Capítulo :Jaque en SilencioEl sonido de la cafetera llenó la cocina del pequeño apartamento que Nicolás alquilaba cerca de la obra. Era temprano, aún no eran las siete de la mañana , pero Fabián ya estaba en la mesa con su notebook abierta y varios documentos desplegados.Su estilo casual contrastaba con la impecable camisa blanca de Nicolás, quien, como cada mañana, parecía tener un plan incluso para su ropa.—¿Estás seguro de esto? —preguntó Fabián, sin levantar la vista del informe que había redactado durante la noche—. Si movemos esto ahora, Fabricio va a atacar por desesperación.—Eso es lo que quiero —respondió Nicolás mientras se servía un café—. Que crea que todavía puede ganar. Que se sienta lo suficientemente confiado como para cometer un error.Fabián lo miró de reojo y esbozó una sonrisa. Lo conocía desde hacía años, lo había visto levantarse cuando otros se caían. Pero esa mirada en los ojos de Nicolás… esa determinación contenida, le recordaba a otro momento. Uno que de
Conversaciones pendientes y las cosas claras . El ambiente dentro de la camioneta estaba relajado, pero Nicolás sentía la mirada de Anahir de vez en cuando. No era una mirada cualquiera, no era de juicio ni de incomodidad: era una mirada que analizaba en silencio, como si intentara descubrir algo más allá de ese capataz silencioso que todos conocían en la obra. Esa forma en la que ella lo observaba… casi podía sentirla cruzándole el perfil, acariciándole los gestos con los ojos. —Voy a tener que llamar a mis padres —dijo ella de repente, rompiendo el silencio. Nicolás giró un poco la cabeza hacia ella sin apartar la vista del camino. —Tiene sentido. No puedes casarte sin avisarles. Anahir soltó una risa seca. —¿Avisarles? No, Nico. Nicolás la miro en el momento que ella lo nombró así “Nico” era un avance . -A papá le tengo que contar toda la verdad. Mi familia no es de que simplemente aceptan un “me casé y punto”. Nicolás esbozó una leve sonrisa. —Tu padre es Edi
Capítulo 30 Perfil bajo El ambiente en la sala de reuniones era una bomba a punto de estallar. Fabricio había logrado su cometido inicial: suspender a Nicolás y desacreditarlo ante los inversionistas. Pero la jugada no estaba terminada. Fabián Mansilla, con su calma característica, se mantenía observando cada movimiento. No parecía nervioso, pero su presencia pesaba en la mesa.—Bueno, Fabricio —dijo Fabián con una sonrisa de tiburón—. Si quieres sacar a Nicolás, muéstranos pruebas de que fue él quien cometió el error.Fabricio se removió en su asiento. No esperaba que lo enfrentaran así de directo.—Los planos hablan por sí solos —respondió, deslizando una carpeta sobre la mesa—. Aquí están las modificaciones que se hicieron en la obra.Fabián hojeó los papeles con calma, luego alzó la mirada.—¿Y por qué estos planos no coinciden con los originales aprobados? Hubo un silencio sepulcral en la sala de reuniones .Los inversionistas se miraron entre sí, sintiendo que algo no encajaba
Capitulo NicolásCuando Fabricio cruzó la puerta del salón de reuniones, lo hizo como si entrara a inspeccionar una obra que le pertenecía. El saco colgando sobre los hombros parecía un andamio mal instalado: decorativo, pero a punto de venirse abajo. Caminaba con paso firme, como quien cree tener el plano en sus manos, pero yo sabía que ni siquiera había leído los cimientos.Se sentó frente a nosotros con ese gesto suyo tan estructurado como un render sin ejecutar: impecable por fuera, hueco por dentro.Lo observé en silencio mientras Fabián tomaba la palabra. Habíamos planeado esa reunión con la precisión de una nivelación láser: sin alardes, sin aspavientos, solo líneas rectas, información clara y datos sólidos.—Si él se va, yo retiro la inversión —dijo Fabián, casi como si hablara del clima.Fabricio apenas parpadeó. Todavía no entendía la profundidad de esa frase. No veía la grieta que se abría bajo sus pies como una falla en el terreno mal estudiada. Creía que tenía el control
