*CAPÍTULO 04*

**Amaral Watson**

Aquí me encuentro, en esta aburrida y falsa fiesta, es algo insólito el hecho de que lo hayan nombrado como juez federal, no saben el error que cometieron, le han dado un puesto para seguir cometiendo atrocidades, le han facilitado el trabajo, de esa forma podrá encubrirse fácil.

Siendo juez no habrá nadie que lo pueda parar, no si siguen siendo envueltos por ese espejismo que el mismo pone en los ojos de los demás, la única que sabe lo que hace soy yo, por eso tengo que pensar como detenerlo.

La celebración es patética, nada interesante que mirar, dije que no iba a tomar pero lo siento mucho por él, necesito un trago con urgencia para bajar este sabor amargo que tengo en mi boca. No deseaba estar aquí, se me ocurrió la brillante idea de decirle que no quería venir y eso lo enfureció, al tal punto de alzarme la mano. Me supongo que pensó muy bien lo que haría, si me golpeaba en el rostro no iba a poder venir, y mi presencia aunque no le guste es esencial aquí, siendo su señora esposa debo estar a su lado, eso lo hará lucir como un buen hombre y esposo, algo que no es.

—¿Puedes sonreír? — me pide con disimulo. Ya me estoy hartando de hacer lo que él quiera.

—No, me duele el hombro gracias al apretón que me diste ayer en la noche ¿Se te olvida? — clava su profunda mirada en mi, este comentario me saldrá costoso. Anoche fue lo mismo, parece que todo lo que digo lo usa en mi contra para hacerme algún daño. Ayer por un tonto comentario me dio un apretón en el hombro que me hizo llorar, y ahora me duele demasiado, tuve que usar un vestido que me cubriera esa parte.

—Vuelves a decir algo así en la fiesta y te juro que te haré vivir un infierno por una semana mínimo, o puede que hasta más, no hables, no respires, hazte invisible, evítame un bochorno en la fiesta y en mi carrera que es lo más importante, debes cuidar de mi profesión querida esposa, no querrás verme enojado ¿O sí? — me muevo con nervios antes sus amenazas.

—Ya lo vivo, desde hace un año para acá es lo único que vivo, un infierno, una mentira — deja la copa de vino en la barra y me lanza una última mirada de advertencia, de esas que sabes que cumplirá.

—Sigues con tus comentarios y te subiré a la habitación del hotel solo para darle una lección, ya cállate, hazme el favor y sonríe, me importa un carajo si te duele o no el hombro, es mi carrera, mi logro ¿Quieres arruinar todo lo que he logrado? Esa eres tú que no sirves para nada, con una profesión que no ejerces, paso a creer que sientes celos de que yo si he llegado lejos y tú no — enfermo, ¿Cómo puede decir que siento celos de algo que no me gusta? Aparte de todo es tan cínico que dice que no ejerzo mi profesión porque no quiero cuando él es quien me cohíbe de hacerlo.

Se marcha y yo quedo en el mismo lugar, le pido al batender que me sirva una copa de margarita, la pido fuerte para relajarme, Amanda tiene razón en todo, debo divorciarme y alejarme de esta escoria, la cuestión es que no será fácil salir huyendo, me hará difícil el camino, lo conozco, no será fácil librarme de él.

—¿Por qué esa cara? — la presencia de mi amiga me asusta. — ¿Estás bien? — Me tomo el trago completo.

—Sí, es que estoy aburrida — Enciende un cigarrillo y me lo extiende.

—Me parece que lo necesitas con urgencia, ¿Te pidió que no fumaras? — ella me conoce tan bien.

—Y que no bebiera — Madison niega, somos amigas desde niñas, su esposo es abogado y muy amigo de Federico, ella conoce parte de mi vida, pero no tan profundo, se que si le cuento irá a decirle a su esposo y él le reclamará a Federico causando mi muerte segura.

—¿Qué le sucede? Cambio tanto, hasta Julián se ha dado cuenta — y eso que no conocen más, si se imaginaran todo lo que hace se sorprendería.

—No tengo idea, puede que esté pasando por una mala etapa — pido ahora un Martini.

—¿Mala etapa? No creo ¿Y si te es infiel? ¿No lo has pensado? — me tomo un trago.

—Claro que lo es, y con esa perra que está frente a nosotros — les doy la espalda.

—¿Estás segura? — trago grueso.

—Por supuesto que sí, míralos, son tan evidentes — cierro mis ojos conteniendo mis emociones.

—Sería muy descarado si hiciera algo frente tuyo — definitivamente Federico ciega a las personas.

—Tienes razón, quizás exagere las cosas — mi amiga toca mi hombro.

—O no — me volteo para mirar, su mano está posada en la espalda baja de la mujer, la mueve acariciando su piel descubierta, es un insulto para mí tener que ver esta porquería de marido que me gasto coquetear con otra, dice que quiere cuidar su imagen pero está actuando mal ante el público, bueno, es que todos los presentes son tan idiotas que ni cuenta se dan. ¡Nadie!

—Me quiero ir — mis lágrimas amenazan con salir.

—Y te entiendo, pero no debes llorar Amaral ¿Sabes que? Yo te cubro, vete a casa, o mejor a donde tus padres, no mereces esta humillación — asiento, en eso que voy de salida él se cruza en mi camino, quiero abofetearlo con todas mis fuerzas.

—¿Ibas a algún lado? — miro a la mujer que lo acompaña.

