con una ansiedad insaciable por enfrentar a su madre.

¿Cómo podría una madre hacerle algo así a su propia hija? Era la pregunta que rondaba la cabeza de Amelia mientras conducía a gran velocidad hacia la casa de su madre. Necesitaba enfrentarla y hacer que ese contrato sea disuelto. Amelia era una mujer completamente independiente y no podía pertenecerle a nadie más que a ella misma.

¿Cómo se atreve ese hombre a querer comprarme? ¿Acaso no le quedó claro que no me interesa? – preguntó Amelia en voz alta al recordar como en el pasado Ángel había intentado seducirla descaradamente, pero ella lo había ignorado dejándole claro que no estaba interesada.

Amelia llegó a la casa donde vivía con su madre y subió las escaleras a grandes sacadas, tomando los escalones de dos en dos.

Abrió la puerta de la habitación de su madre sin pedir permiso pues en ese momento no tenía tiempo para eso.

- ¿Qué clase de madre eres tú? – preguntó Amelia con rabia mientras le lanzaba el contrato que su madre había firmado con el CEO. Interrumpiendo el descanso embellecedor de su madre, que yacía en una cómoda muy relajada.

- ¿Cómo te atreves a irrumpir en mi habitación de esta forma Amelia? ¿acaso no tienes ni un gramo de respeto? – preguntó Natalia mientras se ponía de pies con enojo., ignorando por completo la pregunta que le había hecho su hija.

-Al menos yo solo estoy irrumpiendo en tu habitación, sin embargo, tú crees que puedes entrar en mi vida y manejarla a tu antojo. Desde ahora te advierto que no te lo voy a permitir – dijo Amelia de forma amenazadora, estaba tan enojada que sentía que iba a estallar en ese momento.

- ¿De qué rayos estás hablando niña insolente? – preguntó Natalia mientras recogía los papeles que Amelia había lanzado antes.

-No entiendo por qué estas tan escandalizada – dijo Natalia al darse cuenta de que se trataba todo ese drama. Ella respiró más tranquila y volvió a sentarse sobre la cómoda cruzando sus piernas en el proceso. No podía entender por qué Natalia se escandalizaba si según ella con ese contrato estaba arreglando la vida de todos.

-Me has vendido por unas miserables acciones ¿qué parte de mi escandalo es la que no entiendes? – dijo Amelia aún más molesta que antes al ver el cinismo de su madre.

-Eres una mal agradecida, aparte de que te he arreglado la vida para siempre y te atreves a venir aquí a faltarme al respeto – dijo su madre sin cambiar su postura tranquila y relajada.

- ¿Me arreglaste la vida vendiéndome a alguien más? -Amelia se rio con sarcasmo - tú no tenías derecho a hacer eso, no eres mi dueña y tampoco ese señor lo será – gritó Amelia con ira. No podía creer que le estaba arruinando la vida y que encima de todo pretendiera que le agradeciera.

-Lo siento querida, pero el trato ya está cerrado y no hay vuelta atrás – dijo su madre como si se tratara de la venta de un inmueble.

-Pues lo siento por ti, tendrás que devolver tus tontas acciones porque nunca voy a ir con ese hombre – dijo Amelia y luego salió de la recamara de su madre cerrando la puerta con un gran portazo que provocó que todo el que estaba en la casa se escandalizara.

Su madre por su parte se quedó recostada como si no hubiese escuchado nada. Las palabras de Amelia ni siquiera la inmutaron ella estaba completamente segura de que lograría su objetivo sin importar lo que tuviera que hacer. Ella siempre soñó con ser socia de esa empresa y ahora que lo había logrado no lo perdería por nada, aunque eso supusiera tener que amarrar a su hija para entregársela al ceo.

-Al fin estoy logrando mis objetivos y no serás tú niña insolente la que lo impida – dijo Natalia en voz alta mientras se acomodaba mejor.

Amelia fue a su habitación y comenzó a descolgar todas sus ropas, después de lo que su madre había hecho no pensaba quedarse bajo el mismo techo que ella. Lo cierto es que aún no sabía que haría con su vida, pero sea lo que sea lo haría lejos de su madre.

-Me arrepiento tanto de haberme mudado contigo – dijo Amelia mientras se apuraba a empacar todas sus cosas – ni siquiera eres digna de ser llamada madre Natalia, no mereces el título de mujer – Amelia decía esas palabras mientras pensaba que una mujer no podría ser capaz de hacerle tal daño a otra, aunque no fueran familia.

-Aaah, soy tan estúpida – gritó Amelia mientras tiraba un jarrón al piso – y pensar que te entregué toda mi herencia ¡eres una bruja Natalia! Esta vez no voy a perdonarte nunca.

Amelia estaba recordando todo lo que había sufrido mientras era niña debido a la falta de su madre y culpaba a Natalia por todo su sufrimiento.

Amelia se sentó en borde de su cama y trató de calmarse, ella sabía que tenía que pensar las cosas con la mente fría, ya no podía cometer errores. Ella tapó su cara con sus dos manos mientras pensaba en todas sus posibilidades. Ella ya había guardado todas sus pertenencias en algunas maletas y resolvió que por lo pronto lo único que podía hacer era pedirle ayuda a su mejor amiga. Wanda vivía sola en un gran departamento y no tenía a quien rendirle cuentas de nada, además era su mejor amiga desde hace tres años, lo más probable es que no la dejaría en la calle.

Amelia se sintió lista para marcharse después de asegurarse de que guardó todo lo que le importaba. Llamó a dos sirvientes para que la ayudaran a bajar el equipaje. Una vez los sirvientes llegaron a su recamara ella le indicó cuál sería su tarea, ellos tomaron las grandes maletas y comenzaron a bajar las escaleras detrás de ella. Es verdad que había vivido en esa habitación durante tres años de su vida, pero no estaba ni un poco triste por tener que dejarla. En ese momento lo único que ella quería era poder alejarse lo más posible de Natalia, para Amelia ella no era digna de ser llamada mamá.

Amelia iba cruzando la puerta de salida de la gran mansión cuando la voz fuerte y atemorizante de su madre la dejó paralizada por unos segundos.

- ¿A dónde vas Amelia? – preguntó su madre con esa voz aguda que desde siempre le había infundido gran temor a Amelia.

Amelia se paralizó y aunque quería ser lo suficientemente fuerte para terminar con su madre algo en ella aun la hacía débil cuando la escuchaba hablarle de esa forma.

Antes inundada por la ira fue capaz de reclamarle por haberla vendido, pero ahora sin el coraje asfixiante casi no le salían las palabras. Amelia aún estaba molesta, pero mientras empacaba le dio tiempo a pensar en muchas otras cosas y en ese momento el coraje no la cegaba por completo.

-Entiende que no puedo dejarte ir, no puedo darme el lujo de quedarle mal al CEO – volvió a gritar su madre como si estuviera hablando de cualquier cosa – ya el contrato está firmado y en este acuerdo he sido yo la que he ganado, de ninguna manera permitiré que este trato sea disuelto.

Esas palabras volvieron a encender la ira de Amelia la cual se giró para poder mirar a su madre a la cara.

-Lamento romper tus sueños madre – fue lo único que Amelia dijo antes de salir e indicarles a los sirvientes que guardaran su equipaje en el baúl de su carro. Aunque Amelia intentó disimular, las palabras de Natalia golpearon con fuerza en su corazón, abriendo una herida grande y dolorosa.

Ella se subió, arrancó el motor de su coche y se alejó de su casa, mientras su madre se quedaba mirando como Amelia se alejaba generaba un plan para cumplir con su parte ante el CEO de construcciones A y A.

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