LILIAN
Los primeros días lejos de él fueron una tortura. Lloraba hasta quedarme dormida y lo maldecía por eso. Todo era su culpa, hizo que me enamorara de él y luego me rompió el corazón. Los días se fueron transformando en semanas y, aunque el dolor seguía clavado en mi pecho, ya había dejado de llorar. Tenía que seguir adelante con mi vida. Richard no era el único hombre en el mundo y no iba a permitir que fuera el único en mi corazón. Estaba decidida a olvidarlo, pero no estaba preparada todavía.
Una noche, mientras contaba ovejitas para quedarme dormida, recibí un mensaje de Harry. Me invitaba a cenar en un lujoso restaurant de la ciudad. Lo primero que pensé fue en decirle no, porque era muy pronto para mí, pero después dije: ¿Por qué no? Harry era tierno, divertido, respetuoso
RICHARD Pensar en ella en brazos de otro hombre me enfermaba. En ese momento pensé que el amor era un asco, que te convierte en nada, en escoria inservible. ¿Para que existe el jodido amor? ¿Para qué sirve? Para un carajo.Esquivé un golpe a mi derecha, luego otro a mi izquierda. Estar en el ring era adrenalina pura y necesitaba eso. Necesitaba estar ahí para desquitar el dolor, para arrancar la pena y destrozar a alguien más a punta de golpes. El ding de la campana sonó, anunciando que había vencido al segundo oponente de la noche.—Vaya, vaya. El hijo pródigo vuelve a casa —dijo una voz que jamás olvidaría.—No soy tu hijo y mucho menos esta es mi casa —gruñí, sin mirarlo.—No seas majadero, Richard. Sabes que eres bienvenido siempre.Me giré y en
LILIANLa cabeza me iba a estallar. Arrastré los pies por la habitación con los ojos entre abiertos. Un martilleo constante pululaba en mi cabeza como un castigo a mi torpeza. Juré que nunca más me emborracharía así.—Elizabeth McColl, mujer bendita de Dios. Hazme uno de tus mejengues sanadores —Le supliqué en la puerta de su habitación, esperando contar con su bondad.—Eso te ganas por emborracharte —gruñó al abrir la puerta—. Te buscamos por una hora y te encontramos dormida en el suelo de un baño.—¡Oh mi Dios! ¿Cómo hicieron?—grité, apenada.—Charles te cargó. Estabas demasiado ebria.—Lo último que recuerdo fue a Ariel haciendo el ridículo en el karaoke.—Hubiera querido olvidar eso —dijo Lissy.
RICHARD —¡Oh Dios! —gritaba la morena, frenéticamente, mientras la follaba duro sobre la mesa de pool.Esperaba que siendo el Richard de antes olvidaría a Lil, pero era peor el remedio que la enfermedad. No podía desligarla de mi mente ni de mi jodido corazón. Siempre estaba presente. Aunque del antiguo Richard no quedaba mucho; porque sí, seguía teniendo sexo con diferentes mujeres, pero ya no les ponía reglas, si querían quedarse acurrucadas en mi pecho toda la noche, las dejaba; si querían que nos viéramos de nuevo lo hacíamos. Ya no hacía falta proteger mi corazón, ya estaba hecho mierda.Y cuando pensé que no podía dolerme más el corazón, la vi. Caminaba en el aeropuerto con aquel andar sensual que tenía su sello de exclusividad, ese que me volvía loco y
LILIAN Dicen que cuando uno muere —o está muriendo— ve una película en la cabeza, un resumen de su vida o algo parecido. Yo no vi nada, solo oscuridad. No había una luz esperándome al final, no había cielo o infierno, solo tinieblas. Sentía que mi cuerpo estaba suspendido como el humo en el aire y quería que la muerte llegara como un huracán y me arrastrara a un lugar de dónde no pudiera volver. Y el huracán llegó, pero no me arrastró, me salvó. Richard Hernández me salvó. Lo supe al despertar. Una de las doctoras que me atendió me dijo que un rubio de ojos grises me trajo y que de no ser por él hubiera muerto.Recuerdo haber dicho que había matado a mi bebé. Recuerdo gritar que no me ayudaran, que no me salvaran, que no lo merecía. Recuerdo tan vívidamente t
Me dieron el alta bajo mi responsabilidad. Firmé los documentos, me vestí y salí del hospital. El camino en el auto se tornó pesado e incómodo. Había palabras por decir, asuntos sin resolver, pero no era el momento. No quedaba espacio para nosotros.Escalofríos me abordaron a medida que avanzaba dentro del apartamento en penumbras. Los recuerdos de lo que ahí había pasado seguían frescos en mi memoria como una pintura recién hecha. El más leve sonido penetraba en mis oídos y me perturbaba: mi respiración pesada, la de Richard, mis pasos, los suyos y, sobre todo, la voz dentro de mi cabeza que gritaba ¡Asesina!Retuve un gemido entre mis labios apretados. No era momento de flaquear, no era mi momento. Estaba ahí por Lissy y debía ser fuerte por ella.—Espera aquí —le pedí a Richard entre susurros. Él le dio u
RICHARDHabían pasado ocho días desde el accidente aéreo y la culpa tiraba de mi pecho cada vez más fuerte. Yo puse a Charles ahí. Debí ser yo. Elizabeth me lo reprochó, yo me lo reprochaba… Fueron días terribles. Y no solo por Charles, también por Lil. Ella no estaba bien, no era la misma desde el día que intentó suicidarse. Todavía no sabía por qué lo había hecho y eso me atormentaba cada día.Me costó mucho convencerla para que aceptara algo más que mi amistad. Estaba empeñada en no merecer mi amor y yo le seguía diciendo que no me importaba lo que ella pensara. Le dije que estaba enamorado de ella y que nada lo cambiaría. Le prometí que por muy horroroso y terrible que fuera lo que ocultaba, siempre la amaría.—No, Richard. Esto no fu
Diez kilómetros después, estaba estacionando el auto frente al hotel. Entramos, pedimos una suite y subimos al ascensor, que nos llevó al piso ocho. Lil estaba encantada con la habitación, dijo que era una bocanada de aire fresco. Lo de viajar en auto no era lo suyo. Sonreí al verla sonreír. Hacerla feliz retroalimentaba mi corazón.—Qué alivio, mi vejiga iba a estallar —dijo, al salir del baño.—¿Quieres que pida algo? ¿Tienes hambre?—Sí, muchísima. Mi estómago está gritando fuerte ¿lo escuchas?—No, muñeca, pero me alegra que sea así.—Si quieres tomas una ducha mientras pido algo para comer —sugirió Lil. Asentí, en verdad necesitaba una ducha bien fría. Después de todo hacer pis significaba eso. No había un mensaje escondido para descif
LILIAN Richard me llevó a la pequeña cabaña del lago después de mi recaída en el muelle. Tener a esa chiquilla en mis brazos me hizo comprender lo que había perdido. ¿Sería niño o niña?, ¿tendría mi cabello o mis ojos? Me agobié con miles de preguntas y perdí el control. Él seguía diciendo que me amaba, pero, ¿me seguiría amando cuando lo supiera? Él no se imagina la horrible persona que era y me daba terror que sus ojos un día me miraran con desprecio.—¿Crees que Charles está bien? —murmuré, en el pecho de mi increíble novio.—Necesito pensar que sí, Lil. No podría afrontar otra cosa y creo que Elizabeth mucho menos —Se sinceró. Estar en su posición era terrible.—La vida