Capítulo 1

PELIGROSA SEDUCCIÓN

Capítulo 1

Anna Miller

Mi cuerpo pide mucho más de lo que Pablo puede darme, me muevo en círculos sobre su miembro flácido intentando que se exige un poco más. Llevo dos años saliendo con él y aun no entiendo porque no lo he dejado. Me acuesta boca arriba para lamerme ya que es lo único que le ha salido bien durante todo este tiempo.

Sus dedos entran y salen logrando por fin robarme un orgasmo, uno que sale a medias, porque aunque no quiera aceptarlo; sé que no lo amo. Me coloco de nuevo el short de mi pijama. Anoche llegamos tarde de la fiesta de cumpleaños de la hermana menor de Pablo, o Pablito como le dice todavía su mamá. Sus ojos color miel y piel bronceada me flecharon de manera inmediata en aquel tercer semestre en la universidad, pero creo que ya nada es suficiente.

—Eres todo para mí Anna ¿Seguro que debes irte? —hay vamos de nuevo. Necesito alejarme de todos por un tiempo y así sanar todas mis heridas que aún están presentes.

Ya ha pasado un año desde ese incidente.

Mi corazón golpea con fuerza contra mi pecho al recordar a mi única hermana antes de morir. A veces suelo reprocharme por lo sucedido con ella, pero mamá insiste en que todo fue un accidente y debo de tratar de olvidar todo lo ocurrido ese día. Aún tengo en mi mente su sangre correr por su pecho hasta encharcar la calle en donde su cuerpo estuvo tendido por más de treinta minutos. Quizás si Anne no me hubiese ido a buscar, hoy la historia fuera otra.

Desde entonces he tenido pesadilla y a veces pienso que logro verla entrar a mi habitación como acostumbraba hacerlo cuando aún estaba con vida. O quizás solo sea mi imaginación jugándome una mala pasada o de verdad mi hermana muerta me visita por las noches para reclamarme que ha muerto por mi culpa.

Una champeta típica de mi ciudad me hace levantarme de la cama, quito las cortinas de la ventana de mi habitación que se encuentra en el segundo piso de mi humilde casa en Barranquilla (Colombia) nací y crecí rodeada de personas maravillas, algunas al igual que Ann, se han ido al pasar de los años, unos por voluntad propia, otros por culpa de la guerra de pandillas por territorio y droga.

—Sabes que es por mi bien, Pablo—respondo entre susurros. Siento sus manos sobre mi espalda. —Es mejor que me dejes ir.

Me alejo.

—Yo te esperaré lo necesario amor, aquí siempre voy a estar para ti—trago grueso porque debería ser sincera con él, porque debería decirle que no guarde las esperanzas de algo que jamás va a suceder. Pero prefiero callarme solo esta vez.

Pagué por mis estudios universitarios en la única universidad pública de todo el Atlántico y hace un par de semanas por fin me pude graduar en licenciatura en pedagogía infantil. Papá solía decirme cuando los niños de la cuadra por donde vivo venían a casa para que les ayudara a hacer las tareas, que tarde que temprano una de sus hijas terminaría siendo profesora de infantes y terminó siendo cierto.

Camino por las calles transitadas de un barrio popular de la costa Atlántica, la música retumba con fuerza sobre mis oídos, al menos a partir de mañana me iré lejos de aquí y quizás nunca más los vuelva a ver. Mamá había fallecido dos años antes que Anne, así que perder a una de sus hijas fue un daño colateral para papá. Desde entonces no volvió a ser el mismo.

-—¿Qué te trae por aquí Anna? —siento el susurro de Felipe o como medio barrio le llama «Pipe»—Una niña linda como tú no deberías de andar por estos lados sólita ¿Necesitas compañía? —lo empujo para que se quite se mi camino. —¿Dónde está la florecita de Pablito? —se burla.

—¿Por qué más bien no se va y me deja en paz? —suelto de manera agresiva. Bajo la cabeza al escuchar un disparo por la zona. Típico de este lugar pintorescos, es ya casi común y patrimonio cultural del barrio que a diario la policía nacional y los casi mafiosos se echen a las calles a darse tiros a ver quién cede, sin saber que hay muchos perjudicados por esto. Pipe se desaparece como el cobarde que es.

Cómo puedo salgo corriendo para meterme dentro de la tienda de Don Federico, un señor que ha trabajado en el mismo lugar por más de cincuenta años y aún sigue en pie.

—¿Los mismos de siempre, mija? —asiento y le hago una seña para que se proteja detrás del mostrador.

