—Señora, necesito que me diga qué le ocurre a su hijo.
—Nada, Ingen está perfectamente bien. Es un poco tímido, tiene asma y esa condición en sus ojos, pero el resto está bien.
—Hablo de Vlad.
Samantha se había acercado a hablar con la señora en la terraza. Su jefe estaba en el despacho desde el amanecer y no le había abierto la puerta.
—Vlad está perfectamente. Tuvo un largo viaje y necesita espacio —dijo ella, bebiendo un sorbo de té y volteando la página de la revista de modas que veía.
¿Espacio? Sospechaba que ni con el mundo entero le bastaría.
—Señora, sé que hay algo más. Él se comporta como si no me conociera.
La mujer soltó una risotada.
—Eres sólo una sirvienta, Sam. No creas que porque te permitió meterte en su cama serás algo más.
Definitivamente no conseguiría nada con ella salvo enfadarse. Fue por Ingen. Él n
Samantha no creyó lo que había oído. Permaneció inmóvil, tan asustada como un conejo en la carretera, como un cervatillo. Su corazón se había montado en una montaña rusa desde que su jefe regresara y ya no daba más de la angustia.—Sam —volvió a decir él, rozándole el cuello con la nariz— ¿Por qué estás llorando?—Me… me cayó jugo de limón en los ojos —dijo ella, dándole rienda suelta a su contenido llanto.Se cubrió la boca, intentando no hacer mucho ruido, pero sus quejidos y lamentos se colaban por entre sus dedos. Él la guio hasta una silla. Le levantó el rostro y le limpió los ojos con un paño húmedo. Ella lloró todavía más.—Llamaré a un médico.—¡No, no!... No es necesario... Estoy bien…—No lo parece.—Tuve una pesadilla horrible… todavía estoy asustada… —dijo ella, hipeando por el convulso llanto que ya iba en retirada.—Ya no ere
Samantha preparaba el baño en la tina de hidromasajes como su jefe le había ordenado. Agregó sales y jabón para que quedara burbujeante y relajante. Con la mano probaba la temperatura del agua. No dejaba de pensar en lo que había oído. Lo que más la mortificaba era que quizás la señora tuviera razón y ella fuera la responsable del episodio de amnesia de su jefe. El horrible beso que le había dado pudo haberlo traumatizado o revivir traumas del pasado. Era difícil de creer, considerando que se comportaba como un tirano despiadado y sin emociones, pero todo era posible. Quizás y fuera más sensible de lo que parecía.A la hora indicada fue a esperarlo en la entrada.—¿Qué te pasó? Luces como si hubieras visto un fantasma.Ella, toda pálida y temblorosa, sólo abrió de par en par sus ojos verdes y balbuceó un no ahogado, como si hablara para adentro en vez de para afuera. Las rarezas con esa mujer nunca acababan, pensó Vlad, ye
Los ojos de Samantha se abrieron a una luminosa blancura, cegadora. Ardía y dolía. Le dolía todo, hasta el cabello. Eso era bueno, supuso. No le faltaba nada. Despegó la cabeza de la almohada y se miró los pies. Seguían allí y se movían, distinguió con la vista borrosa. Habría sonreído si la cara no le hubiera dolido tanto.Oyó voces fuera de la puerta. A la habitación del hospital entró una mujer de delantal blanco y alguien que reconoció como Vlad Sarkov. Todos los dolores se intensificaron.La mujer le iluminó los ojos y comprobó su estado, le hizo preguntas generales y dio su veredicto.—Ya estás de alta —le dijo.—Pero me duele todo… Debo tener muchos huesos rotos.—Te hicimos radiografías y también un escáner. Estás perfectamente bien, sólo tienes algunos hematomas y unas fracturas en la clavícula derecha y en el brazo del mismo lado. Necesitarás llevar el inmovilizador por un tiempo y guardar reposo. Estarás más cómoda en tu casa.—Mi
Esta vez no h**o una blancura cegadora cuando Samantha se despertó. Estaba en la habitación de su jefe, pudo notar por la tenue luz que entraba a través de las cortinas, que seguían en su lugar pese a ya ser de día. Él estaba sentado en el sillón, a varios pasos de la cama. Notó su silueta, más no su expresión.—¿Qué pasó? —preguntó, mirándose toda lastimada y adolorida.—Lo hicimos —dijo él, con gravedad.—¿Qué hicimos?—¿No lo recuerdas?Samantha se tocó la cabeza, le palpitaba como si le hubiera crecido un corazón. Intentó hacer memoria. Todo su cuerpo parecía anestesiado, como si flotara en el cielo. ¡El cielo! Unas crípticas imágenes y placenteras sensaciones le llegaron, fragmentadas, imposibles de unir para recrear algo que no fuera un sueño sucio. Y con un ángel. Eso ya sobrepasaba todos los límites de la decencia y la moral. Tal vez ir tanto a la iglesia le estaba haciendo mal.Nada de eso podía decírselo a su jefe, no señor,
