CRUELLA

—Eres una diosa Cruella—cabalgo una polla pequeña que nada me hace sentir—eres la misma muerte mujer.

Me toma de las tetas mientras cuento los segundos porque pronto terminara,  no es más que un precoz que en menos de nada temblara debajo de mí, lo bueno es que ver su expresión llena de lujuria es un gusto que me doy manipulando con lo único que desea y es mi cuerpo.

—¿Dónde lo quieres? —es imbécil si piensa que permitiré que se bote encima—dime princesa.

—Que lo eches en el condón—aprieta mis nalgas al tiempo que sube su pelvis encontrándose con mi centro y vaciándose dentro.

—Dios—exclama terminando de derramarse—vas a matarme mujer.

—No digas idioteces que te necesito vivo—me bajo de él sentándome en el borde—ya sabes lo que