—La misma pandilla de las iguanas, señor Federico—le grito con fuerza—Creo que ya terminó… Lo mejor es que me vaya a empacar ya que en la noche me iré para España por cinco años.

Se ríe de manera respetuosa—Eres lo mejorcito que hay por aquí hija, estudiaste y ahora te iras a trabajar a un colegio de Europa a ganar dinero y vivir la vida que una muchacha tan inocente como tú se merece…

En realidad, desde aquel entonces siento que no merezco nada, me sumergí tanto en mis deberes para no escuchar los murmullos de las personas a mi alrededor. Solía presenciar sin que se den cuenta las charlas de las personas que me echaban la culpa por la muerte de mi hermana y de cierta forma sé que la tengo.

Suspiro para no llorar.

Regreso a casa para terminar de empacar, casi es hora, pero mi padre sigue bebiendo que es incapaz de escucharme cuando le digo «Adiós» debo ser fuerte y mantenerme firme en mi decisión, no puedo seguir viviendo esta vida que en realidad no lo es.

(***)

Parpadeo un par de veces intentando darme cuenta que en realidad he dejado todo atrás. Un cartel de bienvenida con el nombre de «Anna Miller» me hace sonreír mostrando dientes. Esta es una nueva vida, una en donde no lloraré ni pensaré que las cosas horribles que le pasaron a mi familia fueron por mi culpa.

Corro al ver los brazos extendidos de Diana, mi única amiga de la universidad que me abrió el campo en este país. Las dos gritamos emocionadas porque hace más de un año que no nos veíamos. Su cabello está más largo y rubio que la última vez que la vi.

—¡¿Y ese cabello azul qué?! —pregunta apenas ve mi cabello hasta los hombros—Pareces un pitufo Ann—golpeo uno de sus hombros con suavidad y un falso enojo.

—Hace unas semanas me lo pinté, además cuando iniciemos clases ya ni lo tendré—suelto.

—Eso espero joder, porque si no Troncha Toro te va a matar con sus propias manos—se burla. Recuerdo todas las veces en donde Diana se quejaba de la rectora del instituto en donde trabaja desde que llegó a este país. Al menos ya sé que con ella debo irme por las ramas. —¿Tienes ropa interior sexy? —abro los ojos cuando un par de señoras nos quedan viendo por la pregunta sin filtro de mi amiga.

—Quiero llegar al apartamento y dormir ¿Sabes cuantas horas mis nalgas sufrieron? —subo mis maletas a la parte trasera del coche de Diana—Venga, no me mires así ¿Ahora que hice? —cierro la puerta del copiloto. Una canción de «Cazzu» suena y ruedo los ojos. —Ya me vas a hacer llorar con tu música fofa.

—Respeta este templo de putería—hago un mohín con la boca—Anoche follé donde estás sentada—grito como vieja loca e histérica cuando su marido ha salido con otra, escucho las risas de Diana y la quiero matar. Me levanto del asiento con el carro andado para irme hacia la parte trasera del coche.

—¡Eres una asquerosa!

—Bueno ya, mira la Troncha Toro ayer me dejó las llaves de tu apartamento, está en una zona lujosa de Madrid y déjame decirte que solo estas a diez minutos a pie del instituto ¿Segura que vas a estar bien sola?

Diana es una de las pocas personas que saben sobre mis pesadillas constantes, fui al psiquiatra por medio año y aunque tomé medicación por una supuesta «esquizofrenia» nunca nada mejoró.

—Estaré bien, tengo tu número y si algo anda mal, no dudaré en llamarte al menos estas cerca de donde vivo—asiente—¿Cómo vas con Andrés?

Para el coche con brusquedad para luego volver a ponerlo en marcha.

—De ese hijo de…—se traga las palabras—Mejor ni me los menciones, Ann antes de ir al apartamento, iremos al mío por algunas cosas que debo darte. —Ya sabía yo que tanta tranquilidad no podía ser cierta.

—No eres una chica que se preocupa por el amor ¿A caso ya te enamoraste? —abro los ojos cuando no responde. —¡Joder Diana! —vuelve a manejar.

Intento no verme impresionada por el lugar donde se hospeda mi amiga, nunca había visto tanto lujo juntos. Nana busca algo en su bolso y me sorprendo al ver como la puerta se abre con su huella dactilar. La entrada del apartamento está de infarto. Hay cuadros de paisajes y fotografías de su familia por todos lados. Una réplica del nacimiento de Venus está colgada en su sala de estar. Me quedo de pie allí por unos segundos admirando la belleza de la pintura.

