Observaba desde una esquina la mujer que altera sus sentidos tomándose una copa de vino Rosé espumoso, se veía sexy e irresistible, no podía esperar hasta tenerla en su cama dispuesta y abierta de piernas solo para él.
—¿Todo bien amigo? Tenemos personal de seguridad ¿sabes? – Owen rodó los ojos al entender lo que Kevin le decía.
—¡Soy abogado idiota, conozco mis derechos! – golpeó con el puño el hombro de su amigo por haberlo asustado.
— ¿Y tenemos el derecho de acosar visualmente a las mujeres hermosa? – preguntó con ojos muy abiertos.
Su amigo se encogió de hombros restándole importancia al asunto sin dejar de mirar a la rubia que tomaba su segunda copa.
—¡Mirar no es un delito! Y si tienes preparado algo para ayudar a un amigo en desgracia ¡hazlo rápido! Dudo que resista tres copas de Rosé Rosé – Kevin se carcajeó y saltó de la silla para dirigirse hacia Valentina y llevársela a bailar.
— ¡Elena Valentina Riggs, voy a darte unos azotes! - la chica se giró hacia su amiga con rostro inocente y esta colocó los brazos en jarras entrecerrando los ojos con una sonrisa.— ¡No puedes ser tan agresiva conmigo, soy tu mejor amiga! ¿recuerdas? - la morena soltó un jadeo ante su desfachatez propia de sí misma.— ¡Y la única, por esa razón te voy a nalguear! aunque la "mierda millonaria" baila como los ángeles ¿no? - rió con la mano en la boca.— Es un bailarín profesional, sus movimientos son perfectamente sincronizados y los giros son...— ¿Te gusta ese hombre? - la rubia no podía creer que su amiga le estuviese preguntando eso. Abrió la boca sin encontrar que decir y la cerró de nuevo preguntándose lo mismo. Había aceptado ir con él a otro lugar menos concurrido pero lo hizo sin pensar ya que su cerebro sufría un corto cada vez que lo tenía cerca — Ya no es necesario que me respondas Valentina, tu expresión
El jadeo de la mujer se escuchó en toda la sala donde estaban congregados ese grupo de personas, lo que hacía las veces de estancia privada al lado del salón múltiple donde se desarrollaba el evento. En ese momento se percató de lo que había dicho pero, él era lo suficientemente poderoso para mentir y desmentir comentarios - se dijo -, Valentina lo miró sorprendida y a pesar de que sentía el peso de la mirada clavada en su rostro que no expresaba emoción alguna, en ningún momento giró para hacer contacto visual con ella. Harold no pudo cerrar la boca, al contrario de Kevin que sabía perfectamente por qué lo había hecho, el Magnate miraba a Stefan con ira ya que había descubierto que había sido él quien lastimó a la chica ya que después de haber investigado de manera exhaustiva todo sobre ella nunca fué encontrado el nombre del sujeto. Y era él. Stefan MontBlanc.— ¿Esa mujer? - chilló Lorna MontBlanc, con su voz de pájaro.— ¡Mien
— ¡Le dije que no era necesario Sr. Black!— ¡Y yo le he dicho que para mí es necesario Srta. Riggs, deje ya la necedad y guarde la calma.— ¿Siempre es así de majadero y ruin? - lo miró enojada, aún sentía los labios hinchados por el beso. Él se giró y se relamió los labios causándole un estremecimiento incontrolable en el cuerpo.— ¡Soy peor que eso Elena! créame cuando le digo que con usted me estoy conteniendo - cubrió su boca con la mano derecha — ¡Así está mejor! si se mantiene sumisa puedo tratar de descifrar lo que usted me hace cuando la tengo cerca - el jadeo que salió de su boca lo hizo girar a verla.—¿Lo que yo? ¡Detenga el auto! - buscó la manilla para abrir y no funcionó, el Magnate rodó los ojos.— ¡No va a poder abrir por el sistema de seguridad, no sea necia! - ella lo miró con furia. Su rostro pétreo la sacó de sus casilla.— ¡Déjeme bajar, se lo exijo! - la obser
— ¡Hola! - fué todo lo que pudo articular antes de casi asfixiarse con su propia saliva, carraspeó fuertemente tragando para poder liberar su garganta — ¡Se ve… impresionante! - su boca se abría y cerraba como si fuese un pez fuera del agua, a ella le pareció exagerado pero le siguió el juego.— ¿Quería verme hoy, cierto? - asintió automáticamente — ¡Pues bien aquí estoy! y muero de hambre - mencionó con suficiencia ante su rostro atónito, caminó hacia él y cuando estuvo de frente, se paró en puntas para rozar sus labios.El choque eléctrico fué casi devastador, pero él la tomó de manera posesiva por la cintura y se apoderó de sus labios al mismo tiempo que la adhería a su pecho duro, trabajado como el hierro y caliente como una brasa ardiendo, así se sentía cuando estaba cerca de esta mujer, confundido, desesperado, encendido como una fogata. Profundizó el beso a causa de la necesidad por tenerla, de sentirla. El ruido de una puert
