Capítulo 2

PELIGROSA SEDUCCIÓN

Capítulo 02

Anna Miller

¡¿Pero qué acaba de pasar?!

Apoyo mi espalda contra la pared para poder regular mi respiración, miro de nuevo hacia la puerta de su apartamento y de verdad no sé cómo me he visto liada a ese par de dioses griegos. Mi móvil vibra por un mensaje de Diana dándome el código de acceso a mi nuevo hogar.

Toco mis calientes mejillas, al recordar los ojos de Noah sobre mi cuerpo, ladeo mi cabeza de derecha a izquierda para alejar ese montón de pensamientos impuros de mi mente. Es demasiado temprano para meterme en problemas en un país que a duras penas conozco el aeropuerto y si entrar y salir de prisa es conocer, en definitiva, estoy en nada.

Con mis dedos tembloroso coloco la clave de ingreso en la pantalla dátil de la pantalla debajo de la perilla. Observo de soslayo a mi alrededor, el pasillo de mi piso está vacío, pero tengo esa extraña sensación como si alguien me estuviese observando de manera insistente. Cierro a toda marcha la puerta de mi apartamento para luego volver a respirar con tranquilidad.

Dejo caer mi mandíbula al ver lo grandioso de este lugar, el techo es alto dándole más iluminación, las ventanillas son totalmente de cristal y ni de hablar de la decoración minimalista del sitio. Me tumbo en el sofá de cuero blanco que se encuentra en el medio de la sala. Para esta hora Pablo debe estar intentado llamarme, sin saber que he botado ese número en uno de los tanques basura de Ernesto Cortizzo.

Son las nueve de la mañana y mi estómago empieza a rugir por el hambre que tengo, en seis días es el inicio de clases y debo proyectarme solo en esto sí quiero olvidar todo lo que he vivido en este año después de la muerte de mi madre y mi única hermana.

Frunzo el entrecejo al percatarme que anoche no tuve ningún mal sueño, recojo mi cabello en forma de un pequeño tomate para intentar no darle vueltas a este asunto, ya que quizás en la noche vuelva a gritar como perra desgraciada cuento el espíritu de Anne quiera asesinarme o al menos en mis recuerdos.

Me cruzo de brazos al ver que no hay absolutamente nada de comer en el refrigerador, es demasiado temprano para molestar a mi única amiga en Madrid y mucho menos con todo lo que está pasando.

¡Venga!

Debe ser horrible que el hombre con el cual has compartido casi toda tu vida, de la noche a la mañana termine dejándote por otro ¡Por otro! Y es que no veo mal que él ame a alguien de su mismo sexo, el problema aquí ese que nunca fue sincero con ella y la arrastró hacia una penosa situación.

Tendré que ir al supermercado sola…

Me he cambiado de ropa, escucho el clic de la puerta ser cerrada y miro hacia atrás recordando los días en que mi madre se asomaba por la ventana para ver partir a sus hijas; tiempos aquellos que me hacen dar cuenta que lo tenía todo, aunque en mi mente así no lo era.

Trago grueso al ver de nuevo el pasillo solitario, es como si entre más dinero tienes, más tenebroso te vuelves. Lo único que escucho es el sonido que produce mis tacones cuando chocan contra el piso. Le doy una ojeada rápida al reloj de pulsera que llevo en mi brazo izquierdo y apresuro mi paso al ver que casi son las doce del mediodía y debo alistar muchas cosas para la cena de esta noche con Diana.

Muevo la punta de mi pie de arriba hacia abajo por la desesperación, ha pasado ya así medio minuto y el elevador que pedí nada que llega. Me giro para ir por las escaleras, las cuales me tardaría casi media hora en llegar al primer piso, ya que estoy casi en uno de los últimos.

El sonido de las puertas del aparato de metal ser abiertas me hacen devolverme, una chica de estatura promedio, tez blanca, cabello tinturado de color rojo y es que me he dado cuenta por las raíces negras como sus ojos que salen del inicio de las hebras de su pelo, porque si no jamás lo hubiese notado, cruzas miradas conmigo y lo único que puedo hacer por el momento es sonreír de manera nerviosa.

