Sam hojeaba la revista de modas, sin prestarle mucha atención. Todos sus sentidos estaban enfocados en Anya Sarkov. La mujer la había invitado a tomar un té a la terraza y Sam no pudo negarse, en parte porque era la madre de su novio y también porque no deseaba hacerla enfadar. Sin embargo, la razón más importante era otra. Estaba segura de que la mujer estaba al tanto de las oscuras andanzas de su esposo y quién sabía de qué más.
—Los diseños de Jean Lu fueron un éxito en la semana de la moda de París. Mi boutique traerá la colección con modelos exclusivos, podríamos ir de compras.
Sam la miró boquiabierta. Esa sí que era una propuesta inesperada. Se recuperó prontamente, intentando actuar con naturalidad.
—Claro, señora. Yo con gusto la acompaño.
—Necesitas algo especial para ir a la cena de la empresa la próxima semana ¿Vlad ya te invitó?
—No, señora.
Él ni siquier
—Ay Vlad, esto es tan rico…—Puede serlo mucho más.La mujer, con las piernas enrolladas fuertemente en la cadera de Vlad, dio un grito, en parte por el inmenso placer que le causaba tenerlo tan adentro y también por lo que se estaba clavando en la espalda. Era duro y grueso. Vlad aumentó la frecuencia de sus embestidas. Ella dejó de gritar cuando su boca se dedicó a succionar el cuello del hombre. Él gruñó, embistiéndola con más fuerza. Otros gritos, gemidos y gruñidos se unieron al escándalo, agudizado por una avalancha de juguetes que les cayó encima. Eran ruidosos. Cualquiera que los hubiera oído creería que se trataba de una escena del crimen, estaban matando a alguien ahí dentro.Diez minutos después, la supuesta muerta se asomó por la puerta del estrecho armario, con las ropas revueltas y el cabello negro y rizado enmarañado. Se apresuró a cerrarla cuando vio que había alguien afuera.
Habían pasado cuatro años desde el incidente con Antonella y Vlad seguía sin saber por dónde empezar a contar lo ocurrido. Él mismo se había enterado de la historia por partes, armándola como un puzzle, sin tener la certeza de que la imagen que resultara fuera la correcta o se pareciera un poco a la realidad, bien podía haberse equivocado al interpretar los hechos, pero era lo que había.—Creí que mi madre se había enterado de lo nuestro y se había deshecho de ella. Luego, cuando descubrí que Antonella me había robado, supuse que ese había sido el motivo para hacerla desaparecer, su traición.Era mucho más que una traición, había sido un crimen atroz. No sólo se había llevado el dinero de Vlad, sino parte de su bondad también, de su confianza en el mundo. Esa mujer tan perversa encajaba bastante bien en la familia Sarkov.—Y ahora resulta que está viva.¿Estás seguro de que es ella? —cuestionó Sam.Ha
Anya y Sam regresaron a la mansión. No mencionaron nada de lo sucedido, Sam lo había querido así. Iba a esperar el momento preciso para hablar, y reclamar si era necesario. Esperaría a observar el proceder de Vlad. Él siguió sin comentarle sobre la cena y, cuando llegó el día sábado, salió bien temprano de la mansión. “Tengo algunos asuntos que atender”, dijo él, dándole un beso en la mejilla.Asuntos que atender con un enorme busto, completó mentalmente Sam.“Todo esto que ves lo volvía loco antes y lo sigue haciendo ahora”.¿Qué habría de cierto en las palabras de la mujer?. De sólo pensar que Vlad la llamara con el nombre de algún animal como hacía con ella le revolvía el estómago. Debía meditar todo con mucho cuidado, con la mente fría y el corazón bien puesto, para que no lo inundaran los celos y la ira, arrastrándolo a un abismo. Ella no iba a aceptar una infidelidad, por supuesto que no, pero presentía que esa
Sentado en su trono, eso pensaba Vlad del asiento de su oficina, oía los detalles de su agenda de la semana. Lo más próximo era una reunión a las tres de la tarde. Una aburrida reunión como tantas otras. No importaba. En su empresa no se movía un papel sin que él lo supiera, sólo allí todo ocurría como él deseaba y nadie obraba a sus espaldas. Allí él tenía el control.Y cuando algo no salía como él quería, se encargaba de que el resto lo lamentara, así lo sabía muy bien Elisa, que había sufrido una considerable reducción de su salario por hablar de más. Era su responsabilidad por no haberle dicho que mantuviera su ausencia en reserva. Le descontaría sólo por tres meses, con eso aprendería.—Ayer fue la reunión entre su padre y el grupo Inver —informó ella.Estaba de pie junto a su escritorio, tan pulcra y perfecta como siempre. Tan bien informada como siempre.—De los tratos con Inver se encarga mi madre
