Capítulo 26 El Precio de los Planos CambiadosEl aire en la obra estaba denso. No por el polvo ni por el calor, sino por las miradas cargadas de sospecha, por los murmullos que se multiplicaban como una grieta en expansión. Nicolás lo sabía. Sentía ese temblor sutil que se instala antes del colapso.Y sabía también quién lo había provocado.Fabricio había cambiado los planos. Otra vez. Lo había hecho con precisión quirúrgica, esperando que él, el capataz al que todos respetaban, cargara con el error.Pero Nicolás no era un improvisado.Caminó entre los obreros con calma, saludando a cada uno como si nada ocurriera. Pero en su interior, cada paso era una descarga eléctrica.—¿Vieron esto? —murmuró uno de los obreros, señalando una tabla con los planos alterados—. Esto no estaba así la semana pasada.—¿Y ahora qué hacemos? ¿Quién se hace cargo de este desastre?—Dicen que fue Nicolás quien los aprobó…Nicolás escuchaba todo. No respondía. Solo observaba con atención.Porque no era tie
Capítulo 27: Un Paso Hacia lo InevitableEl sol apenas asomaba cuando Nicolás llegó a la obra en su camioneta , pero esta vez no vestía su acostumbrado uniforme de trabajo.No había casco, no había botas llenas de polvo ni camisa remangada por el esfuerzo físico.Hoy, Nicolás Martínez lucía impecable: pantalón oscuro, una camisa celeste pulcra que resaltaba su complexión fuerte, su barba de dos días bien cuidada y ese aire de seguridad que lo envolvía.Desde la oficina, Fabricio lo vio y frunció el ceño. Se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando las manos en el escritorio.—¿Y este qué se cree? —murmuró con una mueca de desprecio.Nunca antes lo había visto así. Siempre con su ropa de trabajo, con la piel curtida por el sol de la obra. Pero hoy… hoy se veía diferente. Demasiado arreglado.Lo observó con más atención. Entonces recordó la palabra que había creído escuchar de él en la reunión anterior: “esposo”. Pero con tantos problemas se había olvidado. Trató de pensar en otra c
Capítulo :Jaque en SilencioEl sonido de la cafetera llenó la cocina del pequeño apartamento que Nicolás alquilaba cerca de la obra. Era temprano, aún no eran las siete de la mañana , pero Fabián ya estaba en la mesa con su notebook abierta y varios documentos desplegados.Su estilo casual contrastaba con la impecable camisa blanca de Nicolás, quien, como cada mañana, parecía tener un plan incluso para su ropa.—¿Estás seguro de esto? —preguntó Fabián, sin levantar la vista del informe que había redactado durante la noche—. Si movemos esto ahora, Fabricio va a atacar por desesperación.—Eso es lo que quiero —respondió Nicolás mientras se servía un café—. Que crea que todavía puede ganar. Que se sienta lo suficientemente confiado como para cometer un error.Fabián lo miró de reojo y esbozó una sonrisa. Lo conocía desde hacía años, lo había visto levantarse cuando otros se caían. Pero esa mirada en los ojos de Nicolás… esa determinación contenida, le recordaba a otro momento. Uno que de
Conversaciones pendientes y las cosas claras . El ambiente dentro de la camioneta estaba relajado, pero Nicolás sentía la mirada de Anahir de vez en cuando. No era una mirada cualquiera, no era de juicio ni de incomodidad: era una mirada que analizaba en silencio, como si intentara descubrir algo más allá de ese capataz silencioso que todos conocían en la obra. Esa forma en la que ella lo observaba… casi podía sentirla cruzándole el perfil, acariciándole los gestos con los ojos. —Voy a tener que llamar a mis padres —dijo ella de repente, rompiendo el silencio. Nicolás giró un poco la cabeza hacia ella sin apartar la vista del camino. —Tiene sentido. No puedes casarte sin avisarles. Anahir soltó una risa seca. —¿Avisarles? No, Nico. Nicolás la miro en el momento que ella lo nombró así “Nico” era un avance . -A papá le tengo que contar toda la verdad. Mi familia no es de que simplemente aceptan un “me casé y punto”. Nicolás esbozó una leve sonrisa. —Tu padre es Edi
