Capítulo 20: Fabricio, El Hombre Que Se Apagó SoloPunto de Vista de Fabricio CastiglioniFabricio se paseaba por su oficina como un animal enjaulado, la mandíbula tensa y los puños cerrados.Algo no encajaba.Sabía que había hecho bien su trabajo sucio: desvió los fondos, manipuló los planos, cambió los proveedores y, como guinda del pastel, alteró las medidas de los cortes de hierro.Era el golpe perfecto.O eso pensaba.Porque, una vez más, Anahir había salido ilesa.Y eso lo carcomía por dentro.Raúl, su asistente, entró con la expresión tensa, sabiendo que cualquier mala noticia podía desatar la furia de su jefe.—Señor Castiglioni, hice lo que me pidió. Pregunté a varios proveedores, pero ninguno sabe cómo se pagaron los nuevos materiales.Fabricio entrecerró los ojos.—¿Cómo que no saben?—La orden de pago no salió del fondo de la obra. Tampoco de los inversionistas menores.El corazón de Fabricio latió con fuerza.—¿Entonces de dónde salió el dinero?Raúl tragó saliva.—Solo p
Capitulo 21 Perdiendo de ControlLa noche había sido larga. Entre planos, llamadas y correcciones de última hora, el tiempo se les había escapado entre los dedos. Anahir y Nicolás, exhaustos, se encontraban en la oficina recién remodelada de ella, la cual se había convertido en su refugio en medio de la tormenta que Fabricio desataba día tras día.Pero lo que no esperaban era la sorpresa que les aguardaba en las cámaras de seguridad.—Esto no puede ser real… —murmuró Anahir, con los ojos clavados en la pantalla de la computadora.Nicolás, sentado a su lado con una taza de café en la mano, dejó escapar una carcajada seca al ver la grabación.—Oh, es real. Muy real.En la pantalla, la imagen de Fabricio aparecía una y otra vez en distintos días cuando la obra estaba vacía. Pero lo verdaderamente ridículo no era su presencia, sino lo que hacía.Saltaba.Brincaba sobre el cartel con el nombre de Anahir como si fuera un niño rabioso. Lo pisoteaba con furia, lo arrancaba de la pared, lo ro
Capítulo 22: La Alianza con Nicolás – La Trampa Comienza a CerrarseLa ciudad nunca dormía, pero esa noche, el mundo de Anahir parecía más silencioso de lo normal. O tal vez era el ruido dentro de su mente lo que la ensordecía. Desde la ventana de su habitación, observaba las luces de los edificios, su reflejo apenas visible en el vidrio mientras sostenía el contrato en sus manos.Lo había leído tantas veces que las palabras parecían grabadas en su piel. Cada cláusula, cada condición, cada línea escrita con una precisión quirúrgica. Un matrimonio por contrato, sin ataduras emocionales, sin intimidad, sin expectativas más allá de lo estrictamente necesario.En teoría, tenía sentido. En la realidad, era una locura.Pero era una locura que necesitaba hacer.Fabricio estaba ganando.Fátima había hecho su jugada maestra.Los inversionistas dudaban de ella.Cada día que pasaba, sentía que perdía más terreno.Hasta que apareció Nicolás.Un hombre que nadie veía venir. Un capataz que parec
Capítulo : El Espejo del EngañoFátima Lombardi observaba el reflejo de su manicura impecable en la curva del cristal. La copa de vino tinto oscilaba entre sus dedos como si acariciara el tiempo. En su despacho, la penumbra era un personaje más: las luces bajas, las cortinas pesadas, el leve tic-tac del reloj de péndulo que parecía marcar el ritmo de su paciencia. Afuera, la ciudad dormía. Adentro, el caos planeaba su próxima jugada.Frente a ella, Fabricio hojeaba los informes contables con el ceño tan fruncido que una arruga nueva le nacía en la frente. Cada línea que leía era un puñetazo al ego.—Esto no puede ser posible —murmuró, sin levantar la vista.Su tono no era solo de fastidio, sino de esa rabia contenida que roza el ridículo. Como si el papel tuviera la culpa de su ineptitud.Fátima exhaló despacio, como si el aire mismo le pesara. Cerró los ojos un segundo, y cuando los abrió, lo hizo como una reina que decide no destronar aún a su bufón.—Es peor de lo que pensaba —dijo