Anís. Ese era el sabor de los besos de Vlad Sarkov. Antes no pudo notarlo, cuando era Maya y lo besó a la fuerza para impregnarle el aliento a cebolla, ajo y pescado. Se alegró de no haber sentido el sabor de la boca del demonio entonces, apenas su textura y casi ni la recordaba. Debía ser por eso que sus besos se le hicieron tan familiares, así como sus manos recorriéndola por todas partes. Cerró los ojos, pensando. Éste era el siguiente paso, inevitable, predecible. Luego de hacerla dormir en su cama, esto era lo que venía, ella ya lo sabía. Y venía en el peor momento.—¿No vas a mirarme, Sam? —preguntó Vlad, empujando más fuerte dentro de ella.—No... —balbuceó ella, tapándose con el brazo bueno.Si los sonidos que hacía su jefe la tenían tan húmeda y temblorosa, no imaginaba lo que le pasaría al verlo. No, ni hablar. Estaba segura de que, si miraba al demonio a los ojos, acabaría hechizada por su maligna influencia, ac
Samantha se llevó una mano a la boca. Los gemidos eran incontenibles y no quería que la escucharan. Justo con la alarma había comenzado el ataque mañanero de su jefe. Las manos que iban por todas partes, los besos húmedos y hambrientos, la firmeza innecesaria en las zonas lesionadas, eran un cóctel frenético que la hacía estremecerse. Dolía tanto ¿Sería igual de doloroso si no estuviera tan herida? ¡No¡ Aquel pensamiento sólo le traería problemas. No podía ni siquiera imaginar que esta situación se prolongara en el futuro más allá de una semana, no aguantaría tanto, la pasión desbordada de su salvaje jefe acabaría lisiándola.Por fin la tortura acabó. La presión en su cuerpo se alivianó y dejó de ser acosado por la lujuria inesperada de Vlad Sarkov. Él se dejó caer sobre su torso, apoyándole la cabeza en el hombro bueno, aunque de bueno ya no le quedara mucho. Ella permaneció inmóvil, recuperándose de los espasmos que la recorrían de pies a cabeza. Los dol
Los ojos del hombre se deslizaban sin pena por todo su cuerpo. Una sensación inquietante y muy conocida la invadió.—Yo… Yo trabajo para el amo Vlad… Él se enfadará si lo hago para alguien más.Con una sonrisa cínica él le soltó el mentón y ella retrocedió unos pasos.—Debes hacer un muy mal trabajo si terminaste así.—Fue… fue un accidente automovilístico.—Sí, por supuesto —dijo él, sin ocultar la expresión sarcástica—. Entonces, según tú, Vlad se enfadará si te pido que me traigas un whisky.Samantha estaba pensando demasiado y sus pensamientos estaban enlodados de suciedad. Apenada fue hasta el interior de la casa y le llevó el vaso de whisky a la terraza. Como era habitual, permaneció parada junto a él por si le pedía algo más.—¿Qué tipo de trabajo haces para Vlad?Sam sintió picor en el hombro, allí donde estaba plasmada la factura
Sábado, mediodía. Habían pasado diez minutos desde que Vlad le dijera a Samantha que saldrían. “¿A dónde?”, había preguntado ella, con su expresión de cervatillo en la carretera frente a un camión maderero a toda velocidad. “Ya lo sabrás”, dijo él, con su expresión de demonio sensual recién salido del averno.En cuanto su trasero tocó el asiento del auto, Sam se puso el cinturón de inmediato. No lo usaba cuando ocurrió el accidente, Julian tampoco porque habían decidido que era más urgente besarse primero. El ángel que podría haberla salvado ya no estaba y ahora ni siquiera sabía si saldría con vida de la salida con su jefe. No recordaba haberlo hecho enfadar. Últimamente lo dejaba hacerle lo que quisiera y, si eso no bastaba para mantenerlo sereno, ya no sabría qué más hacer.—Relájate ¿Por qué estás tan nerviosa? ¿Has hecho algo malo?Ella negó más de la cuenta. Vlad arqueó una ceja, mirando por su ventanilla. El lujoso