MisaelNo conozco a nadie que, enamorado en su adolescencia, haya tomado buenas decisiones. Yo no fui la excepción. A los 16 años, caí rendido ante la rubia más espectacular de mi colegio. Amelia era la chica popular, y yo, el futbolista al que todas perseguían. Lo tenía todo: amigos, familia, un futuro brillante. Pero por ella lo dejé todo. Me quedé sin amigos, me peleé con mis padres, discutía con Andrés por cualquier estupidez y lloré por las noches cuando nadie me veía. Liam la odió desde el primer momento, pero yo estaba cegado. Lo que sentía por Amelia me consumía. Por ella decidí ser militar. Sus gustos eran caros, y mi única opción para dárselos era enrolarme en el ejército. Nos casamos en secreto cuando tenía 22 años, sin la bendición de nadie. Y tres años después, llegó mi pequeño campeón. Mark. Mi razón de vivir. La única bendición real en toda esa historia de amor que pronto se volvió una pesadilla. Apreté la mandíbula y fijé la vista en la lápida, sintiendo la presenc
EmiliMuchas veces creemos que nuestros problemas son más grandes que los de cualquier otra persona. A veces no nos detenemos ni un segundo a pensar si el que está sentado a nuestro lado siente que el mundo se le cae encima. No voy a negar que he juzgado al vikingo más de una vez, pero jamás imaginé la tristeza que arrastraba en su corazón.No sé lo que es perder un hijo, y jamás podría comparar su dolor con el mío.—Pero mira lo que trajo la reina —pasa su lengua por los labios con una risa sádica pintada en su boca—. Esto lo vamos a disfrutar a lo grande. Bienvenida a tu encierro, princesa.—Si Alaric se entera de esto, perderás la vida. No tientes a la suerte —escupo con desprecio.El golpe en mi mejilla me deja aturdida.—¡Cállate, bastarda! —vuelve a golpearme. Me quedo arrodillada, seria, sin emitir un sonido—. ¿No te duele, muñequita? Tendré que subir la dosis —suelta una carcajada—. Tu hermano es tan imbécil que ni sospecha lo que pasa contigo. Jamás llegarán al trono —se colo
Hospital central.Buenos Aires – Argentina.30 de septiembre de varios años atrás.Verla reír. Hacerla feliz. Eso se volvió mi adicción. Creció en un ambiente hostil. Yo fui su salvación... y su perdición. Su punto débil. Y ella, el mío.No elegí a mis padres. Pero mientras me abría camino en el mundo, dependí de ellos. No soy el villano de esta historia, tampoco el héroe. Fui un hombre enamorado de la reina equivocada. Ella me entregó cinco años de su vida. Los mejores. Yo fui su primer amor... y su primera decepción.Había decidido renunciar a todo por ella. Vivía por ella. No podía soportar verla llorar. Cada cicatriz en su frágil cuerpo, cada marca en sus manos… Yo estuve allí, ayudándola a sanar. Mi madre también. Siempre que Emili llegaba a casa con un suéter demasiado grande, sabíamos que escondía algo más que frío.Yo estaba. Siempre. Pero ¿qué opción tienes cuando amenazan con matar a la mujer que amas?Preferí alejarme.Fui un cobarde. Y la dejé en manos de una bestia d
EmiliHace días que una sombra se posa sobre mí. No sé por qué, pero algo en mi pecho se aprieta con una insistencia que no se va, como si mi cuerpo supiera algo que mi mente aún no comprende. Lo intento ignorar, lo juro, pero el presentimiento persiste, aferrado como un mal recuerdo.Últimamente he estado más unida a Katherine y a Liam. Según me contó mi prima —entre suspiros y frustraciones mal disimuladas—, tienen una especie de relación sin etiquetas, una de esas donde se besan como si el mundo se acabara, pero no pueden prometerse nada porque hay demasiado en juego. Un reino, para ser exactos.A veces la escucho hablar de Liam como si fuera lo único que le queda por salvar. Y me duele, porque yo también tengo a alguien que me hace sentir viva, pero sé que eventualmente ese alguien también se irá. No por falta de amor, sino porque yo misma soy un secreto con fecha de vencimiento.Aunque, la verdad… lo que me tiene enredada no es eso.Es Misael.No tengo prisa, ni lo deseo ahora. Pe
