capitulo de prueba 2
—¡Desgraciada perra! —le devuelvo la bofetada a Mandy mucho más fuerte de la que me ha dado a mí.
Todos los presentes empiezan a sacar sus teléfonos y empiezan a grabar.
—¡Ya déjalo estar, Lindsay! ¡Te pueden expulsar a ti también! —ignoro los gritos de Rose y me lanzo hacia Mandy como un lobo hambriento.
Ambas caemos al suelo, pero ella no pierde el tiempo y se sube a horcajadas sobre mí mientras me jala el cabello con una mano y con la otra evita que me defienda. Tiene mucha fuerza.
Toma mi cuello demasiado fuerte impidiendo que el aire llegue a mi cerebro.
—¡
Luego de separarnos, mi vista se dirige hacia una de las carpas rojas, y al fijarme con mayor detenimiento me doy cuenta que se trata de Candice, o al menos, es lo que parece. Está bebiendo champaña hasta que se levanta y se dirige hacia los baños. Decido no comentarle nada a Dominik, y me levanto para seguirla al baño.—¿A dónde vas? —pregunta el hombre a mi lado.—Solo voy al baño.Comienzo a alejarme de nuestra carpa como si mi cuerpo manejara sus propias decisiones, como si en realidad se moviera por sí solo sin la ayuda del cerebro. Mientras todos disfrutan del show, mientras yo camino muy cerca de ella hasta que ambas entramos al baño. Ella comienza a verse en el espejo mientras yo me meto al primer cubículo que veo y observo por la rejilla lo que hace.Se retoca su labial y se alisa la tela de su vestido azul ajustado, yo salgo del cubículo y me quedo de
Dominik ve cómo cae el arma y corre hacia mí, me inspecciona el rostro y el cuerpo, sin embargo, claramente no encuentra nada, así que corre hacia dentro. Masón se acerca, comienza a hablarme, pero no puedo escuchar nada de lo que dice, tal vez por el zumbido que siento en mis oídos. Él entra detrás de su padre y segundos después vuelven a salir. Dominik se lleva las manos a la cabeza y Masón me comienza a zarandear como si fuera una muñeca de trapo.—¡¿Tú hiciste eso?! ¡Heather! ¡¿ustedes lo tenían aquí?!—¡Sí! ¡yo lo maté! ¡y pedí que lo picaran para Candice! ¡yo lo hice! —mi grito se escucha por toda la soledad del lugar.—pero ¿quién eres? —Masón se aleja de mí como si tuviera miedo. Yo solo me vuelvo a encoger de hombros.&mdash
En cuanto me escucha sus ojos se encienden en placer, sus pupilas se dilatan y su mirada se oscurece. Me baja de él y pega mi cuerpo bruscamente a la pared fría del baño. Mis manos se sostienen en ella y él comienza a penetrarme bruscamente. Toma mis manos y las lleva hasta la parte trasera de mi espalda, obligándome a sostenerme solo con mi pecho. Abro mis piernas en busca de más satisfacción mientras él sigue penetrándome. Logro deshacer su agarre en una de mis manos y la llevo hasta mi clítoris donde comienzo a estimularlo. Mis gemidos se escuchan cada vez más alto, su respiración es cada vez más pesada y sus embestidas más bruscas. A los pocos segundos ambos nos vemos envueltos en una oleada de placer y un éxtasis incomparable. Acabamos casi al mismo tiempo y terminamos de ducharnos.Volvemos a la habitación y él se viste solo con una toalla en su cadera
Tengo que admitir que no dormí en toda la noche. Que no pude dejar de pensar en las posibilidades, en todos los posibles finales de esta historia. En los míos, en los mejores, en los reales, yo ganaba, porque puedo, porque yo siempre gano, soy Candice. Yo lo controlaba todo antes de que ella llegara.En cuanto mis ojos se abren, lo primero que veo es el techo que dure viendo toda la noche y casi de inmediato la puerta es tocada. Con voz un poco ronca pido que pasen y una mujer del servicio llega con una enorme caja envuelta en un bonito moño.—¿Qué carajos es eso? —la mujer deja la cama en el suelo.—Es para usted. Es lo que dice la tarjeta.—¿Y me lo trajiste, así como así? ¿qué pasaría si es una maldita bomba? Si, nos moriríamos todos aquí, estúpida. Llévate eso lejos de mi vista.—Lo siento señorita &mdash
