Capitulo El amigo Leal . La luz blanca del monitor le quemaba los ojos, pero Fabián ni parpadeaba. El reloj en su muñeca marcaba las tres de la mañana. No había nadie más en la oficina que habían acondicionado como centro de operaciones en ese rincón discreto del edificio. A su alrededor, carpetas, sobres, facturas escaneadas, registros de entrada y salida de materiales, mails impresos, y papeles que muchos creían olvidados. Pero él no olvidaba nada. Porque esto no era solo una auditoría. Era una venganza. Una muy personal. Con el mouse en una mano y un café ya frío en la otra, iba enlazando datos como si tejiera acero entre columnas. Cada contrato, cada presupuesto mal inflado, cada empresa fantasma que Fabricio había usado para desviar fondos… Todo estaba ahí. Todo estaba cayendo por su propio peso. “Quiso jugar a ser ingeniero sin saber que enfrente tenía a los arquitectos del desastre que lo va a sepultar.” Fabián no era de los que gritaban victoria antes de tiempo. P
Capítulo – Bajo el Acero y la Piel El cielo de Bellavista amanecía pálido, apenas tibio por la noche que había quedado atrás. Frente a la casa de los Montes, la camioneta de Nicolás esperaba con el motor encendido, empañando apenas los cristales por dentro. Desde la calle, la escena parecía detenida en el tiempo: abrazos apretados, ojos húmedos, sonrisas contenidas. El aire estaba cargado de pan tostado, café recién hecho y despedida. —Entonces… ¿el 24, dijiste? —preguntó Edinson, con los brazos cruzados, apoyado contra la puerta, serio pero no severo. Anahir asintió. Firme, aunque las manos le temblaban casi imperceptiblemente. —Sí, papá. El 24 de marzo. A las diez de la mañana. En el juzgado de paz. Sofía, a su lado, no le soltaba el brazo. Con cada caricia, con cada roce de su mano, parecía querer decirle que todo iba a estar bien. Bruno y Dante observaban desde un rincón, sin disfrazar la mezcla de orgullo y preocupación. Los mellizos, siempre bromistas, esta vez guardaban s
Capitulo :Planeando el accidente La oficina estaba impregnada de humo, cansancio y ambición mal disimulada. Fabricio caminaba de un lado al otro, girando el vaso de whisky vacío en la mano. Raúl, cómodo en su sillón gastado, seguía sus pasos con la mirada, paciente, como un perro que espera la orden de su amo.—Lo vamos a hacer —soltó finalmente Fabricio, rompiendo el silencio espeso de la habitación—. Pero bien. Sin margen de error.Raúl levantó las cejas.—¿De qué estamos hablando?—De lo que hace falta, Raúl. Necesitamos a alguien que no figure, que entre como peón, uno de afuera, sin lazos con la obra, sin apego. Uno de esos que sobran en la vuelta. Y que por unas monedas hace lo que sea.Raúl chasqueó la lengua, ya sabiendo por dónde iba.—Siempre hay alguno —dijo, relajado—. Conozco varios que bailan por dos billetes.Fabricio detuvo su paso y lo miró fijo.—Perfecto. Lo quiero adentro el lunes. Que pase desapercibido. Que nadie lo cuestione. Vos te encargás de que sea creíble.