A veces me sorprende mi capacidad para aguantar a una persona idiota. Alaric no me quiere decir quién es mi custodio. Hace días que no veo a Liam y tengo miedo de que la psicópata de Rachel sea mi nueva guardaespaldas. Sé que al menos me va a tirar por un puente tan pronto como quedemos solas.¿Cómo sigo del empujón que me dió Rachel? Bueno, me duele, mi labio inferior ya no está tan hinchado, aunque sigue algo roto con un poquito de molestia, y el dolor es más pasable… por ahora.¿El problema? Me llegó el período y siento que me muero de dolor. Los cólicos me están matando, junto con todos los malestares que lo acompañan. Incluso el vikingo, con su rostro de piedra, pensó que estaba loca por no querer salir.—Habíamos quedado en que íbamos a salir hoy a cenar. ¿Por qué cambiaste de parecer? Anoche querías salir conmigo —me pregunta confundido, como si el mundo entero estuviera en peligro por un cambio de planes.—Anoche quería comer una ensalada con pepino y papas —le respondí con de
Durante tres años viví pensando que el hombre que más amé en mi adolescencia y parte de mi adultez me había abandonado sin motivo alguno. Lo odiaba tanto que las lágrimas caían sin cesar, la impotencia me desgarraba por dentro. No podía dejar de desear que lo encontrara para destrozarlo a patadas. Romper promesas no era algo típico de él. Cuando se trataba de mí, bajaba hasta la luna con tal de verme sonreír. Pero dos meses antes de irse, algo cambió. Estaba distante, extraño, decaído. Por más que le insistía, le decía que podía contarme lo que fuera, él solo se encerraba en un mundo en el que yo no podía entrar. Se convirtió en el hombre que me mintió, que dejó de amarme. Y yo… ¿yo qué? Yo lo odiaba, pero no podía dejar de amarlo. —Emili, por favor, deja ya de beber —me pide Edward, preocupado. El imbécil, como siempre, aparece sin avisar, ni siquiera me dice dónde estaba. —No sabes lo que me pasa, así que no me pidas que deje de tomar, señor Blake —balbuceo, señalándolo con el de
No esperaba una buena reacción de Misael después de lo del restaurante, pero está confundiendo las cosas. No siento nada por Sasha. Sí, me sorprendió verlo después de tres años, pero no lo mencioné porque... lo había olvidado. Tal vez su nombre cruzó mi mente de vez en cuando, tal vez algunos recuerdos vagos, pero nada lo suficientemente importante como para hablar de él."Realmente no le has dicho nada de ti a Misael. Tiene motivos para estar molesto contigo", me susurra mi conciencia.Y duele. Porque no quiero perderlo. De verdad me gusta. Lo quiero demasiado. Me aterra pensar que un día despierte y él decida sacarme de su vida porque descubrió la verdad.Termino de lavar los utensilios que ensucié preparando una pasta al horno. El sonido de la puerta al cerrarse me sobresalta. Misael entra con el ceño fruncido, la mirada dura.—Hice la cena —digo, intentando sonar casual. Él pasa de largo sin siquiera mirarme—. ¿Vas a comer? Es pasta al horno.—No tengo hambre —responde sin detener
MisaelCuando dije que dejáramos las cosas así, me refería a la conversación, no a la relación. Jamás pensé en terminar. Yo digo una cosa y ella hace otra. Me dice que me quiere, pero no puedo creerle. No coincidimos en nada, y en este momento, menos que nunca, siento confianza en ella.Esa mujer me exaspera. Me cabrea hasta los huesos que sienta algo por ese tipo. No me saco de la cabeza las miradas que se daban. Ese ruso aún la ama, y aunque diga que lo olvidó, no puedo evitar dudarlo.—¿Pelearon otra vez? —pregunta Liam, sentándose frente a mí.—Digamos que hubo una confusión… y que me terminó —se ríe como si fuera un maldito chiste. Lo fulmino con la mirada mientras bebo de mi café.—¿Te dio un ataque de celos brutal, verdad, amigo? —niega con la cabeza, riéndose—. ¿Fue por el tipo del otro día?Asiento sin decir palabra, mirando a la nada.—No parece mala persona. Se nota que aún la quiere, y eso no podemos negarlo.—¿Cuál ataque de celos? No estoy celoso —respondo, indignado, vi