—¡¿Es hermosa verdad?! —suelta—Ya quisiera yo ser así de admirada y que un par de hombres le dejen como… —camino lejos de ella buscando la cocina. Abro la puerta de la nevera para sacar algo de tomar. Esta es mi nueva vida y debo dejar mis demonios atrás.

Salgo corriendo a la sala al escuchar un estropicio, Diana está tirada en el suelo con su móvil en la mano. Mira hacia el piso sin moverse, consigo se ha traído una escultura de cerámica, pero gracias al cielo no se ha hecho daño. Su vista está perdida mientras que una lagrima sale de su ojo izquierdo la cual rueda hasta llegar a sus labios.

Le quito el móvil y toco mi boca al ver una fotografía de Andrés saliendo de un motel no precisamente con una mujer. —Diana…—las palabras no me salen de la boca.

—No sé qué me duele más, ser engañada y me hayan puesto el cuerno o que ese cuerno sea con su mejor amigo…

¡Mierda y más m****a!

—¿Qué vas a hacer? —se levanta del suelo y la sigo. Entra a su habitación, abre el closet y saca un par de vestidos de noche.

—¿Cuándo has visto que me muera por alguien? —y eso me preocupa mucho más Diana; saber que debes llenar tu vacío con otra cosa para no afrontar tu realidad—Ya sé lo que estás pensando y no amo a Andrés, así que tenemos una semana más de vacaciones y luego volveremos a ser dos profesoras puritanas de pre escolar ¿Cómo vas con Pablo? —chasqueo la lengua.

Camino hasta el baño para ducharme, paso el champo de baño sobre mi cuerpo para perfumarlo. Pablo, es alguien que estuvo conmigo desde el inicio y fue mi apoyo en la muerte de mi hermana, pero siendo honesta conmigo misma, jamás lo amé.

—Terminé con él—suelto cerrando el grifo de la regadera. Seco mi cabello para luego aplicar crema hidratante sobre todo mi cuerpo. Diana abre la puerta para meter su cabeza por la hendidura.

—De seguro no le dijiste que terminaron ¿No? —muerdo mi labio inferior—Eres un caso perdido Ann ¿Nada que se le paraba? —le tiro una toalla de manos en la cara para que se salga del baño—De seguro hoy encuentras quien te lo parta—se burla.

Respiro al llegar a la discoteca donde mi mejor amiga me ha traído, llevo puesto un mini vestido ceñido al cuerpo de color plateado qué queda muy bien con mi azul y corto cabello que hoy está rizado.

Diana me toma de la mano para entrar juntas al lugar, un par de hombres nos quedan viendo y soltamos a reír como dos pares de adolescentes. Una canción de Jbalvin nos recibe, mi amiga mueve sus caderas de manera inmediata y ruedo los ojos.

—Eres una diosa… Mereces mucho más Diana—le susurro en el oído, porque la amo y estaré con ella apoyándola siempre.

A nuestra mesa nos traen un par de mescal que tomamos de un solo trago, veo a las mujeres subirse los vestidos y bajarse los escotes y frunzo el ceño al no saber que está sucediendo. Mi mandíbula se quiere desprender de mi cabeza al ver a un par de dioses griegos llegar a la discoteca.

—¿Los conoces? —le pregunto a Nana. Asiente para luego tomar otro trago de alcohol.

—El Moreno es Gael y es fotógrafo, no habla con nadie y por eso lo desean más las zorras estas, su familia tiene una cadena de restaurantes, tiene dos hermanas mayores que son un amor suelen a veces venir con ellos, pero creo que ambas están en Italia o eso escuche y el rubio se ojos claros es Noah, todas quieren con él es pintor y todas matarían para que las dibujara desnuda como Rose la del Titanic—se echa a reír.

Me toma de la mano cuando una canción de ambiente suena, muevo mis pies y cuerpo al ritmo de la música. Hay hombres rodeándonos y por ahora solo quiero disfrutar de la noche. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero siento que todo me da vuelta por todos los tragos que me he tomado.

De vez en cuando miro a ese par de buenorro, que siendo honesta no puedo negar que ambos están para chuparse los dedos y pegar sin remordimientos.

Una chica morena se le sienta a Noah en las piernas mientras que se mueve quizás para motivarlo a tener sexo con ella. Sigo bailando para luego posar mi vista sobre Gael, el cual solo mira a las personas a su alrededor como si todos les diera asco.

