Capítulo 2: Preocupación de Mariana

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Al mes siguiente, es nueve de enero (año 98), Andrew acepta ir a la villa.

Lo confirma, mientras todos desayunan en el comedor. 

—Mamá, iré allá a celebrar mi compromiso, ¿pero, no está todo listo aún?

—Descuida hijo, sabía que aceptaría. Anticipadamente, ya le había pedido, a los sirvientes que preparasen todo, y he invitado a todos nuestros amigos.

—Está bien, entonces iré mañana. —Contesta Andrew, luego suelta un suspiro tornando su mirada hacia el techo. 

A Isabella le sale una sonrisa maliciosa porque se da cuenta de que Sara ha puesto a su hermano de cabeza para complacer sus caprichos.

Más tarde, su madre Victoria está lista para marcharse hacia la villa con el chófer Gonzalo, a ese pueblo tan lejano donde nació, se crio y casó con Frank.

Ella va primero para supervisar que todo quede impecable para dicha fiesta.

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Mientras, muy lejos de ahí, en la villa de la señora Victoria. Mariana está en la cocina sentada, con sus manos apoyadas en la mesa y pensativa.

 <<Estoy tan preocupada por mi hija, la he dejado sola en casa. Ella ya no va a la escuela, así que está muy sola…>> Una voz fuerte le interrumpe sus pensamientos tumultuosos Es Julia la mujer que trabaja con ella.

 —¡Mariana! ¿Qué tienes?, te he notado muy nerviosa y en las nubes.

Ella se reincorpora volviendo en sí.

 —Ah. Es por mi hija Paula, es que ese lugar está muy solo. Supe que unas personas compraron una propiedad al lado de la nuestra. No sé, como son ellos, ¿y si son malas personas…? ¡Ay Dios! ¡Ni pensarlo, esto me va a matar!

Exclama la mujer con angustia de tan solo pensar en que suceda algo malo con su hija.

Julia se acerca y le conforta frotando su hombro con la mano.

 —Bueno, tranquila, la casa es segura, ¿verdad?, aunque sea de madera. Cuando venga tu hermano dile que vaya inmediatamente, acuérdate que la señora viene hoy a la villa.

 —Sí, cierto. Mi marido no ha tenido tiempo de nada acondicionando la villa y comprando lo que utilizarán en la dichosa fiesta de compromiso.

Su compañera de servidumbre se sienta a su lado.

 —Bueno, sí, tenemos que apurarnos, ya que mañana será la fiesta.

 Javier, el esposo de Mariana, llega a la cocina e interrumpe la conversación saludando a ambas, luego coteja las cosas que compró.

 —Mi amor ya traje todo lo que la señora victoria ordenó anteriormente, ahora  iré a acondicionar el jardín y todas las plantas. —Le comenta él a su esposa Mariana cuando ha terminado de organizar las cosas.

Ella no soporta la angustia, entonces lo mira con desesperación.

 —¡Ay, Javier! Estoy preocupada por nuestra hija, supe que unas personas irán a allá porque compraron al lado de nuestra propiedad.

 —¡Mierda! —enseguida él se exalta. —Iré y la traeré. —Luego reflexiona poniendo sus manos en la espalda de su amada, quien permanece cabizbaja—. Tal vez no sean malas personas, pero al no conocerlos, tenemos que ser precavidos.

En este preciso momento llegan a la villa el cuñado de Javier, Gonzalo, con la señora Victoria y el guardaespaldas.

Todos salen a recibirlos. 

Enseguida, la señora se desmonta de la camioneta, para entrar a su antiguo hogar.

Los sirvientes la reciben en la entrada de la mansión con humildad,  conversando y sonrientes, sus miradas sumisas.

—¡Saludos! —los saluda Victoria, exaltada y enseguida empieza a regañarlos, entre ellos está la hermana de Gonzalo, Mariana—. ¿Qué hacen “cuchicheando”? Hay que ponerse a trabajar de inmediato, mañana mi hijo tendrá su fiesta de compromiso. 

La hermana del chófer, está tan inquieta, ella se nota muy mal desde que ellos llegaron, obviamente está así por su hija.

—Señora Victoria, perdóneme, sé que no es el momento adecuado, pero quiero pedirle que mi marido tome un momento para ir a buscar a nuestra hija. Es que estoy preocupada por ella, y no estoy tranquila, ya que está sola en nuestra casa. —Mariana se ha atrevido a hablar muy preocupada sobre otro tema personal sin importarle la demanda de la señora. 

Victoria le cede permiso a regañadientes, porque para ella  todo gira en torno a la fiesta de compromiso de su hijo Andrew. 

—¡Bueno…! ¡Bueno, si es rápido, por favor, no podemos perder tiempo! —Exclama la señora dueña de la mansión imponiendo su autoridad y mostrando un carácter duro frente a todos.

Ella se queda de pie en la entrada de su hogar esperando a que se marche el marido de esta, pero Gonzalo (su chófer) interviene acercándose a Mariana y a su cuñado Javier, porque es obvio que esto le afecta mucho.

Enseguida la abraza para tranquilizarla un poco. 

—Hola. ¿Qué sucede hermana?

—Es que, al lado de nuestro hogar… —ella no sigue hablando al tener los nervios descontrolados, entonces Gonzalo la reconforta frotando la mano en su espalda y besando su frente.

Su esposo Javier interviene, también estando con mucha incertidumbre. Sus corazones de padres le dice que algo no anda bien con su hija, Paula. 

—Está bien, voy inmediatamente a buscar a nuestra hija.

Gonzalo vuelve a interferir hablándole a su cuñado, ya que ahora también está preocupado al enterarse de que su sobrina podría estar en peligro. 

—¡No, quédate Javier, yo iré en la camioneta, si la señora me lo permite! —Exclama Gonzalo levantando su mirada hacia Victoria, quien ha permanecido expectante de esta novedad imprevista.

El chófer no ha tenido hijos y no sabe siquiera si tendrá algún día, pero quiere a su sobrina Paula como su propia hija.

—Está bien, puedes ir Gonzalo. —Le responde la señora Victoria con serenidad y se marcha hacia dentro de la mansión para ir a descansar a su habitación.

Por lo menos no fue tan dura en esta situación, porque también es madre de una bella joven, Isabella Lowell.

Javier respira más tranquilo, él está muy agitado por toda la ocupación que tiene, entonces le agradece a Gonzalo. 

—Gracias, cuñado, así adelantaré el trabajo, además no podré ir tan rápido como tú con mi cacharra.

—Cuando regreses te ayudaré a acondicionar las plantas, y lo demás quehaceres, Javier. —Le recalca su cuñado Gonzalo.

Él besa nuevamente a su hermana en la frente, despidiéndose de ella, y enseguida se dirige al vehículo en que vino con la señora. 

Entra apresurado y pone la camioneta en marcha, entonces rápidamente se marcha por la carretera como un loco, también preocupado por su sobrina.

*Cacharra, camioneta vieja.

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