II – Encubierto

Nombre: Franco Rojas

Género: Masculino

Nacionalidad: español

Edad: Veintitrés

Tipo de Sangre: O+

Ojos: Verdes

La mujer leía el informe y veía al muchacho que tenía en frente. -Así que... quieres dedicarte a esto todo el tiempo. 

-Le he agarrado gusto. ¿Por qué pidió específicamente por mí? -El muchacho miró a la dama sentada frente a él y como ella se quitaba sus guantes de seda para meterlos en su bolso. "Una mujer millonaria", pensó. 

-Porque quiero que cuides a mi hija. Su nombre es Elle Lilia L. Bethlem. Hija de William L., la estrella de rock. -Franco sonrió. -La única regla que tendrás de mi parte es que ella no sepa que la estás vigilando. Entrarás a la escuela donde estudia, serás como un compañero más, quiero que te acerques, que la mantengas centrada en sus estudios y, que la cuides. En ningún instante ella debe saber que eres su guardaespaldas. Tiene la costumbre de escaparse de los que conoce como sus... "niñeros", así le dice. 

-Entiendo. -"Y es otro trabajo más, y si el jefe ya aceptó, yo solo debo decir que si" -Dígame usted señora Bethlem, ¿Cuándo comenzaría?

-Desde ya. Pero primero te tendría que ver mi esposo, él debe dar la última aprobación y créeme, la hará. -Grazia sonrió y acomodó un mechón suelto de su cabello detrás de su oreja. -Quiero que Lilia te llegue a ver como amigo, más que como un empleado y, sobre todo, quiero que veas a Lilia por cómo es, no te dejes engañar, es una chica salvaje, atrevida y sensual, a mi esposo no le hará gracia si le coqueteas, deberás ser profesional, pero créeme, si Lilia no sabe quién eres hará de todo por hacer que caigas. -Aquella declaración no hizo temblar a Franco, estaba acostumbrado a las mujeres así, salvajes, ardientes, como un incendio en el bosque, pasó las manos por su cabello y asintió.

-Bien, aceptaré. -La mujer metió la carpeta en su bolso y tras levantarse de su silla y ponerse sus lentes de sol, repiqueteó sus tacones en el suelo caminando hasta su auto mientras Franco le seguía de cerca. Un chófer en aquel BMW les abrió la puerta y la dama y el muchacho entraron. -

-Señora. 

-A casa, Harry. Per favore. -El auto se puso en camino, estaban en completo silencio, hasta que llegaron a aquella magnífica edificación, "Ricos..." pensó despectivamente Franco, aunque recordaba bien que él había sido uno, al menos hasta que lo perdieron todo por culpa de su padre, desde entonces, Alex, su hermano y él mismo, comenzaron a trabajar y entrenar para hacer lo que hacían ahora.

¿Sus motivos?

El uniforme atrae a las chicas.

El entrenamiento te saca músculos y atrae a las chicas.

Normalmente te ponen a cuidar chicas... 

Casi escucha "Mi chica es la razón" de Mulán en su cabeza, el auto se estacionó y miró por la ventana aquella casa escandalosamente "humilde", no era una mansión, pero se alejaba de ser una casa normal.

Para empezar, cuadrada y si, todas las casas pareces cuadrados, pero esta, esta como montar cuadrados sobre cuadrados...

Blanca, con gris.

Con un césped perfectamente cortado y una palmera podada.

¿Quién en Madrid tenía una casa así? 

Miró a su nueva jefa bajar en cuanto le abrieron la puerta y la siguió, sus tacones martilleaban el piso de madera al entrar en la residencia.

-Es hermosa su casa, señora. 

-Y no has visto la de Londres. Sígueme. -Caminó por un pasillo hasta una puerta, abrió usando su llave y miró dentro a su esposo sentado en la banqueta del piano con la guitarra en su regazo. -Amore... -El viejo alzó la mirada, posó aquellos fríos irises verdes sobre el muchacho. -Franco Rojas... Franco, mi esposo, William.

Silencio.

Tensión.

-Entonces él es el nuevo guardaespaldas. -Nuevamente el ambiente quedó en absoluto silente, la mujer le daba la carpeta mientras el hombre la revisaba tranquilo. -Veintitrés... -Rechistó. 

- ¿Prefieres que a su hija la cuide un niño de dieciséis? -Respondió un tanto altanero, molesto, la forma en que aquel hombre lo miró lo hizo sentirse inferior, como si lo estuviera subestimando por tener dinero. 

