º|º Adriano º|ºCuando al fin llegó el día de mi cita con Jordano, sentí una tensión en mis hombros, como si me cayera un edificio encima.Salí de mi oficina y me fui caminando hacia el lugar, había visto la dirección y no era muy lejos, de todos modos, tenía que regresar a la oficina.La tarde era fresca, y la gente paseaba por las calles, haciendo uso del gran clima que hacía hoy. Mis pensamientos estaban sumidos en la esperanza y el temor de lo que podría encontrar.Gracias a Jimena… No, gracias a mí, fue un trato interesante, ella me doy algo y yo le di dos horas de sexo.Al llegar al edificio, seguí las indicaciones que me había dado Jimena. Subí por un pasillo estrecho y poco iluminado, hasta llegar a una pequeña puerta que parecía de un almacén. Al abrirla, me encontré en una diminuta oficina, llena de ordenadores y archivos. El lugar estaba desordenado, realmente parecía un almacén. Por un momento dudé de que fuera el lugar.Pero vi al hombre y coincidió con la descripción que
º|º Adriano º|º—¡Moretti! —escuché mi nombre resonar desde fuera de la celda.Había pasado ya un día encerrado en este agujero, sin que me permitieran hacer una sola llamada. Sabía perfectamente quién estaba detrás de esto: el fiscal Giovanni Rossi. Estaba asegurándose de que pagara caro por el golpe que le di. Pero eso era lo de menos. Lo que realmente me estaba consumiendo era la muerte de Jimena. La culpa ardía en mi pecho, un fuego inextinguible que no me dejaba respirar.Las pesadas puertas de la celda se abrieron, y allí estaba él, Giovanni Rossi, observándome con una mezcla de desprecio y satisfacción en su mirada. Sentí la ira bullir en mis venas, una furia tan intensa que me hizo lanzarme hacia los barrotes, sujetándolos con todas mis fuerzas. Los apreté como si pudiera separarlos, como si mi pura rabia pudiera destrozarlos y permitirme salir para romperle la cara a ese maldito bastardo.—¡Asesino! —grité, mi voz llena de odio.Rossi soltó una risa, una carcajada fría y vací
º|º Samantha º|ºMiro la ropa sobre la cama y no puedo evitar soltar una maldición. ¡¿Pero quién se ha creído?!Últimamente, Piero se ha tomado la libertad de elegir mi ropa, y todas las elecciones tienen algo en común: son descaradamente sensuales. ¡Siempre!Solo necesito echar un vistazo a esa minifalda para saber que mis nalgas corren el riesgo de quedar expuestas con un mínimo movimiento.—¡Piero! —grito, llena de rabia, pero con un toque de diversión que no puedo evitar.Sin esperar una respuesta, me dirijo a la ducha. El agua caliente cae sobre mi cuerpo, relajándome, mientras me aseguro de no mojarme el cabello.Aprovecho el tiempo para maquillarme con cuidado, preparándome para lo que sea que él haya planeado.Salgo del baño, ya maquillada y completamente desnuda, pensando en el siguiente paso.¿A dónde me va a llevar que ha elegido esa maldita ropa?Mi corazón se detiene por un segundo cuando lo veo. Piero está sentado en la cama, esperándome.Me pongo nerviosa al instante. N
º|º Adriano º|ºEra la primera noche que salía de casa desde que salí del hospital. Aún sentía los dolores residuales de la paliza que me habían dado, pero lo que realmente me costaba superar era la muerte de Jimena y el fracaso de mi búsqueda de justicia por mis padres. Todo lo que había sucedido me pesaba en el alma, como una sombra que no podía sacudirme.Conducía hacia un restaurante, tratando de encontrar un poco de normalidad en medio del caos que se había vuelto mi vida. Estaba a punto de aparcar cuando escuché un golpe sordo detrás de mí.Alguien había chocado contra mi coche.Solté un suspiro de frustración, deteniendo el motor. No estaba de humor para lidiar con más problemas, pero sabía que tenía que mantener la calma.Tenía hambre, y lo único que quería era llegar al restaurante, disfrutar de una comida decente y tratar de desconectar.Bajé del coche, malhumorado pero controlado, y me dirigí hacia el vehículo que había golpeado el mío.No me importaba el daño al coche, eso