Al finalizar la cena, la rubia se disculpó para irse a los aseos, Owen se levantó con ella como todo un caballero y asintió con la cabeza, ese gesto le hizo sonreír ya que reconocía en él aquel hombre necesitado de afecto que vió en el baño del restaurante de su hermana. Ella fue al baño para deshacerse de lo que le molestaba ya que su vejiga estaba colmada de líquido, al salir a los lavabos se observo al espejo y vió una especie de preocupación en el rostro que se reflejaba, no salía de su cabeza que aquel accidente la había dejado marcada para siempre y en el momento que él la viera saldría corriendo de su lado porque la consideraría un monstruo. No pudo evitar que las lagrimas corrieran por la piel de sus preciosas mejillas y tapó su rostro, debía terminar esto antes de que ese hombre la sometiera a la humillación de decírselo, aun cuando ella misma decidió ser valiente y osada esa noche.Pensó que ya llevaba demasiado tiempo encerrada en ese baño y decidió salir
La madrugada llego con frío e incomodidad, un hombre acostumbrado a la soledad y a su intimidad ha dejado entrar no solo una dama a su espacio, sino que la quiere para él y no la piensa devolver, le importa muy poquito si lo acusan de rapto – se refiere a la morena loca y pegona – Elena Valentina se queda en su cama.Aspira su delicioso aroma a dulce y a cítrico, suspira como un adolescente en su primera experiencia sexual, pasa la punta de la nariz por su brazo absorbiendo toda su esencia, deleitándose con la suavidad de su piel. Observa la parte trasera del vestido, tiene una cremallera. La toma y baja poco a poco acariciando la espalda femenina con la nariz y dándose un banquete con su aroma y suavidad. Ella lo disfruta, cae en su red, ronronea y suspira entrecortado por la sedosidad de sus labios y la fascinante sensación de sentir de nuevo ese cosquilleo en todo su cuerpo, causado por el calor de su aliento en la espina dorsal.La gira para ten
—¡Pero! ¿Qué coño? – unas personas giraron a verle por la insolencia y alguien lo chitó para que hiciera silencio.Salió de la sala casi corriendo y cuando llegó al estacionamiento, gritó furioso a su guardaespaldas quien lo escuchó sin decir palabra alguna.—… y lo quiero fuera del grupo que se pudra! – colgó la llamada y lanzó el celular con fuerza pero, recordó que debía llamar a Elena para explicarle y en este momento era muy temprano para poder adquirir otro, su respiración era entrecortada. Estaba furioso.Si ella se largó fue porque el muy idiota subió las maletas para la habitación, no tenía intención de dañarla e indirectamente lo hizo, ahora debe ir a buscarla y quien sabe si lo perdone por culpa de ese estúpido. No quiere verlo ni en un millón de años, camina dando vueltas por el estacionamiento como una fiera enjaulada esperando que su tormento en vestido de mujer responda el teléfono para calmarse un p
Elena escucha con horror el escándalo que hace su amiga al insultar al Magnate, tiembla ante la voz de quien cree, la abandonó. No se decide a abrir, no desea enfrenarlo porque ahora ni siquiera se encuentra segura de haber obrado de manera correcta. Si él no la dejó sola a propósito sino que tuvo algo importante que resolver entonces ella equívocamente dejo el apartamento para formar este lío, sin embargo su naturaleza cobarde la arropa y no para de llorar por lo que cree le hizo.—¡Elena por Dios, necesito que hablemos! – su cuerpo tiembla a causa de la ansiedad.Se siente angustiado y esto solo le sucede cuando esta bajo el efecto del alcohol, porque al estar sobrio es una maquina sin sentimientos ni emociones pero, esta mujer lo ha hecho un manojo de nervios, necesita de ella para sentirse relajado, sosegado y sereno, no lo comprende pero la desea de una forma casi irracional.—¡Váyase, déjeme sola! – escuchó su voz rota y su co