Capítulo 30 Perfil bajo El ambiente en la sala de reuniones era una bomba a punto de estallar. Fabricio había logrado su cometido inicial: suspender a Nicolás y desacreditarlo ante los inversionistas. Pero la jugada no estaba terminada. Fabián Mansilla, con su calma característica, se mantenía observando cada movimiento. No parecía nervioso, pero su presencia pesaba en la mesa.—Bueno, Fabricio —dijo Fabián con una sonrisa de tiburón—. Si quieres sacar a Nicolás, muéstranos pruebas de que fue él quien cometió el error.Fabricio se removió en su asiento. No esperaba que lo enfrentaran así de directo.—Los planos hablan por sí solos —respondió, deslizando una carpeta sobre la mesa—. Aquí están las modificaciones que se hicieron en la obra.Fabián hojeó los papeles con calma, luego alzó la mirada.—¿Y por qué estos planos no coinciden con los originales aprobados? Hubo un silencio sepulcral en la sala de reuniones .Los inversionistas se miraron entre sí, sintiendo que algo no encajaba
Capitulo NicolásCuando Fabricio cruzó la puerta del salón de reuniones, lo hizo como si entrara a inspeccionar una obra que le pertenecía. El saco colgando sobre los hombros parecía un andamio mal instalado: decorativo, pero a punto de venirse abajo. Caminaba con paso firme, como quien cree tener el plano en sus manos, pero yo sabía que ni siquiera había leído los cimientos.Se sentó frente a nosotros con ese gesto suyo tan estructurado como un render sin ejecutar: impecable por fuera, hueco por dentro.Lo observé en silencio mientras Fabián tomaba la palabra. Habíamos planeado esa reunión con la precisión de una nivelación láser: sin alardes, sin aspavientos, solo líneas rectas, información clara y datos sólidos.—Si él se va, yo retiro la inversión —dijo Fabián, casi como si hablara del clima.Fabricio apenas parpadeó. Todavía no entendía la profundidad de esa frase. No veía la grieta que se abría bajo sus pies como una falla en el terreno mal estudiada. Creía que tenía el control
Capitulo El mensaje La tarde caía sobre la ciudad como una losa de concreto, pesada y sin promesa de alivio. En la oficina de dirección de obra, la tensión no necesitaba palabras: estaba en el aire, en las miradas, en el modo en que Fabricio arrastraba los dedos sobre el escritorio sin darse cuenta. Fátima lo observaba desde el sillón con las piernas cruzadas, sus uñas perfectamente limadas tamborileando contra el brazo del sillón con una impaciencia que contrastaba con su falsa calma. —Te estás desarmando —soltó ella al fin, sin mirarlo—. Y es feo ver cómo un hombre que alguna vez creí brillante se quiebra por una mujer. Fabricio levantó la cabeza despacio, como si procesar esa frase le llevara más tiempo del que estaba dispuesto a concederle. —No es por Anahir. Fátima sonrió con los labios, no con los ojos. —Claro. No es por ella. Solo estás irritado porque ahora tiene el apoyo de Fabián, de Nicolás… y porque ya no gira a tu alrededor. Porque ya no sos el centro. —No n
Capítulo — Rumbo a BellavistaAnahir miraba por la ventanilla de la camioneta, viendo cómo la ruta se extendía hacia el infinito entre campos abiertos y molinos dormidos. El sol de la tarde se filtraba entre las nubes, y ese aire templado que solo se siente cerca de la costa la envolvía como una manta vieja, conocida. El asfalto se estiraba delante de ellos como un puente entre el pasado y el presente, entre su historia y lo que venía a buscar.Nicolás iba concentrado en el volante, una mano firme en el manillar, la otra apoyada en la ventanilla abierta. El viento jugaba con algunos mechones sueltos de su cabello, y Anahir lo observó de reojo, reconociendo en él algo que no había visto en mucho tiempo: paz. Pero no era la paz que se encuentra en el silencio. Era esa que se siente cuando uno encuentra un lugar seguro para caer. Y eso, sin querer, él se había convertido en eso para ella.El aire dentro de la camioneta estaba cargado, aunque no hablaban. Era ese tipo de silencio espeso q