—Por Dios, Sam… ¡Por Dios, Sam! —exclamaba Augusto, aferrándose la cabeza.
El interrogatorio había concluido. Sam no era buena mintiendo, sobre todo cuando las mentiras empezaban a enredarse unas con otras, cada una más grande y retorcida que la anterior. Bastó un poco de presión por parte de sus padres para que lo acabara contando todo, sin censuras. Todo lo ocurrido con los Sarkovs desde su llegada a la mansión era conocido ahora por ellos.
—¡Por Dios, Sam, por Dios! —seguía exclamando su padre, yendo de un lado a otro en la sala.
Majo nada había dicho. Oyó todo en silencio y se quedó con la vista fija en la alfombra, pensando.
Sam suspiró. Dar el paso que había dado, y que tanto le había costado, era abrumador. Sus secretos habían sido expuestos, habían dejado de ser secretos. La vergüenza, la tristeza y el dolor se peleaban por su atención. Había Sam para todas esas emociones y muchas más. Lo que no po
Sólo sonidos de platos y cubiertos se oían en el comedor de los Sarkovs. Podría pensarse que era un desayuno silencioso más si no fuera porque nadie intercambiaba miradas. La cansada expresión de Anya no lograba ocultarse tras el maquillaje, hasta más anciana se veía. Vlad miraba el puesto vacío frente a él. Allí debía ir Ingen. El niño se había sentado prácticamente al otro extremo de la enorme mesa con tal de no tenerlo cerca. Y miraba su comida con furia, todo lo miraba con furia. No pasaría mucho hasta que la ira que anidaba en él se desbordara. Vlad no se extrañaría si acababa apuñalándolo con un tenedor, sobre todo cuando lo empuñaba y se quedaba mirándolo fijamente, hipnotizado con su brillo. Se estaba convirtiendo en un niño diabólico.Su familia parecía estar derrumbándose en el silencio.—¡Buenos días! —saludó Sam, con su voz melodiosa y una radiante sonrisa.El siniestro comedor pareció iluminarse con su presenc
—En serio, Sam, es como si hubieras resucitado —le dijo Kel.Aunque Sam ya no era una sirvienta, la ayudaba en sus labores igual que antes. Vlad estaba trabajando, Ingen en la escuela, no tenía trabajo como fotógrafa, no había nada más que pudiera hacer y el aburrimiento era perjudicial para el cuerpo y la mente, así se lo había dicho su abuela cuando aprendía a tocar flauta china. La mujer cambiaba constantemente de pasatiempos, sus intereses eran sumamente volubles, pero le gustaban bastante los instrumentos exóticos.Sam no había heredado su talento para la música, no señor. Sus padres la habían hecho tomar clases de piano a temprana edad, pero su coordinación le hizo imposible llegar a producir algo bueno para la salud auditiva. Ni hablar de su voz, Sam no cantaba, aullaba. Eso no la detenía de ir al karaoke de vez en cuando con sus amistades. Los verdaderos amigos eran los que seguían a su lado luego del karaoke. Cuando iba con Félix,
Vlad estaba sentado a la cabeza de la larga mesa con los directivos. Lucía radiante y descansado. Nadie imaginaría que hubiera estado bebiendo hasta altas horas de la madrugada. La única hora que saldría con Sam acabó por alargarse, un trago llevó a otro y ella terminó bailando sobre la mesa. La Sam ebria y feliz era muy diferente de la Sam ebria y furiosa.Era atrevida, un cervatillo salvaje. Recordar el seductor striptease que ella le había dedicado casi podía hacerlo sonrojarse. Sin embargo, allí estaba, el frío, despiadado, altivo e indiferente Vlad Sarkov, con la vista fija en las gráficas y sus curvas ascendentes, concentrándose por alejar de su mente las enloquecedoras curvas de su novia. Nadie imaginaría los sucios pensamientos que él tenía, mezclándose con las cifras de las utilidades de su división en las empresas Sarkov. El hecho de que estuviera pensando en una mujer ya les parecería extraño.Nadie se atrevía a decírselo, pero