Capítulo 39 La verdad de AnahirLa noche estaba en calma, pero dentro de Anahir, nada lo estaba.Sentada sobre la alfombra del living, rodeada por planos viejos, carpetas y su cuaderno de apuntes, repasaba sin querer su historia. No era solo el proyecto lo que intentaba recuperar. Era su vida. Su dignidad. Su nombre.Se abrazó las piernas, enroscando los dedos en la manga del buzo, mientras miraba sin mirar los papeles esparcidos.La maqueta de la obra seguía sobre la mesa. Casi intacta. La había hecho cuando aún creía que estaba construyendo su futuro antes de Fabricio. Ahora la miraba y sentía que, si hubiera prestado atención, habría visto que algo no estaba bien desde el principio con ese hombre.“¿Qué fue lo que vi en él?”Se lo preguntó en voz baja.Era cierto, le dolió la traición. Pero lo que más le dolía ahora era su propia ingenuidad. Casi tres años de relación… y todo había sido un disfraz.“¿Estaba enamorada? ¿O estaba ciega?”El recuerdo la golpeó de lleno. Pensó en la p
Capítulo 40 — La decisión de NicolásEl viaje de regreso desde Bellavista había sido largo y silencioso. Nicolás dejó a Anahir en su apartamento se limitó a mirarla antes de que bajara de la camioneta. No hubo grandes palabras, pero cuando ella le dedicó una sonrisa, leve y sincera, algo dentro de él hizo un clic.Esa sonrisa.Esa maldita sonrisa que desarmaba cualquier defensa.Nicolás la vio caminar hasta la puerta y desaparecer. No supo cuánto tiempo se quedó detenido en la camioneta, pero cuando por fin arrancó, supo que esa imagen iba a perseguirlo toda la noche.No tardó en llegar a su apartamento en Punta del Este, cerca de la obra donde estaba el proyecto Cinco Estrellas. El viento costero traía olor a sal, y a lo lejos las luces del puerto parpadeaban, indiferentes a la tormenta de emociones que cargaba Nicolás.Se quitó las botas, dejó la campera colgada y se recostó sin pensarlo en el sillón. Ni siquiera intentó llegar a la cama.Esa noche, el sueño no tardó en vencerlo.So
Capítulo — Lunes de piezas en juego El lunes amaneció con un cielo plomizo sobre Punta del Este. La brisa marina arrastraba olor a cemento fresco y salitre. En la obra, la estructura del Cinco Estrellas parecía un esqueleto imponente aún en proceso de convertirse en gigante.A las siete en punto, entre el ir y venir de obreros habituales, apareció Gerardo.Ropa gastada, casco sin marcas, y una actitud que simulaba a la perfección la de cualquier peón con ganas de unas horas extras. Pasó sin levantar sospechas, se presentó con naturalidad y, como Raúl había calculado, Nicolás apenas le dedicó una mirada rápida desde la escalera metálica.—¿El nuevo? —preguntó Nicolás a uno de los capataces oficiales.—Sí, entró esta mañana. Lo manda Raúl —dijo el encargado, sin darle mayor importancia—. Lo vamos a poner con los chicos de armados.—Perfecto —respondió Nicolás, volviendo a su libreta.Gerardo bajó la mirada y se mezcló con el resto, justo como debía. Sin destacar, sin apurarse. La tramp
Capítulo — El mate, el beso y la trampa La mañana en Punta del Este tenía ese aire de humedad pegajosa que siempre precede a la lluvia. Las nubes bajas parecían aplastar las calles y las grúas sobre la obra se mecían con la brisa pesada del océano. La estructura del Cinco Estrellas respiraba movimiento, pero a la vez, cierto desorden. Los obreros entraban sin apuro, los andamios ya tenían las primeras marcas de la sal del mar, y en medio de ese panorama apareció Anahir, caminando con la determinación de quien no tiene miedo a embarrarse las botas.En sus manos llevaba el termo y el mate que Nicolás había olvidado en su casa de Bellavista. No era solo un objeto, era su carta de regreso, su bandera de resistencia. No iba a permitir que la corrieran de su territorio así nomás. Aunque la hubieran suspendido, aunque algunos pensaran que estaba fuera de juego, ella era de las que vuelven sin permiso.Caminaba decidida cuando lo vio.Fabricio, de pie en la escalera metálica, como si se hubi
Capitulo— Compras, secretos y la promesaLa tarde cayó con lentitud sobre Punta del Este, dejando tras de sí un cielo color plomo y un aire cargado de sal y presagios. Después de salir de la obra, Anahir y Nicolás caminaron juntos por las callecitas del centro. Ella se aferraba al termo y al mate vacío, como si fueran una excusa para sostenerse. Nicolás, en cambio, caminaba con una serenidad fingida, sabiendo que, sin proponérselo, la había recuperado, aunque fuera un poco.El recorrido terminó en una pequeña boutique. Anahir dudó al entrar, pero Nicolás, con una sonrisa cómplice, la empujó suavemente a cruzar la puerta. En la vidriera, un conjunto de chaqueta y pantalón blanco la esperaba como si hubiera sido diseñado para ella.—Ese —señaló Nicolás—. Eso es para vos.Seguro te queda hermoso.Anahir lo miró de reojo, fingiendo desinterés, pero en el fondo, sintió una punzada de ilusión.Eligieron juntos: una chaqueta de lino con bordados sutiles en dorado, un pantalón de vestir que le