Capítulo – Reina Sin TronoFátima Lombardí no tuvo que mover un solo dedo para verlo caer.Desde la ventana de la sala de reuniones, con los brazos cruzados y el mentón en alto, lo vio. Fabricio Castiglioni, el gran “ingeniero estrella”, saliendo por la puerta principal de la obra como un perro apaleado, con el casco en la mano y la mirada perdida. El silencio de su marcha fue el mayor de los escándalos. La gloria le duró lo que dura una mentira cuando la verdad se cansa.Y ella… sonrió.No por placer. Por justicia. Porque ese imbécil se creía invencible. Porque pensó que podía arrastrarla a su miseria. Porque creyó que iba a tenerla de rodillas después de todo.Y míralo ahora. Expulsado. Solo. Sin derecho a réplica.Pero la sonrisa de Fátima duró lo que dura una exhalación. Porque el problema no era él. El problema era lo que quedaba.Los números no cerraban Y ya no tenía de donde sacar un peso , lo que tenía ya lo usó para tapar los errores de Fabricio al sacar a Anahir y ahora con
Capítulo 72 – La Ira del CaídoFabricio Castiglioni salió del salón como alma que lleva el diablo, sin saludar, sin mirar a nadie.La corbata mal puesta, el rostro empapado en sudor, las manos temblorosas de rabia.No entendía nada.No sabía quién había filtrado los videos.No sabía cómo Nicolás Martínez se había dado vuelta la jugada.No sabía por qué todos lo miraban ahora como si fuera un payaso derrotado en su propio circo.—¡Esto no puede estar pasando! —masculló entre dientes al cerrar la puerta de su oficina de un golpe brutal.Derribó una silla de una patada.Revolvió papeles, tiró el portavasos, empujó el escritorio con toda su furia inútil.Pero nada se movía en su favor.Nada.Desde el pasillo, algunos obreros lo miraban.Otros ya ni se molestaban en fingir respeto.Algunos reían bajito.Otros simplemente se encogían de hombros.Castiglioni ya no imponía nada.Ya no era el “ingeniero”.Ahora era solo eso el que cayó por estúpido.**Horas más tarde, en su apartamento de luj
Capítulo – El Dolor Que No Se DiceSilvia Herrera esperaba sentada en la terraza del pequeño café que solía frecuentar, justo en la esquina de la plaza donde el otoño comenzaba a teñir los árboles de oro. Santiago Durán llegó con su paso tranquilo, ese que siempre tenía, como si nada lo apurara pero todo le importara.La había llamado para reunirse urgentemente.—¡Silvi! —dijo, abriéndole los brazos y llegando hacia ella .Ella sonrió y se levantó para abrazarlo. Eran amigos desde hacía años, desde que él había salido hecho trizas por culpa de Fátima Lombardí, y ella lo había acompañado en su duelo silencioso. Desde entonces, se habían sostenido en lo más difícil, y esa amistad se volvió firme como acero . Porque él también fue un gran amigo sin saber el momento que Silvia pasó por toda su pérdida .—¿Y, cómo estás vos? —preguntó Silvia mientras el mozo les dejaba dos cafés con medialunas.Santiago suspiró y le habló tranquilamente.—Fátima volvió a aparecer hoy ,frente a mi … con u
Capítulo 74 – Almuerzo con SorpresasSilvia miró a Santiago con una idea ya formándose en la cabeza.—Santi, pará un segundo —le dijo, mientras sacaba el celular del bolso—. Déjame hacer una llamada. Estoy casi segura de que Anahir está en la ciudad. Ella volvía hoy de su luna de miel. Además, estamos tan cerca de la obra del Cinco Estrellas... capaz vienen a almorzar con nosotros.Santiago frunció el ceño, incómodo.—¿Con su esposo?—Sí —respondió ella, sonriendo—. Tranquilo, Nicolás es una muy buena persona. No es una cena romántica, es una reunión con información útil. Además... te conviene.—¿La llamás?—Sí, ya la llamo.—¡Hola, Silvia! —contestó Anahir con tono agitado pero cálido—. Qué gusto escucharte, mujer. ¡De verdad que tenemos que llamarnos más seguido!—Lo sé —respondió Silvia—, pero también sé que estás con mil cosas, así que no me lo tomé a mal. De hecho, te llamo por eso. Estoy con Santiago... necesita preguntarte algo importante.Del otro lado de la línea, Anahir sol