Sam hojeaba la revista de modas, sin prestarle mucha atención. Todos sus sentidos estaban enfocados en Anya Sarkov. La mujer la había invitado a tomar un té a la terraza y Sam no pudo negarse, en parte porque era la madre de su novio y también porque no deseaba hacerla enfadar. Sin embargo, la razón más importante era otra. Estaba segura de que la mujer estaba al tanto de las oscuras andanzas de su esposo y quién sabía de qué más.—Los diseños de Jean Lu fueron un éxito en la semana de la moda de París. Mi boutique traerá la colección con modelos exclusivos, podríamos ir de compras.Sam la miró boquiabierta. Esa sí que era una propuesta inesperada.Se recuperó prontamente, intentando actuar con naturalidad.—Claro, señora. Yo con gusto la acompaño.—Necesitas algo especial para ir a la cena de la empresa la próxima semana ¿Vlad ya te invitó?—No, señora.Él ni siquier
—Ay Vlad, esto es tan rico…—Puede serlo mucho más.La mujer, con las piernas enrolladas fuertemente en la cadera de Vlad, dio un grito, en parte por el inmenso placer que le causaba tenerlo tan adentro y también por lo que se estaba clavando en la espalda. Era duro y grueso. Vlad aumentó la frecuencia de sus embestidas. Ella dejó de gritar cuando su boca se dedicó a succionar el cuello del hombre. Él gruñó, embistiéndola con más fuerza. Otros gritos, gemidos y gruñidos se unieron al escándalo, agudizado por una avalancha de juguetes que les cayó encima. Eran ruidosos. Cualquiera que los hubiera oído creería que se trataba de una escena del crimen, estaban matando a alguien ahí dentro.Diez minutos después, la supuesta muerta se asomó por la puerta del estrecho armario, con las ropas revueltas y el cabello negro y rizado enmarañado. Se apresuró a cerrarla cuando vio que había alguien afuera.
Habían pasado cuatro años desde el incidente con Antonella y Vlad seguía sin saber por dónde empezar a contar lo ocurrido. Él mismo se había enterado de la historia por partes, armándola como un puzzle, sin tener la certeza de que la imagen que resultara fuera la correcta o se pareciera un poco a la realidad, bien podía haberse equivocado al interpretar los hechos, pero era lo que había.—Creí que mi madre se había enterado de lo nuestro y se había deshecho de ella. Luego, cuando descubrí que Antonella me había robado, supuse que ese había sido el motivo para hacerla desaparecer, su traición.Era mucho más que una traición, había sido un crimen atroz. No sólo se había llevado el dinero de Vlad, sino parte de su bondad también, de su confianza en el mundo. Esa mujer tan perversa encajaba bastante bien en la familia Sarkov.—Y ahora resulta que está viva.¿Estás seguro de que es ella? —cuestionó Sam.Ha
Anya y Sam regresaron a la mansión. No mencionaron nada de lo sucedido, Sam lo había querido así. Iba a esperar el momento preciso para hablar, y reclamar si era necesario. Esperaría a observar el proceder de Vlad. Él siguió sin comentarle sobre la cena y, cuando llegó el día sábado, salió bien temprano de la mansión. “Tengo algunos asuntos que atender”, dijo él, dándole un beso en la mejilla.Asuntos que atender con un enorme busto, completó mentalmente Sam.“Todo esto que ves lo volvía loco antes y lo sigue haciendo ahora”.¿Qué habría de cierto en las palabras de la mujer?. De sólo pensar que Vlad la llamara con el nombre de algún animal como hacía con ella le revolvía el estómago. Debía meditar todo con mucho cuidado, con la mente fría y el corazón bien puesto, para que no lo inundaran los celos y la ira, arrastrándolo a un abismo. Ella no iba a aceptar una infidelidad, por supuesto que no, pero presentía que esa
Sentado en su trono, eso pensaba Vlad del asiento de su oficina, oía los detalles de su agenda de la semana. Lo más próximo era una reunión a las tres de la tarde. Una aburrida reunión como tantas otras. No importaba. En su empresa no se movía un papel sin que él lo supiera, sólo allí todo ocurría como él deseaba y nadie obraba a sus espaldas. Allí él tenía el control.Y cuando algo no salía como él quería, se encargaba de que el resto lo lamentara, así lo sabía muy bien Elisa, que había sufrido una considerable reducción de su salario por hablar de más. Era su responsabilidad por no haberle dicho que mantuviera su ausencia en reserva. Le descontaría sólo por tres meses, con eso aprendería.—Ayer fue la reunión entre su padre y el grupo Inver —informó ella.Estaba de pie junto a su escritorio, tan pulcra y perfecta como siempre. Tan bien informada como siempre.—De los tratos con Inver se encarga mi madre