Sam caminaba por los pasillos de la mansión Sarkov. Había estado unos cuantos meses allí, pero se sentía como si hubiera pasado años sufriendo y riendo entre sus muros. Ciertamente le producía sentimientos encontrados. Ganaban los positivos, por eso seguía allí a pesar de todo. Su amor por Vlad e Ingen eran superiores al miedo y se alegraba por eso, en ellos encontraba el valor para continuar.En esa casa también había madurado, la universidad Sarkov y los múltiples roles que se había visto obligada a ejercer la habían dotado de experiencia para enfrentar la vida, así lo veía ella, todo era una oportunidad para aprender. De ser maestra pasó a ser sirvienta, sumergiéndose a la oscuridad de la esclavitud, a la injuria de la esclavitud sexual, pero ascendió para convertirse en novia secreta, maestra de nuevo y luego novia oficial. Ahora era la novia engañada y caminaba para llegar al escenario donde interpretaría su más reciente rol: la cómplice de Vlad Sarko
Vlad se detuvo. Miró su reloj. Su ritmo cardiaco no superaba las ochenta pulsaciones, excelente para haber estado corriendo. Secó el sudor de su frente y continuó su rutina de ejercicios por los alrededores de la mansión. Lo dicho por Sam seguía dando vueltas en su cabeza. Era una ingenua si había caído con unas cuantas palabritas dulces de su madre. Y esa ingenuidad no era nada buena para ella. Su progenitora estaba hundida hasta el cuello, no tenía dudas y pronto tendría evidencias para alejarla de sus vidas para siempre. Para alejarlos, corrigió, llegando a la mansión. Estacionado frente a los pinos estaba el auto de su padre. El hombre estaba junto a la puerta.—Tu madre está histérica. La mansión no es un buen lugar para estar ahora mismo —le dijo, con una cínica sonrisa.Para su progenitor no era un buen lugar para estar con demasiada frecuencia. Acababa de llegar y ya se estaba yendo.—Dos mujeres, Vlad. ¿Desde cuán
—Las entradas se agotaron en quince minutos. Tuvimos suerte en alcanzar a comprarlas —decía Eva.Esperaban en la fila para ingresar al recinto donde se realizaría el concierto. Luego del viaje de tres horas en auto, por fin estaban a pocos minutos de disfrutar del espectáculo, aunque lo hicieran prácticamente desde los últimos lugares. No alcanzaron puestos mejores.Sam no había sabido nada de Vlad luego de la discusión en la mañana. Tal vez ya había ocurrido el atentado contra Antonella. Estaba nerviosa, no se atrevía a llamar para preguntar. Quizás y hasta la regañaba por haber ido al concierto de todos maneras.No. Nadie le iba a arruinar el placer de disfrutar de tan ansiado concierto. Miró el cintillo con el nombre de Caín que tenía en la mano, se lo puso y entró en modo fan. Ya no era Sam, la novia de Vlad Sarkov, era una pecadora, ese era el nombre de las fans de Caín. Ella era la pecadora 3478 y no podía estar más
Por entre los frondosos árboles, una silueta se vislumbró, veloz como un rayo. Corría rápido, corría para salvar su vida. Sus finas patas de ciervo tenían la agilidad del viento y con él se enfilaba hacia un lugar seguro. Al brincar por sobre un fino arroyo, no aterrizó sobre sus cuatro patas, sino sobre dos, y sus resoplidos ahora eran la jadeante respiración de una muchacha.Tras ella iba Vlad el cazador, imparable, ineludible, implacable e irresistible.—¡Cervatillo Sam, es hora de follar! —vociferaba sin vergüenza alguna en la impunidad de la espesura.La escurridiza presa ahogó un gemido mordiendo su labio. Volvió a correr, con el corazón retumbándole en los oídos.—¡Mientras más huyas, más duro te daré cuando te agarre!Las piernas de Sam no se veían de lo rápido que iba, ya volaba por entre los árboles y arbustos. Un tronco caído se interpuso en su camino. Estaba hueco y ella