Me sentía nerviosa.Sabía que Piero llegaría a un punto en el que se cansaría de lo mismo, de mi falta de respuesta durante el sexo, pero no pensé que llegaría tan rápido.Pasé todo el día a la espera, él no estaba en casa.Cuando llegó la noche me sentí todavía más ansiosa, sabía que algo pasaría, pero no podía saber de qué se trataba.Este hombre era indescifrable.¿Qué pasaría por su mente?Dijo que quería verme excitada antes de follarme, pero yo sabía que no podría lograrlo, no me excitaba, por eso solo me tendía en la cama y dejaba que él hiciera su parte, obtuviera placer y luego se retirara, era más sencillo así.Me senté en la cama, por primera vez en mucho tiempo muy nerviosa. No tanto por lo que a Piero se le pudiera ocurrir, sino porque sabía que no funcionaría y yo no tenía idea de qué hacer para que él pensara que estaba excitada.Esa parte no creo que se fuera capaz de fingirla.¡Mierda!Me froté los dedos con desesperación.Alguien tocó a la puerta, sabía que no era él
SamanthaEl trayecto a donde sea que él me llevaba, fue largo. Mientras el camino era un poco extraño, parecía que salíamos de la ciudad, pero luego nos rodeaban muchas viviendas y al final estaba de nuevo la carretera desierta.—Piero, ¿a dónde me llevas?—¿Asustada? Jamás te haría daño.—Es lo que haces desde que nos conocimos. Me estás obligando a estar a tu lado y a todo lo demás.—Eso es porque eres mía, no porque tu fuerce a nada.—Tu manera de ver la realidad… es totalmente distorsionada. ¿Crees que estaría a tu lado su pudiera irme?—Es por lo mismo que tengo que hacer que quieras quedarte.—¡Pero no quiero quedarme! Me alejé de mi familia para ser yo, para hacer lo que me diera la gana y esto no entra en mis planes.—Te alejaste de tu familia para llegar a mí, para venir a Milán, entrar en mi mundo y ser parte de mí. Y adoro que me cayeras del cielo, eres como eso… eso que sabes que necesitas, pero no sabes cómo llamarle o cómo conseguirlo, pero sí tienes que hacer todo lo po
Samantha—Mira. ¡No cierres los ojos, Sam! — sujetó mi rostro, su boca estaba en mi oreja y pegaba mi cuerpo al suyo, en mis nalgas desnudas podía sentir su erección que empujaba por encima de la tela de su pantalón. Frente a nosotros había un espectáculo que jamás pensé ver en vivo, es decir, ¡era porno frente a mis ojos! —¿Te gusta lo que ves?¿Y qué veía?Veía a una mujer en medio de dos hombres, siendo penetrada respectivamente por ellos, el que estaba en frente sujetaba sus piernas y ambos compartían el peso de ella, Piero me empujó hacia la escena, ellos ni se inmutaron, era como si no les importara que hubiese público, a ninguno de los que nos rodeaban, estábamos en un mar de cuerpos, ellos atentos a lo que hacían y nosotros observando.—Quiero… salir de aquí, Piero.—¡Que mires! — sus dedos se clavaron en mi rostro—. Mírala, Sam. Observa como disfruta. — Deslizó su mano por mi vientre—. Tu cuerpo está caliente, ¿qué ves? ¿te gusta como gime? ¿Te gusta ver cómo se deja someter
SamanthaSalí corriendo de aquella habitación, dejando a Piero atado a una especie de mesa, creyendo que iba a azotarlo o que él me azotaría a mí. ¿Placer mediante el dolor? ¡¿Qué estupidez era esa?! Estaba loco si creía que yo iba a participar en semejante barbarie o dejarlo maltratar mi cuerpo en busca del placer, una cosa no tenía coherencia en eso y era que el placer no podía ligarse al dolor, al menos no para mí. ¿Es que no lo entendía? ¿Es que no veía que yo no era como sus conquistas locas? Sus manías salvajes no me iban a dar placer, su locura sexual mediante la tortura… No era más que eso, una locura.Lo de ver a otros teniendo sexo, admito que me despertó el morbo, pasó de ser incómodo de ver, vergonzoso, a darme curiosidad, sobre todo cuando vi ese trío, fue la escena que más me atrajo, más que nada por como disfrutada esa mujer, ese placer que se reflejaba en cada parte de su cuerpo, el esmero que esos hombres ponían en complacerla y la manera en la que ella, perfectamente