-No, prefiero al hombre de veintitrés. -William sonrió y miró a su esposa. -Es el correcto, tiene carácter y no se inmuta. Confío en que Lilia no pase por encima de tu autoridad.

-No lo hará. -Contestó serio y autosuficiente. La mujer salió dejando solo a su marido con aquel chico, la puerta se cerró y el ambiente nuevamente reflejaba toda aquella tensión que emanaba de los dos hombres. 

-Seguro mi mujer te explicó que Lilia no debe saber quién eres... -Terminó por levantarse y moverse por la salita de música, acercándose a la botella de whisky sirvió dos vasos y le extendió uno al muchacho. -Estaba esperando por tu llegada, fingirás ser otro alumno más en la universidad donde estudia mi Elle... Ya todo está pagado, normalmente en ese lugar es donde más problemas tiene, que la siguen y que se los busca. Hazte su amigo, pues así no sería raro que buscara tu compañía, haciendo más fácil el trabajo de todos. 

-De acuerdo. -Bebió del vaso de licor que le ofreció el hombre y sintió aquel líquido caliente pasar por su garganta. -Entonces...

-Entonces ahora irás. No te llevará mi auto pues Lilia sospecharía, tengo entendido que la agencia les da una moto para que puedan hacer sus recorridos. 

-Sí, así es. Conduciré la moto, no se preocupe, señor William. Lo tendré cubierto. -El hombre le extendió toda la información de su hija. Lo primero que pensó Franco es que en aquella familia la genética estuvo haciendo las suyas, la muchacha era preciosa, piel clara, ojos grises, cabello rubio miel y sus labios... 

-No te atrevas a insinuar siquiera que mi hija es guapa. -"¿Guapa? Esa princesa es un ángel.", pensó Franco. -Y aquí es donde estudia. Aquí en mi casa, es mi responsabilidad, y mis propios guardaespaldas se harán cargo de su seguridad. Pero en la escuela, eres el jefe de salvaguardar su vida.

- ¿Por qué? ¿Qué peligros corre?

-La hija de una estrella del rock. No lo sé, dime. -Ambos se miraron desafiantes y terminaron por sonreír. -Ve. Que te conozca. Asegúrate que ella te vea. -Franco salió, primero pasó por la agencia en busca de su motocicleta, aquella Ducati negra era el verdadero amor de su vida. 

Condujo hasta su casa y se cambió de ropa, un sweater, jeans, zapatos deportivos y una gorra fueron su atuendo elegido al azar.

Llegar a la universidad no fue difícil, encontrar a la chica, tampoco lo fue, estaba vestida para volver loco a cualquiera. Caminaba haciendo escándalo provocando a cuanto hombre se le pasara por el frente, era una mujer que sabía que era sexy y no lo ocultaba, mostraba sus curvas, sus nalgas, sus pechos. Estaba justo en la línea entre la sensualidad y la vulgaridad. La siguió sin que ella se diera cuenta, la veía reírse por los pasillos, chocar palmas con otros. -Y ahora debo cuidar a Miss Popularidad. -Suspiró y vio como un chico en los pasillos la acorralaba contra una pared. 

-Solo piénsalo El. -El muchacho acarició la cintura de la chica y ella rodó los ojos. -Tú, yo... en el Velvet esta noche. 

-Mejor tú, solo en tu casa, masturbándote hasta que acabes seco. -Lo empujó posando su dedo índice sobre su pecho. -No te me acerques Louis, eres un puerco, te detesto. 

-Vamos Lilibeth... -La sostuvo del brazo mientras ella intentaba zafarse, Franco al verlo se acercó y tosió haciendo que el otro chico volteara a verlo. - ¿Qué quieres?

-Que la dejes en paz es buen inicio, ya te dijo que no. -El otro chico soltó a la rubia y se plantó frente a Franco. -No quieras amenazarme con tu carita deforme y tu olor a perro mojado. -Sonrió de lado. En cuanto el otro chico le lanzó un puñetazo lo esquivó y lo golpeó haciéndolo caer en el suelo. -Regla número uno, a las chicas las respetas. Si dicen que no es un "no", no seas tan animal en la vida o morirás virgen. -Louis se sostenía la nariz, molesto, le salía la sangre a borbotones, Lilia y Franco se miraron un par de segundos, los suficientes para que él obtuviera su atención. -Trata de alejarte de sujetos como él. -Salió caminando, sonrió al ver como la rubia lo seguía haciendo sonar sus botas de tacón en el suelo. Ni siquiera volteó, solo salió y subió a su motocicleta. 

