Princesa Luna
Princesa Luna
Por: Oraldo
Prologo

Con el más vivo interés, verdadera fruición y singular deleite, leí los originales de tu novela titulada: “La Princesa Luna”, que tuviste la bondad de poner en mis manos.

Sin tener capacidad para juzgar los méritos de tu obra, me atrevo a formular algunos juicios que pueden no ser acertados, pero en cambio, son sinceros y espontáneos y claro está que nos entendemos, ya que hablamos el mismo lenguaje: amamos la verdad, la belleza, el arte y de manera intensa y fervorosa, la historia de nuestra patria.

He analizado con sumo detenimiento una más, de las novelas que has escrito y por la interpretación clara y precisa, la facilidad de tu escritura y ese lenguaje coloquial que te caracteriza, viajé inmediatamente a ese pasado brillante y grandioso que hizo única a la gran civilización maya.

Quienes tengan o hayan tenido el privilegio de leer otras obras de tu autoría, se darán cuenta que esta novela es la más corta y breve de tu producción, y no por sucinta, menos bella.

Es una novela que mezcla lo histórico con lo legendario; lo real con lo mitológico y lo hermoso con lo horroroso, siendo esta la base existencial de los pueblos originarios de Guatemala.

Todos los acontecimientos suceden en la ciudad de Kumal y a lo largo del relato existe la dicotomía entre el bien y el mal.

El número de personajes es reducido, lo que permite al lector una mayor comprensión del contenido y puede visualizar las descripciones detalladas, las bellezas peteneras que describes, e imaginarse la exuberante flora y fauna propias de tan vasto territorio.

Tiene la capacidad nuestra mente de situarse en el momento exacto que el sol se detuvo en su recorrido para alumbrar con mayor fuerza sobre la ciudad, -cuando su rey Akbal dejó de ser bueno y se transformó en un tirano- y  apreciar esa inmensa luminosidad cual si todos los metales del interior de esa tierra afloraran para hacerla resplandecer.

Al ir leyendo los diferentes capítulos, el espíritu viaja a esa imaginaria ciudad, fascinado por la gracia y la dulzura de la reina Aquetzalí y se deleita recorriendo los paisajes ricos de barrancos, repliegues orográficos animados por aves, réptiles y mamíferos y del río que brindó cobijo a la recién nacida la que fue llevada por su corriente hasta una gruta.

Las pupilas pugnan por abarcarlo todo y se engolfan al apreciar la belleza de la princesa Luna y el corazón late en deliciosa congoja.

No podía faltar el personaje del héroe, del galán, del hombre enamorado. Está representado en la figura de Kaí que aparece por primera vez en el relato, sujeto a las raíces de una enorme ceiba y que por su valentía, decisión y coraje, los dioses ven con beneplácito el amor que existe entre él y la princesa.

Después que nos relatas como vivía la sociedad de la época, sus costumbres y tradiciones, sus rituales mágicos y religiosos, sus ingenuidades, sus personajes tétricos y terroríficos, nada nos parece extraño sino un reencuentro con nuestros antepasados.

Lo que destaca y debo decirlo, aun sabiendo que puede herir tu modestia es que la presente obra es inigualable, presenta una devoción apasionada por nuestra tierra y todo lo que es suyo, que realmente es de una belleza sin par.

Te felicito sinceramente por el acierto que has tenido en esta novela, que estoy seguro va a ser muy bien acogida, y no me resta sino expresarte una vez más, mi simpatía, aprecio y cariño, con que te distingue tu fraternal amigo.

                                       Jorge Rodríguez Tánchez.

En algún lugar de Guatemala, el 10 de mayo de 2021.

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