º|º Samantha º|ºAl principio, mientras viajábamos, no podía dejar de sentirme agradecida por haberme encontrado con Adriano, incluso si fue a través de un choque de coches del cual no recuerdo mucho, solo que el idiota que iba delante de mí redujo la velocidad de un momento para otro mientras yo aceleraba.Pero a medida que las horas pasaban, una nueva preocupación se apoderaba de mí: podía estar metiéndolo en problemas. Aunque Piero había estado inusualmente tranquilo los últimos días, sabía que esa paz era solo una ilusión. Conocía bien a Piero, y estaba segura de que ya me estaría buscando.Cerré los ojos, intentando bloquear esos pensamientos, pero el miedo era difícil de ignorar. Estaba asustada, no podía negarlo, y la idea de tener que enfrentarme a Piero nuevamente me aterrorizaba. Su ira no dejaba nada bueno, no dejó nada bueno la primera ni la segunda vez.No quería lidiar con su obsesión, ni con su idea equivocada de que entre Adriano y yo había pasado algo y si nos veía ju
º|º Adriano º|ºNo puedo dormir. Lo he intentado, pero es imposible.Samantha está a mi lado, tan cerca que puedo sentir el calor de su cuerpo a través de las sábanas. En algún momento de la noche, se giró y me abrazó, su respiración suave y rítmica contra mi pecho. Intento no pensar en ello, intento concentrarme en cualquier otra cosa, pero no puedo ignorar lo que está sucediendo.Siento cómo su cuerpo se mueve, y me tenso automáticamente. La sábana se desliza entre nosotros, dejando al descubierto la suave piel de sus pechos que ahora están presionados contra mi torso.Es imposible ignorar la sensación de sus curvas, de la calidez que emana de ella. Samantha es increíblemente atractiva, y tenerla tan cerca, vestida solo con unas bragas y una blusa transparente que apenas cubre su cuerpo, me está llevando al límite.Intento alejarla suavemente, con la esperanza de que se acomode en otro lugar de la cama, pero en lugar de apartarse, se acerca aún más. Sus piernas se enredan con las mí
º|º Adriano º|ºNo dormí nada.La rubia peligrosa se quedó a mi lado toda la madrugada, hasta que, inevitablemente, amaneció. Cuando miré hacia abajo, allí estaba, dormida, su cabeza apoyada sobre mi brazo, y aquellos labios carnosos llamándome silenciosamente. Si bajaba la vista un poco más, esos pechos tentadores no dejaban de decirme cosas, muchas cosas que no debería estar pensando.Decidí que lo mejor era abandonar la cama ahora que podía, escapar de sus garras. Porque, incluso dormida, esa rubia peligrosamente tentadora hacía que mi cuerpo temblara.Era curioso; había creído que iba a aborrecer a Samantha Taylor, principalmente porque la creía una chica Corsini, pero resultaba que era todo lo contrario. Y para colmo, ni siquiera era una chica Corsini.Entré al baño decidido a despejar mi mente con una ducha fría. Por alguna razón, mi cuerpo estaba ardiendo. Cuando el agua comenzó a caer sobre mi piel, bajé la mirada, observando cómo mi compañero, como solía llamarlo, estaba más
El viaje de regreso a Milán se me hizo más largo de lo normal. Dejé a Samantha con una buena cantidad de dinero en efectivo y planes claros de marcharse muy lejos.Eso era lo correcto, lo más seguro para ella. Estaría lejos de las garras de los Corsini, fuera del alcance de Piero y de todo el caos que él representaba. Sabía que así debía ser. Aún así, no podía evitar sentir que tal vez debí haber hecho algo más, algo para asegurarme de que estuviera completamente a salvo.Después de nuestro encuentro, todo se volvió extraño. No de una manera incómoda o negativa, sino un tipo de extrañeza que no podía descifrar del todo. Como si después de esa conexión física, algo se hubiera movido dentro de mí. Sentía una calma que no reconocía, y al mismo tiempo, un torbellino de pensamientos que me dejaban inquieto. Ella y yo habíamos compartido algo más allá de lo físico, pero no podía permitirme pensar en eso ahora. No cuando mi vida me llamaba de vuelta a Milán, a la rutina, al trabajo, a la rea