“Ella ya ganó” esas tres palabras están repitiéndose en mi mente, una y otra vez, con mucha más fuerza. Tal vez tiene cierta verdad, pero no le daré la satisfacción de decirlo en voz alta. Nunca.Admito que me quebró, con la muerte de Sebastián, Heather me ganó. Me dejó sola, como ella lo está. Mi madre en la cárcel, el amor de mi vida muerto, ¿qué me puede quedar por hacer? Eso es lo que todos deben estar pensando, sobre todo cuando no he salido en dos días de mi habitación. Sobre todo, cuando no he dejado de ver su fotografía una y otra vez, cuando he repetido nuestra ultima conversación en mi memoria y me he arrepentido con sangre en los ojos de no haberle hecho caso. Tal vez estaría vivo.El caso es que se equivocan, ahora estamos justo como ella quiere; en igualdad de condiciones, igual de quebradas, igual de sol
Al llegar a casa, me quedo pensando en cada una de las palabras que ella dijo. En cómo me miraba y cómo estaba vestida. Era como una chica completamente diferente. En realidad, me sorprendí demasiado al verla, aunque nunca lo diré en voz alta. No pensé que la muerte de Sebastián le caería tan mal. De hecho, no pensé que algo además de su propia desgracia la haría tan miserable. La conocí siendo una persona completamente diferente a lo que vi hoy cuando la tuve frente a mí. Estaba demacrada y perdida, pero nunca agachó la cabeza y aunque tampoco diré eso en voz alta, lo admiro de ella, incluso puedo decir que lo aprendí de ella.En cuanto entro a la casa quien me recibe es Dominik y sorpresivamente también está Adam. En cuanto lo veo intento con todas mis fuerzas que no se note mi odio hacia él. Maldito traidor. En cambio, ambos me miran de pie a cabeza
Abro los ojos al sentirme sudada y totalmente agitada. Como si hubiera corrido una maldita maratón y es cuando me doy cuenta de que fue un sueño, no, una pesadilla. No recuerdo en qué momento me quedé dormida al volver de la cita con Candice, ni a qué a hora volví exactamente. Lo único que puedo deducir de todo esto, es que esa pesadilla es o un grito de ayuda o una predicción.No tengo miedo de estar cerca de Dominik, aun cuando sé de lo que es capaz, aun cuando sé que puede llegar a matarme, por infinidades de razones. Por no quererlo tanto como él a mí (o eso se hace creer a sí mismo), por mis “arrebatos” como él suele llamarlos, por miedo a mí, por descarte… por millones de cosas y aun así yo sigo aquí. No sé si es por infinitas ganas de morir o si soy muy extrema, pero está claro que debo tener los ojos abiertos. No puedo
Estaciono el auto y me bajó de él, aún con algunas manchas de su sangre salpicadas en mi rostro, con sangre seca en el parabrisas y sin la persona que salió conmigo. Los hombres al verme bajar intentan preguntarme algo, pero rápidamente se retractan al verme. Entro a la casa ante la vista de todos y cierro la puerta de la entrada tras de mí, sin embargo, uno de los hombres entra velozmente.—Señorita —me llama. Me giro hacia él. Le hago un gesto invitándolo a que continúe y él lo hace—. Disculpe, pero ¿dónde está, Bruno?—¿Quién carajos es Bruno? —le contesto, a lo que él frunce el ceño.—El chico que se fue con usted; mi hermano menor.—Ah... Él.Alexandro sale de su despacho y se acerca hasta mí. Al ver al hombre a mi lado, frunce evidentemente el ceño.