—Abre los ojos, Sam, no hagas trampa, no le temas a la imagen que allí verás. Yo la he visto varias veces y no es tan fea.
Ella sintió que sus ojos picaban, pero no debía llorar. Se mordió los labios, decidida a aguantar. Nada de lo que Vlad le hiciera sería nuevo, pensó, ya lo había hecho con él muchas veces y no era tan malo como quería creer. Y, aunque le doliera admitirlo, también se sentía mejor de lo que debía.
Estaba lista para sentirlo deslizándose dentro de su cuerpo cuando una sonora nalgada la hizo gritar. Fue más de la sorpresa que del dolor.
—Esto es para que aprendas que, aunque estés en tu tiempo libre, yo sigo siendo tu amo ¿Lo entiendes, Sam?
—S-sí, amo.
Una nueva nalgada en el mismo lugar. Sonó igual que la anterior, pero le causó escozor.
—No tienes permitido ser insolente con tu amo, a menos que yo te lo ordene.
—Sí… amo.
Otra nalgada. La hizo apretar los ojos.
—No volverás a llamarme señor Sark
Sam abrió los ojos y quiso cerrarlos inmediatamente. Escondió la cabeza bajo la almohada.—No tienes nada de qué avergonzarte, Sam —dijo Vlad, con una deslumbrante y ciertamente sádica sonrisa—. Yo soy tu amo y tienes que obedecerme. Todo lo que hiciste anoche fue porque yo te ordené hacerlo ¿No? Soy un hombre muy malvado.Eso era completamente cierto. Ella era la víctima de los tratos crueles y lujuriosos de Vlad Sarkov, de sus torturas irresistibles y del placer insoportable que le causaba. ¡Ella era la víctima!—Usted es un monstruo, amo —dijo por fin, volviendo a poner la cabeza sobre la almohada.Vlad la besó. Ella todavía tenía las curitas pegadas en el rostro. Con su dedo dibujó la de la frente, trazando todo el borde. Le hacía falta una en el pómulo y más aroma a desinfectante de heridas no estaría mal, pensó él.—Sam ¿Qué hiciste con el inmovilizador de tu brazo?
La serenidad que Sam veía en el rostro de Vlad Sarkov era una trampa. Una mano dulce y cálida que se extendía para luego cogerla y lanzarla a un abismo. Tenía miedo, amaba la vida que llevaba antes de llegar con los Sarkovs, pero tantos secretos acabarían por enfermarla. La verdad la liberaría. Tomó su decisión.—Amo, antes de que decida cualquier cosa sobre mí, tenga en cuenta que soy muy torpe y que las soluciones que encuentro para los problemas también suelen serlo.—Habla de una vez antes de que me enfade.¿No estaba enfadado todavía? ¿Y qué era esa cara de perro rabioso que tenía ahora? Un embustero, eso era. Todos podían mentir y tener secretos, menos ella. Qué injusta era la vida.—Amo Vlad, ¿recuerda que Su se accidentó?Él asintió.—Yo intenté conseguir una masajista a tiempo. Créame que busqué a todas las de la ciudad, pero ninguna podía venir con tan poco de an
Sam terminó de alistarse y salió de la residencia de la servidumbre. Tenía un trabajo como fotógrafa. Esperaba poder ver a su jefe antes, pero él no había llegado. Debía haberlo hecho hacía tres horas atrás. Nada le había pasado, eso era seguro pues la señora andaba de lo más feliz con los preparativos de la cena. Cuando comprendió que sus preocupaciones eran absurdas e innecesarias olvidó el tema y arregló todo lo que necesitaría para su trabajo.Esta vez no le habían exigido usar vestido así que se vistió cómoda y casual. Estaba esperando su taxi en un banco del jardín cuando el auto de su jefe llegó. Se levantó rauda para alcanzar a saludarlo, olvidando lo absurdo e innecesario que era, pero no por mucho tiempo. Se detuvo a medio camino, observando oculta tras un árbol. Su jefe no venía solo. De su brazo colgaba Mika, que no dejaba de reír. Él también le sonreía en ocasiones. Era una escena de lo más irreal y se preguntó si no estaría soñando.