º|º Adriano º|ºCuando al fin llegó el día de mi cita con Jordano, sentí una tensión en mis hombros, como si me cayera un edificio encima.Salí de mi oficina y me fui caminando hacia el lugar, había visto la dirección y no era muy lejos, de todos modos, tenía que regresar a la oficina.La tarde era fresca, y la gente paseaba por las calles, haciendo uso del gran clima que hacía hoy. Mis pensamientos estaban sumidos en la esperanza y el temor de lo que podría encontrar.Gracias a Jimena… No, gracias a mí, fue un trato interesante, ella me doy algo y yo le di dos horas de sexo.Al llegar al edificio, seguí las indicaciones que me había dado Jimena. Subí por un pasillo estrecho y poco iluminado, hasta llegar a una pequeña puerta que parecía de un almacén. Al abrirla, me encontré en una diminuta oficina, llena de ordenadores y archivos. El lugar estaba desordenado, realmente parecía un almacén. Por un momento dudé de que fuera el lugar.Pero vi al hombre y coincidió con la descripción que
º|º Adriano º|º—¡Moretti! —escuché mi nombre resonar desde fuera de la celda.Había pasado ya un día encerrado en este agujero, sin que me permitieran hacer una sola llamada. Sabía perfectamente quién estaba detrás de esto: el fiscal Giovanni Rossi. Estaba asegurándose de que pagara caro por el golpe que le di. Pero eso era lo de menos. Lo que realmente me estaba consumiendo era la muerte de Jimena. La culpa ardía en mi pecho, un fuego inextinguible que no me dejaba respirar.Las pesadas puertas de la celda se abrieron, y allí estaba él, Giovanni Rossi, observándome con una mezcla de desprecio y satisfacción en su mirada. Sentí la ira bullir en mis venas, una furia tan intensa que me hizo lanzarme hacia los barrotes, sujetándolos con todas mis fuerzas. Los apreté como si pudiera separarlos, como si mi pura rabia pudiera destrozarlos y permitirme salir para romperle la cara a ese maldito bastardo.—¡Asesino! —grité, mi voz llena de odio.Rossi soltó una risa, una carcajada fría y vací
º|º Samantha º|ºMiro la ropa sobre la cama y no puedo evitar soltar una maldición. ¡¿Pero quién se ha creído?!Últimamente, Piero se ha tomado la libertad de elegir mi ropa, y todas las elecciones tienen algo en común: son descaradamente sensuales. ¡Siempre!Solo necesito echar un vistazo a esa minifalda para saber que mis nalgas corren el riesgo de quedar expuestas con un mínimo movimiento.—¡Piero! —grito, llena de rabia, pero con un toque de diversión que no puedo evitar.Sin esperar una respuesta, me dirijo a la ducha. El agua caliente cae sobre mi cuerpo, relajándome, mientras me aseguro de no mojarme el cabello.Aprovecho el tiempo para maquillarme con cuidado, preparándome para lo que sea que él haya planeado.Salgo del baño, ya maquillada y completamente desnuda, pensando en el siguiente paso.¿A dónde me va a llevar que ha elegido esa maldita ropa?Mi corazón se detiene por un segundo cuando lo veo. Piero está sentado en la cama, esperándome.Me pongo nerviosa al instante. N
º|º Adriano º|ºEra la primera noche que salía de casa desde que salí del hospital. Aún sentía los dolores residuales de la paliza que me habían dado, pero lo que realmente me costaba superar era la muerte de Jimena y el fracaso de mi búsqueda de justicia por mis padres. Todo lo que había sucedido me pesaba en el alma, como una sombra que no podía sacudirme.Conducía hacia un restaurante, tratando de encontrar un poco de normalidad en medio del caos que se había vuelto mi vida. Estaba a punto de aparcar cuando escuché un golpe sordo detrás de mí.Alguien había chocado contra mi coche.Solté un suspiro de frustración, deteniendo el motor. No estaba de humor para lidiar con más problemas, pero sabía que tenía que mantener la calma.Tenía hambre, y lo único que quería era llegar al restaurante, disfrutar de una comida decente y tratar de desconectar.Bajé del coche, malhumorado pero controlado, y me dirigí hacia el vehículo que había golpeado el mío.No me importaba el daño al coche, eso