Capitulo El mensaje La tarde caía sobre la ciudad como una losa de concreto, pesada y sin promesa de alivio. En la oficina de dirección de obra, la tensión no necesitaba palabras: estaba en el aire, en las miradas, en el modo en que Fabricio arrastraba los dedos sobre el escritorio sin darse cuenta. Fátima lo observaba desde el sillón con las piernas cruzadas, sus uñas perfectamente limadas tamborileando contra el brazo del sillón con una impaciencia que contrastaba con su falsa calma. —Te estás desarmando —soltó ella al fin, sin mirarlo—. Y es feo ver cómo un hombre que alguna vez creí brillante se quiebra por una mujer. Fabricio levantó la cabeza despacio, como si procesar esa frase le llevara más tiempo del que estaba dispuesto a concederle. —No es por Anahir. Fátima sonrió con los labios, no con los ojos. —Claro. No es por ella. Solo estás irritado porque ahora tiene el apoyo de Fabián, de Nicolás… y porque ya no gira a tu alrededor. Porque ya no sos el centro. —No n
Capítulo — Rumbo a BellavistaAnahir miraba por la ventanilla de la camioneta, viendo cómo la ruta se extendía hacia el infinito entre campos abiertos y molinos dormidos. El sol de la tarde se filtraba entre las nubes, y ese aire templado que solo se siente cerca de la costa la envolvía como una manta vieja, conocida. El asfalto se estiraba delante de ellos como un puente entre el pasado y el presente, entre su historia y lo que venía a buscar.Nicolás iba concentrado en el volante, una mano firme en el manillar, la otra apoyada en la ventanilla abierta. El viento jugaba con algunos mechones sueltos de su cabello, y Anahir lo observó de reojo, reconociendo en él algo que no había visto en mucho tiempo: paz. Pero no era la paz que se encuentra en el silencio. Era esa que se siente cuando uno encuentra un lugar seguro para caer. Y eso, sin querer, él se había convertido en eso para ella.El aire dentro de la camioneta estaba cargado, aunque no hablaban. Era ese tipo de silencio espeso q
Capítulo 34 – Forjado en SilencioLa camioneta de Nicolás avanzaba firme por la ruta costera. El mar quedaba a su izquierda, extendiéndose calmo como un recuerdo dormido. Anahir iba sentada a su lado, en silencio, observando el paisaje. Tenía esa manera de mirar que no buscaba nada en particular, pero lo absorbía todo.A Nicolás le gustaba manejar así. Sin prisa, sin distracciones. Con los brazos relajados y la mente… bueno, la mente nunca lo estaba. Mucho menos hoy.Estaban por llegar a Bellavista, el pueblo donde Anahir había crecido. Allí conocería a sus padres, a sus hermanos. Y aunque ella lo esperaba con tranquilidad en la mirada, dentro de él algo se agitaba.Estaban muy cerca de Bello Horizonte.Y eso, aunque no lo admitiera en voz alta, lo ponía en guardia.“Estoy a veinte minutos de la casa de mis padres.”Los recuerdos le pesaron en la espalda como bloques de hormigón. Las tardes en el taller de su padre, los almuerzos con la radio de fondo, los domingos con olor a asado… y
Capitulo: Anahir La mesa ya estaba casi vacía. Solo quedaban los vasos medio llenos, las servilletas arrugadas y el olor a comida que siempre quedaba flotando en la casa después de una cena familiar. Los mellizos discutían en voz baja, Sofía recogía platos con una sonrisa satisfecha, y Edinson… Edinson estaba más tranquilo de lo que ella había esperado.Pero Anahir no estaba mirando a nadie.Solo a él.Nicolás.Sentado en la punta de la mesa, con las mangas arremangadas, atento a todo sin querer ser el centro. Había hablado poco. Había escuchado mucho. Se había ganado el respeto de su padre sin levantar la voz. Sin imponer nada. Con la misma firmeza con la que se colocan los cimientos: en silencio, pero para siempre.“Tiene secretos. Lo sé.”Lo sentía en sus silencios, en sus gestos calculados, en la forma en que esquivaba algunas preguntas con elegancia.La forma en que medía cada palabra, como si seleccionara cuidadosamente qué mostrar y qué guardar. Era hábil, pero no soberbio. R