—¡Mami!
—¡Samy, querida!
Las mujeres se abrazaron en el penthouse del lujoso hotel. Se abrazaron como si no se hubieran visto en años, cuando desde el cumpleaños de la abuela habían pasado apenas unos cuantos meses. El padre también la abrazó. Fue un abrazo más bien cauteloso. Tenía una mirada inquisitiva. Sam no lo notó, estaba feliz de haber logrado llegar a salvo. Y cómo no hacerlo si efectivamente pidió que alguien fuera a recogerla. Su padre no envió a cualquier chofer, el hombre conocía a su hija, la conocía tan bien como a su esposa o a sí mismo y esa voz llena de angustia y miedo no le fue indiferente. Envió por ella a Vincent, ex militar, experto en combate cuerpo a cuerpo y uso de armas y jefe de seguridad de su cadena de hoteles. Ella iba a llegar a salvo, por supuesto que sí y le diría de una vez por todas lo que estaba ocurriendo.
Fueron a sentarse a la terraza, desde donde tenían una vista magnífica del valle
Al día siguiente de su decisión de arrancarse a Vlad del corazón y de todas las partes en que estaba, Sam tuvo su primera recaída. En su computador buscó noticias sobre Ardelia.No encontró nada. Ningún medio de prensa comentaba lo ocurrido, ni siquiera en publicaciones anteriores, que ya no estaban disponibles. Alguien había hecho un excelente trabajo cubriendo el tema y había resultado tal como Igor había prometido.Se alegró de estar lejos. Se alegró por Ken, que tendría un respiro de todo el asunto. Hasta ahí llegaba su felicidad. Esperaba que Vlad e Ingen estuvieran bien. La tentación de llamarlo se diluía al ver su teléfono descompuesto. No le sobraba el dinero como para comprar uno nuevo. Félix dijo que se lo repondría si superaba el desafío “dos semanas sin el intenso”.Mitad de la primera semana.Sam y su madre fueron de compras. La mujer iba dispuesta a comprarle todo lo que ella le pidi
“Tu novio”, había dicho su madre.Sam había dejado de tener un novio hacía dos semanas. En ese tiempo incluso llegó a cuestionarse haber tenido realmente uno. Se había convencido de que todo había sido una fantasía, mitad pesadilla, mitad sueño húmedo. Y ahora, completamente segura de que estaba despierta, el sueño había ido por ella.—¿Dónde está? —preguntó, levantándose.—Lo vi del otro lado, hablando con unas chicas. Lo llamé, pero no me oyó. Tal vez no era él. —Majo volvió a sentarse, bebiendo un sorbo de su cóctel.Sam no perdió tiempo. Debía confirmar con sus propios ojos si era él o no. El restaurante de forma ovalada estaba emplazado en la playa, con las mesitas y sus quitasoles repartidos a su alrededor. Dio la vuelta, buscando a alguien parecido a Vlad entre los bañistas y clientes. Un hombre alto, de cuerpo atlético y bien parecido no destacaba tanto en una playa tan exclusiva como aquella, dond
—Me llamo Samantha, pero puedes llamarme Sam —se presentó ella, con una radiante sonrisa.—No voy a llamarte de ningún modo. Vete y no vuelvas, no quiero tener problemas en mi trabajo por tu culpa.—Yo no quiero causarte problemas, todo lo contrario. Puedes contar conmigo si necesitas algo, lo que sea. Considérame tu aliada. —Se bajó de la mesa y caminó hacia la puerta—. ¿Puedo invitarte a cenar?—No.Se lo ponía difícil, pensaba Sam, caminando de regreso al hotel. La opción de secuestrarlo era bastante atractiva, no podía negarlo, pero seguía siendo la última. Contarle la verdad y decirle quién era también estaba por el final. Temía que él no se lo tomara bien y escapara. Podía ser alguien más, pero en esencia seguía siendo el mismo y Vlad Sarkov era el hombre más desconfiado que había conocido. Decidió que seguiría con el plan de acercamiento que tenía hasta ahora.El encargado del restaurante había dicho que Vlad era el último en dejar el trabaj