—No, voy al baño — señala detrás de mí.

—Esta por aquel lado querida — respiro hondo — Yo… iré con un amigo y ella a hablar de un caso, volveré en unos minutos — ¿Hablar de un caso en plena celebración? ¡La mentira más patética que me ha dado!

—Claro, espero aquí — ¡Me las va a pagar!

—Vámonos — camina con ella, mi vista los persigue a los dos, en ningún momento veo a su otro amigo salir con ellos, es lógico lo que pasa aquí.

—Amaral — alzó mis manos callando a mi amiga.

—Necesito sentarme un momento — sujeta mi brazo.

—Bien, ve hasta la mesa, antes déjame ir a hablar con Julián que me está llamando, vuelvo en un rato — espero por ella. Federico ha ido demasiado lejo con esto.

Voy hasta la mesa y siento a esperar por mi amiga, pido una botella de vino y me sirven mi trago de una vez.

—Tan hermosa y tan solitaria ¿Por qué? — me susurran cerca de mi oído, eso me hace sobresaltarme de inmediato.

—Ya me iba — respondo sin necesidad de mirar quien me habla.

—¿Por qué? ¿Te parece aburrida la noche? — lo siento perfectamente cerca de mí. No es bueno que así sea.

—Si, no encuentro nada interesante en este lugar — y es así, odio haber venido.

—Yo si, y… por esa razón es que no me he marchado aún — su respiración ocasiona que mi piel se erice.

—Puede por favor distanciarse un poco, soy una mujer casada y las personas podrían crear confusiones entres nosotros — lo escucho suspirar, el hombre desconocido toma asiento a mi lado, aun así continuo sin mirar su rostro, mantengo mi vista en otro lado.

—¿Dónde está su esposo señorita? Si yo tuviera ese privilegio no la dejaría sola por nada en el mundo, es muy hermosa y no soportaría mirar como otros hombres la observan. Al parecer su esposo le da igual, ¿De casualidad su esposo es el idiota con el cual discutía hace rato? — abro mis ojos porque alguien nos vio.

—¿Escuchó? — ahora si volteo a verlo, el sujeto es alto, su cabello es largo en color castaño, mantiene barba en su rostro, ojos color verde claro y piel canela, si mirada es atrayente, te causa curiosidad. Me mira sonriente y niega al momento de que se sirve una copa de vino.

—Para nada, lo pude detallar desde la distancia — me siento más aliviada, pero eso no quita que otro haya podido escuchar.

—Ya debe saber que mi esposo es el juez — se bebe toda la copa, la deja sobre la mesa y posa sus codos en ella misma.

—Sí, y con todo el respeto del mundo me parece que no está listo para ese cargo, el hecho de estar aquí en la fiesta y dejar a su esposa sola lo hace ver como un imbécil, aparte lo termina arruinando al instante que se va con su amante a la habitación donde tú y tu querido esposo se hospedan, para ser franco han elegido mal a un juez, tu querido esposo no merece de ese cargo, la responsabilidad le quedará bastante grande, él con su carita de bueno podrá convencer a todos los presentes, pero a mí no, es un idiota jugando a ser el mejor, lo que hizo ahorita lo hace un tonto sin cerebro, dentro de esa forma ingenua que muestra puede ocultarse un hombre ambicioso — me sorprende que alguien más vea más allá del espejismo, no sé pero me da un alivio.

—¿A qué te dedicas? — si antes sentí curiosidad ahora es peor, el hecho de que no piense igual a los demás con respecto a Federico me causa intriga.

—Corredor de seguros, estoy aquí porque un familiar es abogado y me invitó a la celebración del gran y nuevo juez — dice con burla, al menos ocasiona que yo sonría.

—Así que no eres abogado — niega.

—¿Tu lo eres? — le confirmo su duda — Maravilloso ¿Cómo una abogada termino casada con un idiota? — muevo mis hombros.

—Antes el idiota no era así, diría que solía ser más astuto de lo que es ahora — su mirada me detalla.

—Es un gran tonto, tiene de esposa a una preciosa mujer, cualquiera daría lo que fuera por estar en el lugar del juez — ¿Se me esta insinuando? Terrible, si miran o escuchan llegara a oídos de Federico.

—Creo que ya debería irme — me levanto al igual que él.

—Vaya con cuidado a su casa señorita, no deje que lo de esta noche le afecte, debería de dejarlo, entiendo que no nos conocemos, pero ese sujeto es no digno para una mujer tan hermosa como usted — se acerca y me susurra en el oído — Si algún día gusta hablar conmigo de algún problema no dude en llamarme — me da con disimulo una tarjeta — No permita que la humillen de tal manera, al verla sé cuándo vale como mujer — hace una pequeña reverencia y me da paso — Que tenga feliz noche señorita — sigo mi camino para ir en busca de mi amiga y decirle que ya me marcho.

Fue bastante extraño la conversación que sostuve con ese hombre, me pareció alguien bastante inteligente y sagaz. En Federico notó lo que otros no notaron esta noche, al parecer fue el único que se dio cuenta de lo que hizo, de no ser así ya estarían encima de mi conversándome sobre su amorío.

Aún sigo intrigada por ese sujeto, su acercamiento a mi debió tener un motivo, me gustaría saber cuál era, pero si quiero evitarme problemas será mejor morir con la intriga y hacer de cuenta que no converse nunca él.

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