Capítulo 75 : Respirar No Es VivirLos últimos días habían traído algo parecido a la calma en la obra del Cinco Estrellas.Nicolás y Anahir trabajaban codo a codo, recuperando el ritmo, el orden, y lo más importante: la confianza del equipo.La auditoría seguía en curso, meticulosa, sin pausas.Y aunque los informes aún no estaban listos, lo que se veía en el ambiente era claro: la obra se movía, avanzaba, respondía.El liderazgo firme de Anahir y la estrategia silenciosa de Nicolás le devolvían el alma a los pasillos de cemento y acero.Pero del otro lado… Fátima Lombardí no respiraba igual.Santiago Durán había accedido a invertir.Pero con condiciones.Le dio un solo mes.Treinta días de oxígeno.Y nada más.Fátima lo sabía: no era confianza. Era un experimento."Si les va bien, hablamos", había dicho Santiago, sin promesas, sin halagos.Y si bien ese dinero le dio un pequeño respiro, no le alcanzaba para dormir tranquila.Porque además, Santiago exigió una supervisión directa.Y S
Capítulo – La Voz del Peón Cantó El Ministerio de Trabajo se presentó con tono firme, voz neutra y papeles en mano. La notificación formal contra Raúl Méndez estaba firmada: sería procesado por encubrimiento, negligencia laboral y posibles lesiones con dolo eventual. Los abogados del Estado estaban dispuestos a ir hasta el final. Pero justo cuando todo parecía sellado, los representantes legales de Nicolás Martínez intervinieron.Raúl, arrinconado, con los hombros caídos y el alma a cuestas, dudaba.Había sido leal a Fabricio Castiglioni hasta el límite de la estupidez.Pero en ese momento, pensó en su madre. En el hospital, en los remedios carísimos, en el alquiler que ya no podía pagar desde que lo habían despedido de la obra.Y lo más importante , pensó en su nombre.No iba a ser el chivo expiatorio de nadie.Uno de los abogados de Nicolás habló con claridad:—Raúl, si colaborás con la Justicia, si entregás pruebas y contás lo que sabés sobre los fraudes cometidos por Castiglioni
Capítulo 77 – El Fantasma que PlaneaDurante los últimos días, Fabricio Castiglioni había desaparecido del mapa. No se lo había visto por la obra, ni por su apartamento, ni siquiera por los pasillos de los edificios donde antes se movía con aires de rey.Pero no estaba muerto.Ni vencido .Ni de parranda Estaba… planeando.**Desde que lo sacaron de la obra como un perro, con el casco bajo el brazo y la humillación tatuada en la cara, había tenido que refugiarse donde pudiera.El apartamento de lujo en el que vivía, ese que le gustaba mostrar como trofeo, ya era un lastre. No sabía cómo iba a pagar la cuota de este mes. La tarjeta estaba al límite, la heladera vacía, y el agua caliente… un lujo esporádico.Por eso, había encontrado una salvación momentánea.Su nombre era Virginia Azuaga, una arquitecta senior que trabajaba en una subcontratista dentro del Cinco Estrellas. Discreta. Soltera. De mirada inteligente, y lo suficientemente ilusa para creerse el discurso quebrado de Fabricio
Capítulo 1Entre Sueños y SombrasEl sonido constante de martillos y sierras acompañaba a Anahir Montes mientras recorría la obra. El calor de la tarde se filtraba por cada rincón, pero ella ni lo notaba. Su mente estaba enfocada en encontrar el error que Fabricio mencionó. Había revisado cada plano, cada cálculo, cada detalle de la piscina. Todo estaba perfecto.Después de horas encerrada en el banco de trabajo en el sector alejado a las oficinas, suspiró profundamente. Creo que Fabricio se equivocó, pensó, pero se sintió culpable al instante. Él era meticuloso, siempre atento. Tal vez fui yo la que pasó algo por alto.Decidió dar una vuelta por la obra para despejarse. Saludó a los obreros que, al verla, sonreían con genuino aprecio.—¡Arquitecta, qué bueno verla! —dijo Mateo, uno de los herreros, secándose el sudor con el dorso de la mano.—¿Todo bien, Mateo? —preguntó ella con amabilidad, notando el cansancio en su rostro.—Sí, pero... el ingeniero nos pidió cambiar las medidas de