Sam llegó a la habitación de su jefe vistiendo su pijama peludo. La señora le había dado mucho en qué pensar. Demasiado en qué pensar ¿Qué era eso de las operaciones? Si ella lo decía era porque él ya lo había hecho antes ¿No? Igual podía ser que sólo nombrara perversiones al azar, pero conociendo a su jefe, él era capaz de eso y mucho más.Vlad estaba leyendo en la cama cuando ella llegó. Dejó el libro a un costado y la llamó a su lado. Sam fue a paso lento y como si cargara el mundo sobre sus hombros.—¿Qué te pasa? ¿Estás enfadada?—No, sólo estoy cansada.—Si tus trabajos de fotógrafa te quitan la energía para servirme a mí, tendrás que dejarlos.—¡No, amo, no! No es mi cuerpo el que está cansado, es mi cabeza… trabajar aquí es muy estresante.En un repentino movimiento la acostó en la cama, quedando sobre ella. La besó hasta dejarla sin aliento mientras recorría cada
En cuanto Sam se abrochó el cinturón de seguridad del avión, Vlad le dejó una pila de carpetas para que revisara durante el viaje. Encima estaba el estado de cuenta de su deuda, que pormenorizaba cada cobro con lujo de detalles, desde el pago por adelantado con el que comenzó y toda la lista de faltas y “crímenes” con las que se había vuelto prisionera. ¿Qué pensaría al respecto la persona que había redactado el excéntrico documento?. Quizás lo había hecho él mismo. Lo importante era que, con toda la sangre, sudor y lágrimas invertidas desde que su condena comenzó, había pagado apenas una vigésima parte de la deuda. Iba a ponerse a calcular cuánto tiempo le quedaba, pero eso no le sería realmente útil.—El trabajo de asistente de un CEO como usted deber ser mucho mejor remunerado que el de su sirvienta ¿No?—Estás en lo cierto.Eso sí le serviría y le vendría de maravillas para su deuda. De su bolso sacó una libreta y come
Vlad Sarkov se dejó caer en el sillón de la suite de su hotel. Había regresado con Markus, dejando a Samantha haciendo negocios con el inversionista. Con su pie golpeaba el suelo repetidamente. Fue hasta el balcón y se palpó los bolsillos del pantalón. Se miró las manos ¿Por qué había hecho eso? Era algo que los fumadores hacían, lo había visto en sus mayordomos cuando iban al jardín a fumar, pero él no fumaba. Se pasó las manos por la cara y él cabello, exhalando pesadamente. Habían pasado cuarenta minutos desde que dejaran el hotel donde se llevó a cabo la reunión. Volvió a entrar.—¿Ella sigue allí? —le preguntó a Markus.El hombre usaba su teléfono. Se mensajeaba con alguien.—Sí, amo. No ha salido.Vlad golpeó un jarrón. Se hizo trizas contra el suelo. Los arranques de ira no eran comunes en él, no con su poder para ocultar sus emociones. Había ira en sus ojos, pudo ver Markus, que lo miraba como quie
Sam se despertó en una cama tamaño King, como las que estaban en las habitaciones principales. Eso y el conocido aroma a loción de afeitar en el aire le indicó que estaba en la habitación que ocupaba su jefe en el hotel. Tenía puesto el pijama y su piel olía a gel de baño. Ella no se había dado un baño y tampoco era la amnésica de la historia. El culpable apareció en su estrecho campo de visión desde un costado. Sus pisadas se oían como las de un elefante. Y había demasiada luz, tanta que le lastimaba los ojos.Por eso y otras cosas ella no solía beber, salvo en contadas ocasiones. Cuando estaba furiosa era una de ellas.—Lo odio —le dijo en cuanto sus ojos hicieron contacto—. Es una persona repugnante.Él se sentó en la cama, con expresión seria y un moretón en el costado de la boca.—¿Por qué mi madre fue a tu habitación? ¿Qué es lo que hablan a escondidas tú y ella? ¿Qué tipo de trato tienen? Dime la ve
La cabeza de Sam estaba más tranquila cuando se despertó. Había tenido un sueño que ella consideraba una intrigante revelación. La pequeña Sam corriendo con todas sus fuerzas por el bosque donde se había perdido, corriendo por entre los árboles oscuros, viendo a lo lejos un claro. Corría hacia la luz, allí estaba la libertad. Al llegar se encontró con un lago de aguas cristalinas y en ellas vio su reflejo. Tenía su peinado de bailarina. Nunca le gustó ese peinado. Cuando quiso desarmarlo, descubrió que en vez de manos tenía patas con pezuñas. Se había convertido en un cervatillo.Entonces, oyó la voz de Vlad Sarkov. Al volverse se encontró con un enorme dragón de tres cabezas, que se movían en el aire como serpientes. La de en medio era Vlad, a los costados estaban Anya y Tomken Sarkov. De sus bocas, enormes dientes se asomaban relucientes y les salía vapor de la nariz.La cabeza Vlad habló. Dijo algo que ella no pudo entender porque no ha