- ¡Espera! -Lo detuvo y sonrió. -Dime ¿Quién eres?

-Franco. ¿Y tú? ¿Lilibeth? -Alzó una ceja tomando su casco para colocárselo. -Hazme un favor, aléjate, en serio, aléjate de sujetos como ese, son basura. -Lilia vio como las chicas a su alrededor sonreían y cuchicheaban al ver a aquel "pedazo de hombre". 

-Lilia, Lilibeth solo me dicen unas pocas personas. 

-Ah genial. Un gusto. 

-Te agradezco por defenderme. -Ella no quería que se fuera, así que buscó como sacarle conversación. -Preciosa motocicleta. -Franco no desaprovechó su oportunidad, se bajó y la atrajo de la mano a unos centímetros de él. - ¿Me vas a besar?

-No, porque eso quieres. -Sonrió alejándose, pudo ver la intriga en la cara de la rubia. -Mejor te doy una contraoferta.

- ¿Qué te hace pensar que quiero un beso tuyo?

-Mmmm... Instinto. -Paseó su mirada por los carnosos labios de Lilia, se acercó lo suficiente para hacerle creer que, si la besaría, al verla sonrojada se alejó casi riendo "otra niña más...". -Mejor sube, babeas encima de mi moto, creo que quieres dar un paseo. -La chica lo miró impresionada y sonrió de lado, un hoyuelo se formó en su mejilla. -Adiviné ¿Cierto?

-Totalmente. -Unas breves miradas y un par de sonrisas acabaron en un paseo en moto por la ciudad. Lilia se sostenía del torso de Franco, se derritió totalmente al sentir sus músculos. Estaba volando, ella se sentía en las nubes totalmente. Franco por su parte, disfrutaba de las breves caricias que le concedía, "Linda", pensó. "Lo que le haría...". Se detuvieron en un parque, comieron helado y charlaron. -Desde los quince tengo guardaespaldas... Ha sido una pesadilla. 

-No te creo. -Volteó y alzó una ceja. -No veo ninguno. 

-Suelo escaparme, cuando me propusiste venir supe que era el momento ideal para zafarme de cinco hombres de negro. No vieron lo de Louis porque estaba escapaba. 

-Oh, vaya. Así que la princesa, hija de la estrella del rock quiere libertad. 

-Siempre. -Suspiró cansada mientras comía de su helado. -A los quince me acosaban mucho, viejos, hombres, da igual... pero todo empeoró cuando uno de ellos casi me viola. No fue agradable para por aquello, papá dejó todo, se vino a España, me trajo, el resto es historia. No importa, ya creo que es demasiado, fue hace años, ya no ando en peligro. 

-Lo que vi en el pasillo me indica lo contrario, tal vez habría sido bueno si los hombres de negro estuvieran cerca. 

-Pero no respiro, me sofoco, no puedo así. Necesito ser libre. ¿Lo entiendes?

-En parte. ¿Dónde vives? -Preguntó fingiendo mientras veía su reloj. -Te llevaré a tu casa, para que descanse mi lady. -Alzó una ceja y sonrió al verla sonreír y sonrojarse, "Por favor...". Ambos subieron de nuevo a la motocicleta y tras indicarle donde estaba su casa, Franco comenzó a conducir, tras llegar, ella bajó y agradeció nuevamente todo, subió a su habitación y terminó por suspirar. Un mensaje lo hizo alegrarse, Beth. Una de sus compañeras de la escuela de medicina. Miró hacía la casa, Lilia no se comparaba a ninguna de las chicas, si, lo provocó un poco, pero solo eso, en el fondo, actuaba, hablaba, reía e incluso se sonrojaba como una niña malcriada. Tras irse y llegar a su casa, llamó a William, el padre de ella estaba conforme. Colgó y se alistó, tras confirmar con Beth, se fue directo a verla, la noche resultó divertida (Extremadamente), al regresar a su casa recibió un mensaje de sus nuevos jefes. 

"Mañana, temprano. Vigilarás a Lilia en su presentación. Tienes que estar a las ocho."

Respondió con un "Entendido" y, tras acomodarse, se acostó a dormir. 

Cuidar a la princesa sería su nueva rutina. 

***

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