En un remoto rincón de la playa, detrás de unas rocas y lejos de los ojos de los curiosos, hasta donde ellos sabían, los cuerpos de Sam y Juan se balanceaban al ritmo de las olas. Era la unión sutil de dos personas que acababan de conocerse, porque podía ser Vlad, pero era diferente, era alguien nuevo. Aún así, la sensación de estar en territorio conocido era potente, hasta Juan lo sentía de ese modo. Eso lo intrigaba. Y por mucho que deseara cooperar para saciar la sed de venganza que dominaba a la agraviada mujer, sabía que no estaba bien, así que se negó. Ella pareció más triste que cuando le contó sobre la homosexualidad de su novio.“¿Bailarías conmigo entonces?”, le preguntó ella.Él no sabía bailar, no tenía ganas de bailar.Le dijo que sí. La abrazó y empezaron a dibujar en la arena algo parecido a un triángulo, moviéndose en un suave ritmo de vals. Así estuvieron en un instante que pareció eterno y fugaz al mismo
Sam se levantó temprano. Anduvo a hurtadillas por la habitación para no despertar a Vlad. Le dejó una nota en la mesita de noche avisándole que saldría de compras. Su novio necesitaba ropa. Prendas sobrias como usualmente usaba, algunas casuales y otras que a ella le gustaran. Se dio una vuelta por la tienda de disfraces para adultos también.Horas después entraba al hall del hotel cargada de bolsas. Saludó a las recepcionistas ataviadas con túnicas blancas a la usanza griega y caminó hacia los ascensores. Un hombre apareció en su campo de visión y se le interpuso.La radiante sonrisa que lucía Sam desde que se despertara entre los brazos de Vlad se desvaneció como un suspiro.—Samantha… Estás viva.La sorpresa en el rostro de Markus era tanta como la que había en el suyo, como si hubiera visto un fantasma.—¿Por qué no lo estaría? La señora sólo me dio unas vacaciones. —Pulsó el botón par
—Por Dios, Sam… ¡Por Dios, Sam! —exclamaba Augusto, aferrándose la cabeza.El interrogatorio había concluido. Sam no era buena mintiendo, sobre todo cuando las mentiras empezaban a enredarse unas con otras, cada una más grande y retorcida que la anterior. Bastó un poco de presión por parte de sus padres para que lo acabara contando todo, sin censuras. Todo lo ocurrido con los Sarkovs desde su llegada a la mansión era conocido ahora por ellos.—¡Por Dios, Sam, por Dios! —seguía exclamando su padre, yendo de un lado a otro en la sala.Majo nada había dicho. Oyó todo en silencio y se quedó con la vista fija en la alfombra, pensando.Sam suspiró. Dar el paso que había dado, y que tanto le había costado, era abrumador. Sus secretos habían sido expuestos, habían dejado de ser secretos. La vergüenza, la tristeza y el dolor se peleaban por su atención. Había Sam para todas esas emociones y muchas más. Lo que no po
Sólo sonidos de platos y cubiertos se oían en el comedor de los Sarkovs. Podría pensarse que era un desayuno silencioso más si no fuera porque nadie intercambiaba miradas. La cansada expresión de Anya no lograba ocultarse tras el maquillaje, hasta más anciana se veía. Vlad miraba el puesto vacío frente a él. Allí debía ir Ingen. El niño se había sentado prácticamente al otro extremo de la enorme mesa con tal de no tenerlo cerca. Y miraba su comida con furia, todo lo miraba con furia. No pasaría mucho hasta que la ira que anidaba en él se desbordara. Vlad no se extrañaría si acababa apuñalándolo con un tenedor, sobre todo cuando lo empuñaba y se quedaba mirándolo fijamente, hipnotizado con su brillo. Se estaba convirtiendo en un niño diabólico.Su familia parecía estar derrumbándose en el silencio.—¡Buenos días! —saludó Sam, con su voz melodiosa y una radiante sonrisa.El siniestro comedor pareció iluminarse con su presenc
—En serio, Sam, es como si hubieras resucitado —le dijo Kel.Aunque Sam ya no era una sirvienta, la ayudaba en sus labores igual que antes. Vlad estaba trabajando, Ingen en la escuela, no tenía trabajo como fotógrafa, no había nada más que pudiera hacer y el aburrimiento era perjudicial para el cuerpo y la mente, así se lo había dicho su abuela cuando aprendía a tocar flauta china. La mujer cambiaba constantemente de pasatiempos, sus intereses eran sumamente volubles, pero le gustaban bastante los instrumentos exóticos.Sam no había heredado su talento para la música, no señor. Sus padres la habían hecho tomar clases de piano a temprana edad, pero su coordinación le hizo imposible llegar a producir algo bueno para la salud auditiva. Ni hablar de su voz, Sam no cantaba, aullaba. Eso no la detenía de ir al karaoke de vez en cuando con sus amistades. Los verdaderos amigos eran los que seguían a su lado luego del karaoke. Cuando iba con Félix,