Capítulo 3

Me detuve cuando él gruño y se volteó del otro lado, sentí mis mejillas encenderse de vergüenza, joder, ¿pero qué estaba haciendo? Ni siquiera lo conocía.

Hormonas, debían de ser las hormonas revueltas.

Me levanté tomando la linterna de Marco y fui a la cocina para volver a mojarme en el agua, solo cuando me sentí nuevamente fresca, decidí devolverme a la habitación, mis pasos se volvían torpes y tropecé un par de veces, pero cuando estaba por entrar, presentí que alguien me observaba.

Voltee iluminando con la linterna todos los lugares de la casa, pero no encontré nada, tragué saliva y caminé a paso rápido a la habitación, me acosté y solo entonces cuando me pegué lo suficiente de Marco para sentir que no estaba sola —y de alguna manera protegida— dormí.

***

Sentí una descarga en mi pie que me hizo levantarme, casi como si hubiera estado a punto de caer en un vacío. Pestañee un par de veces, acoplándome a la  oscuridad, los recuerdo vinieron a mi mente, la caída del barco, Flyn, estaba en una casa abandonada con Marco...

Una luz se encendió dejándome débilmente aturdida y seguidamente se apagó, salía desde la esquina de la habitación, restregué mis ojos con el reverso de mi mano, y me senté en la cama, la luz se volvió a encender un poco más cerca, podía ver la silueta de alguien y unos ojos resplandecer.

— ¿Marco? —murmuré.

Él se movió a mi lado y susurró un: “¿uhm?” totalmente adormilado, mi piel se erizó, si Marco estaba a mi lado ¿qué era esa luz?, comencé a temblar y de súbito la luz se apagó.

— ¡Marco! —grité aterrada viendo esos ojos desaparecer sin saber qué carajos pensar.

La luz se encendió, un rostro apareció frente a mi cara, sus ojos ahuecados y su piel totalmente desgarrada con manchas oscuras.

—Polo —susurró el rostro dejando relucir una sonrisa. Solté un grito desde lo más profundo de mi garganta antes de que la luz se volviera a apagar.

Salté hacia el lado donde Marco dormía, él se movió bruscamente y ocasionó que yo cayera en el suelo dándome un terrible golpe en el codo. Miré a todos lados mientras me levantaba con rapidez.

¿Eso de verdad había pasado?, miré la mesa donde había puesto la linterna de Marco; no estaba.

— ¿Qué pasa, Charlotte? —murmuró como si ya estuviera agotado de mí.

—Un rostro —susurré acariciando mis brazos—. Un rostro tenía la linterna, la encendía y la apagaba, su rostro estaba lleno de… sangre.

Me atropellé con las palabras así que me callé, Marco se sentó en la cama para rascar su cabello como si hubiera despertado de un agradable sueño, la luz comenzaba a entrar por la ventana. Aunque seguía siendo todavía un poco oscuro.

— ¿Un rostro? —Repitió—, apuesto a que seguías dormida, Charlotte, todo fue una pesadilla.

—Fue real, lo vi, ¿no escuchaste?, cuando grité “Marco” dijo “Polo” —refuté—, era horrible.

—Has estado bajo mucho estrés, madura Charlotte, los fantasmas no existen.

Tensé la mandíbula intentando que las lágrimas no se derramaran, pero fue imposible, ¿acaso lo había soñado?, no sabía qué pensar. El martilleo de algo contra lo que parecía ser madera nos sobresaltó, me crucé de brazos en un intento de cubrirme y Marco frunció el ceño levantándose de la cama, ¿Qué era eso?

Me quedé hipnotizada viendo su cuerpo, su culo era muy digno de admirar, pero él mantenía la mirada atenta.

—No vayas Marco, puede ser El rostro  —murmuré, pero él siguió caminando por la habitación en busca de ese sonido y salió de cuarto, decidí seguirlo, no quería estar sola.

A medida que avanzábamos nos dimos cuenta que todo estaba arreglado y… diferente, el piso relucía limpio, los muebles desempolvados, había un ruido, solo cuando volteamos, nos dimos cuenta que en realidad la televisión estaba encendida.

¿Qué mier…?

La cocina estaba reluciente, y el olor a café comenzó a invadir mis sentidos, ¿Qué estaba pasando?, tenía que seguir soñando. El martilleo era constante, cuando vimos la entrada de la casa, nos percatamos que había una puerta; perfectamente pintada y brillosa, esta casa no tenía puerta principal, ¿Quién la había colocado ahí?

Raro, raro… demasiado raro.

Marco volteó a mirarme, su rostro era todo un poema, como si se debatiera entre creer que se trataba de un sueño o de la vida real. Negué con mi cabeza efusivamente para indicarle que no abriera la puerta, pero al ver que el martilleo fue más constante y demandante; estiró su mano y giró del pomo para ver de qué se trataba.

Un muchacho de tal vez no más de dieciocho años estaba ahí, tenía el cabello de color miel totalmente desordenado, y sostenía varias carpetas en sus manos, pero no fue eso lo que llamó más mi atención, sino el hecho de que había carrozas paseando por la calle, los edificios estaban perfectamente pintados, y las personas caminaban de un lado a otro como si siempre hubieran estado ahí, ¿en qué momento este pueblo abandonado cobró vida?

Estaba en shock.

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