—Menudo hijo de puta…—suelto aun mirando al pelinegro.

—¿Quién? —brinco al sentir la voz gruesa y masculina de alguien susurrarme en el oído. Todo a mi alrededor se paraliza al ver a Noah delante de mí ¿Cuándo se movió de su asiento? —¿Gael? Si, suele ser un ¿Cómo le dijiste? ¡Ah sí! Hijo de puta, pero no creo que tengas chance con él… —me mira de arriba hacia abajo—Las enanas como tú no son su tipo—me sonríe a medio lado con arrogancia para luego irse lejos de mí.

Mi corazón late con fuerza y no solo por lo intimidante y sexy que es, respiro hondo y vuelvo a tomar un trago de mescal para calmar mis nervios. Ese hombre de lejos es perfecto, pero de cerca es un adonis.

Todo empieza a darme vueltas, Diana está bailando con un tipo asiático, me agarro de la silla para no perder el control y caer. Le pido a las personas que me abran paso porque siento que me voy a vomitar en cualquier momento.

Tapo mi boca para no tener un accidente, estoy a punto de desmayarme de lo borracha que estoy. Abro la puerta del baño y grito al encontrarme una escena que ha dejado mi piel helada y mi vagina húmeda.

Noah está embistiendo salvajemente a la rubia mujer que estaba con él, trago grueso cuando se aferra de sus caderas para estocarla con más profundidad. Sus ojos azules se conectan con los míos y sonríe.

—Sí quieres unirte, no hay problema por mí—dice en su perfecto acento español; muerdo mi labio inferior cuando vuelve a penetrarla. —Venga… ¿Vas a seguir mirando o qué? —salgo corriendo del baño con mi corazón latiendo por mil.

Mi cabeza quiere estallar, ya no aguanto más y vómito como si no hubiese un mañana. Alguien maldice alto y si como la situación no pudiera empeorar, los ojos cafés oscuro de Gael me miran como si quisiera asesinarme ahora mismo.

—¡¿Qué m****a?! —he vomitado sus zapatos, cierro los ojos y me pierdo en un profundo y oscuro mundo.

(***)

Mi cabeza me va a estallar, todo me da vueltas cuando intento abrir los ojos, toco mi rostro y como puedo me incorporo en la cama. Pego un grito desgarrador al ver a Noah acostado a mi lado completamente desnudo y lo peor es que yo estoy en ropa interior.

Mi mirada se conecta con la de Gael el cual está de pie bajo el marco de la puerta.

—No tuvieron nada, no tienes tanta suerte… —menudo idiota.

Gael se sienta en el borde de la cama para levantar a Noah, me cubro con la sabana para buscar mi móvil y así llamar a Diana e irme lejos de aquí. Por suerte no tendré que verlos más nunca en mi vida a ninguno de los dos.

Cómo puedo le marco a mi mejor amiga.

—¿Dónde estás? —pregunta apenas responde mi llamada.

—No lo sé, envíame la dirección de mi apartamento en Madrid, por favor.

—Vives en el edificio Blue Moon apartamento diez treinta—asiento después de memorizarlo. —Descansa todo el día y ven en la noche a mi casa para cenar juntas. Cuelgo.

Noah me mira y vuelve a sonreír, como puedo me coloco mi vestido en silencio, Gael no deja de mirarme.

Los miro a ambos, mis mejillas deben estar encendidas por la vergüenza que tengo ahora mismo—Disculpen… ¿Dónde queda Blue Moon? —ambos se ríen como si les acabara de contar el mejor chiste del mundo.

Gael alza la mano—Estas en Blue Moon—¡bendita suerte la mía! Quizás esté en un piso lejos de ellos y si es así, jamás tendré que encontrarlos de nuevo.

—¿En qué piso queda el apartamento diez treinta? —vuelven a reír.

Ahora Noah habla: —Al lado.

Me vuelvo a sentar en la cama, mi primer día en España y ya me ha ido como si le hubiera robado el niño Jesús a un pesebre.

Me levanto para huir lejos de ellos, encerrarme en mi casa y no salir nunca más, coloco la mano en la perilla de la puerta y me detengo por un segundo al escuchar a Gael decir:

—Me debes un par de zapatos y más te vale que me los pagues… —masculla divertido.

—Enana—Ahora es Noah—A mí también me debes algo, pero ya después arreglamos—me giro para verle porque, que yo sepa no le vomité a él, lo veo mover las caderas de atrás hacia adelante y caigo en cuenta. Le he visto teniendo sexo.

¡Este par me van a volver loca!

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