Capítulo : La Trampa de FabricioEl aire en la sala de reuniones estaba espeso, como si el oxígeno se negara a circular. Las paredes blancas, impersonales, parecían cerrarse poco a poco. Los inversionistas no hablaban, pero los dedos golpeaban carpetas, los pies se movían debajo de la mesa, y cada tanto, alguien pasaba una página sin leerla, solo para hacer algo con las manos.Anahir, sentada en el extremo opuesto a Fátima y Fabricio, mantenía la espalda recta. El cuero de la silla rechinaba apenas cuando cambiaba de postura, pero su expresión seguía imperturbable. Solo quien la conociera bien —como Nicolás— sabría que estaba apretando los dedos contra el borde de la mesa con tanta fuerza que se le marcaban los nudillos.En la punta de sus dedos, sentía el filo invisible de lo que estaba en juego.Fabricio carraspeó. Disfrutaba cada segundo.—Hemos notado ciertos desajustes en la obra —dijo, con su tono ensayado de falsa preocupación—. Plazos incumplidos, costos inflados… y decisiones
Capítulo 25: Una Reina sin CoronaEl sonido de la puerta al cerrarse retumbó en la oficina como un disparo seco. El eco quedó suspendido unos segundos, justo antes de que comenzaran los pasos furiosos de Fabricio, retumbando sobre el mármol blanco. Caminaba de un lado a otro, los hombros tensos, la mandíbula apretada, las manos cerradas en puños.La reunión había sido un desastre.Sí, había logrado quitar a Anahir del camino, pero la auditoría… la maldita auditoría, lanzada por Fabián Mansilla como una daga, lo tenía contra las cuerdas. Y si esos auditores empezaban a escarbar en serio…estaban perdidos .Un sudor frío le recorrió la espalda. El tipo de sudor que solo aparece cuando sabés que el piso debajo de ti está empezando a ceder.Detrás del escritorio, Fátima Lombardi lo observaba con el mismo temple con el que se estudia una partida de ajedrez. Sentada con elegancia felina, con una copa de vino en la mano y una pierna cruzada sobre la otra, parecía más espectadora que cómplice.
Capítulo 26 El Precio de los Planos CambiadosEl aire en la obra estaba denso. No por el polvo ni por el calor, sino por las miradas cargadas de sospecha, por los murmullos que se multiplicaban como una grieta en expansión. Nicolás lo sabía. Sentía ese temblor sutil que se instala antes del colapso.Y sabía también quién lo había provocado.Fabricio había cambiado los planos. Otra vez. Lo había hecho con precisión quirúrgica, esperando que él, el capataz al que todos respetaban, cargara con el error.Pero Nicolás no era un improvisado.Caminó entre los obreros con calma, saludando a cada uno como si nada ocurriera. Pero en su interior, cada paso era una descarga eléctrica.—¿Vieron esto? —murmuró uno de los obreros, señalando una tabla con los planos alterados—. Esto no estaba así la semana pasada.—¿Y ahora qué hacemos? ¿Quién se hace cargo de este desastre?—Dicen que fue Nicolás quien los aprobó…Nicolás escuchaba todo. No respondía. Solo observaba con atención.Porque no era tie
Capítulo 27: Un Paso Hacia lo InevitableEl sol apenas asomaba cuando Nicolás llegó a la obra en su camioneta , pero esta vez no vestía su acostumbrado uniforme de trabajo.No había casco, no había botas llenas de polvo ni camisa remangada por el esfuerzo físico.Hoy, Nicolás Martínez lucía impecable: pantalón oscuro, una camisa celeste pulcra que resaltaba su complexión fuerte, su barba de dos días bien cuidada y ese aire de seguridad que lo envolvía.Desde la oficina, Fabricio lo vio y frunció el ceño. Se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando las manos en el escritorio.—¿Y este qué se cree? —murmuró con una mueca de desprecio.Nunca antes lo había visto así. Siempre con su ropa de trabajo, con la piel curtida por el sol de la obra. Pero hoy… hoy se veía diferente. Demasiado arreglado.Lo observó con más atención. Entonces recordó la palabra que había creído escuchar de él en la reunión anterior: “esposo”. Pero con tantos problemas se había olvidado. Trató de pensar en otra c