Veinte minutos y cinco segundos, seis, siete, ocho… estaba súper-híper-mega-extra aburrida. ¿Qué se suponía que haría sola hasta el día siguiente?
Me resistí por quince largos minutos a la idea de llamar a Rich, pero claudiqué al final.
—Alessandra. ¿Eres tú, bebé? —respondió al tercer tono.
—No me digas bebé, suena a una frase sacada de un libro de romance juvenil.
—¿Qué tiene de malo el romance? —No sabía si era una pregunta capciosa, pero igual respondí.
—En realidad, no lo sé. Solo no me gusta.
—Tu voz es tan extraña. Suenas nasal.
—Tengo un resfriado mortal —dramaticé.
—Es una lástima que esté a miles de kilómetros de ti.
—¡Qué sarcástico e
LILIANNo podía dejar que él se fuera sin una explicación. Tenía que arriesgarme a decírselo así quedara como la estúpida que se enamoró de él, a sabiendas de su estilo de vida. Salí del apartamento y corrí para alcanzarlo. Casi caigo de bruces cuando lo vi discutiendo con Natasha. Mi cerebro comenzó a sumar y el resultado era desastroso.—¿La conoces? —pregunté. Ni siquiera se había dado cuenta que estaba detrás de él.—¿Tú la conoces? —contraatacó, enfrentándome.—¡Cielo Santo! Sí. Todos nos conocemos —dijo mi hermana con fastidio.—¿Qué haces aquí? —gruñó él.—Lilian es mi hermana —contestó. Richard lanzó una ma
RICHARD Llegamos a mi apartamento pasadas las seis de la tarde. Obligué a Lilian a recostarse y me tumbé a su lado, necesitaba dormir al menos dos días pare recuperarme del viaje, de Lil en el hospital y de el reencuentro con la reina del narco.Me pareció extraño que Lil no me preguntara de dónde conocía a su hermana. ¿Natasha le habría contado?, ¿sabía Lil en qué estaba metida ella? Probablemente sí, el nombre de Benito González era muy popular en la ciudad y seguro ella había escuchado algo de eso mientras deambulaba por las calles.Desearía no haber conocido a ese hombre, llegar a él fue una consecuencia de mis malas decisiones. Cuando perdí a Raquel, me hundí en un abismo, quería ocupar su lugar, ser yo quien muriera. Me metí en el mundo de las peleas clandestinas y ni siquiera me
LILIAN Al día siguiente de despedirme de Rich, fui al consultorio de Marissa Capellini, la psicóloga que estaba tratando mi condición. Hablé largo y tendido de los traumas de mi infancia y juventud. Ella dijo que el primer paso era reconocerlo y que, mientras estuviera dispuesta a cumplir con el tratamiento, estaría bien.Mi siguiente cita sería en una semana y dejó abierta la posibilidad de volver si necesitaba hablar o me sentía ansiosa.Veinte minutos más tarde, estaba estacionando mi auto en el estacionamiento de mi edificio. Only Girl de Rihanna seguía sonando en mi cabeza mientras andaba a paso lento hasta el ascensor. De pronto, alguien tiró de mí y me cubrió la boca con las manos. Era un hombre, sin duda, su olor y sus manos fuertes lo delataron. Moví mis piernas frenéticamente, intent
Una de la mañana y seguía dando vueltas en la cama. Fue entonces cuando escuché la llamada de Rich. Mariposas volaron en mi estómago y se instalaron en mi pecho. Él provocaba eso en mí… y muchas cosas más.—Esto es una locura, Lil. Extrañarte debería estar vetado en mi vocabulario, pero lo hago. Jodidamente, te extraño —dijo. Tapé mi boca, ahogando un grito. Para mí eso fue casi una declaración y una promesa—. ¿Lil?—Aquí estoy —pronuncié segura, tratando de no sonar aturdida.—¿Estabas pensando en mí? —preguntó, con esperanza.—¿Quieres la verdad? Nunca dejo de hacerlo.—Te necesito, Lil. Quiero tocarte, besar tus labios, desnudarte y… ¡Dios! Esto es peor que un castigo, es una letanía.—Pobre nene llorón &mdas
RICHARD —El famoso Richard Hernández en persona —se mofó Ariel. Que por cierto no era una chica, sino un idiota al que su madre quiso ponerle ese estúpido nombre de princesa Disney.—¿Dónde dejaste a Sebastián, princesita? —dije, para molestarlo.—Hombre. Solo estaba bromeando.—Yo también —respondí sin mirarlo. Como si fuera un masoquista buscando que lo maltratara, se sentó a mi lado.—Entonces los rumores son ciertos ¿te dejaste engatusar por una mujer? ¿Es linda? ¿Le gusta que la follen duro? Porque podemos compartir —Apreté mis puños y conecté uno directo en su mandíbula.—¡No vuelvas a hablarme! —Tiré un billete de veinte en la barra para pagar mi cerveza y sal&iacu
Faltaba un día para que llegara Lil y no tenía muchas opciones más que dormir. En eso estaba cuando me levanté de la cama, sobresaltado. Creí oír voces en el apartamento y una era muy parecida a la de Lilian. Primero pensé que estaba alucinando, pero luego la vi en la sala junto a Kate. No entendía un carajo. ¿Qué hacía usando mi camisa? ¿Qué hacía Kate en mi apartamento? Todo se salió de control, estaba perdiendo a Lil y no sabía qué hacer. No podía ni pensar. Titubeé un segundo, pero luego corrí fuera del apartamento y solo alcancé a ver las puertas del ascensor cerrarse, con Lil desplomada en el suelo, llorando. Quería matar a Kate.Entré de nuevo al apartamento, llamé a Albin, el vigilante del estacionamiento, y le dije que no la dejara salir. Metí mis piernas en unos pan
LILIAN Los primeros días lejos de él fueron una tortura. Lloraba hasta quedarme dormida y lo maldecía por eso. Todo era su culpa, hizo que me enamorara de él y luego me rompió el corazón. Los días se fueron transformando en semanas y, aunque el dolor seguía clavado en mi pecho, ya había dejado de llorar. Tenía que seguir adelante con mi vida. Richard no era el único hombre en el mundo y no iba a permitir que fuera el único en mi corazón. Estaba decidida a olvidarlo, pero no estaba preparada todavía.Una noche, mientras contaba ovejitas para quedarme dormida, recibí un mensaje de Harry. Me invitaba a cenar en un lujoso restaurant de la ciudad. Lo primero que pensé fue en decirle no, porque era muy pronto para mí, pero después dije: ¿Por qué no? Harry era tierno, divertido, respetuoso
RICHARD Pensar en ella en brazos de otro hombre me enfermaba. En ese momento pensé que el amor era un asco, que te convierte en nada, en escoria inservible. ¿Para que existe el jodido amor? ¿Para qué sirve? Para un carajo.Esquivé un golpe a mi derecha, luego otro a mi izquierda. Estar en el ring era adrenalina pura y necesitaba eso. Necesitaba estar ahí para desquitar el dolor, para arrancar la pena y destrozar a alguien más a punta de golpes. El ding de la campana sonó, anunciando que había vencido al segundo oponente de la noche.—Vaya, vaya. El hijo pródigo vuelve a casa —dijo una voz que jamás olvidaría.—No soy tu hijo y mucho menos esta es mi casa —gruñí, sin mirarlo.—No seas majadero, Richard. Sabes que eres bienvenido siempre.Me giré y en