¡Y no estoy exagerando!

Llevo casi cinco horas en Black Moon y las únicas personas que he visto son ese par de toca huevos de Noah y Gael. La chica sale del elevador para devolverme la sonrisa que borra de inmediato al ver algo detrás de mí. Como si ya no estuviese nerviosa y con miedo por este silencio y soledad sepulcral, su mirada no me ayuda de mucho.

—Me he encontrado un lindo gatito—la voz de Noah eriza mi piel. Como puedo me giro para quedar cara a cara con él. Paso saliva por mi garganta con dificultad, al ver lo jodidamente sexy que se ve y creo que aún más desde la última vez que le vi.

—¿No se te ocurrió otra cosa? —¿Y es que acaso esta es su manera tan infantil de llamar la atención?

—¡¿Qué?! ¡No me digas que a ti no te gusta Piolín, lindo gatito! —el elevador llega de nuevo al piso, y me introduzco en él tan de prisa que ni siquiera me percato cuando el sexy Dios griego hunde uno de los botones que dan al living del edificio. —¿Cómo te llamas? No sabes cómo pasé toda la mañana pensando las una y mil maneras de… —abro los ojos, le miro de soslayo para darme cuenta que ha dibujado una sonrisa pícara sobre sus labios—, de cómo sería tu nombre. ¿Te comió la lengua el rato, lindo gatito? —le miro con cara de pocos amigos. —¡Vaya! Tienes carácter, debes llamarte Martha—me incorporo en mi posición y carraspeo la garganta—Mariana, Elisa, Victoria, Pancracia, Lucrecia… —se coloca delante de mí divertido y no puedo evitar echarme hacia atrás—¿Lucía? ¿Bia?

Respiro hondo Ann y no pierdas el control con este tipo que acabas de conocer.

—¿Para qué quieres saber mi nombre? —hay voy yo de nuevo diosito, en vez de quedarme callada como lo haría cualquier mujer normal, soy de las que vive metiendo las patas y las narices, aunque un letrero enorme que diga «Perro rabioso, aléjese» le sigue. —¿Por qué la curiosidad?

Noah disimula muy bien una risita—Quizás quiera hacer un ritual satánico contigo… —la forma tan tétrica y helada en que lo dice, eriza los vellos de mi nuca. Me echo hacia atrás y emito un gritito todo pendejo al chocar contra la fría pared del elevador.

—¿Qué… ¿Qué haces? —Noah pasa sus manos a cada lado de mi cabeza, sus ojos azules claros como la inmensidad del océano me observan como si quisiera devorar cada parte de mi cuerpo. —¿Podrías… Quitarte?

Puedo sentir y puedo jurar que no exagero, mi alma volver hacia mi cuerpo y devolverme la vida, es como cuando una vez fui al puesto de empanadas de doña Josefa y había gastado todo el dinero que tenía en un manjar de esos de pollo y la condenada se me calló, pero Pablo que de casualidad pasaba por allí, me compró otra, así mismo.

—Eres un misterio, un misterio que me muero por descubrir…

Las puertas del elevador se abren y no dudo ni un solo instante salir de allí.

Un hombre de mediana edad y bien vestido me detiene apenas paso por recepción, me entrega una caja de color rosa con una tarjeta con el nombre de mi mejor amiga. Le pido a uno de los de mantenimiento para que asegure mi paquete ya que lo pasaré a recoger cuando regrese.

Le meto la mano al primer taxi que se me atraviesa con la buena suerte de que se detiene de inmediato. Alguien abre la puerta primero que yo y no solo maldigo este atroz hecho, sino que también casi me da el «yeyo» en plena calle al ver al mismo rubio de ojos claros que conocí anoche estropear mi momento fugaz de victoria.

—¡Para! ¿Qué te traes conmigo? —digo entre dientes y enojada.

Noah pasa la palma de su mano por su blanquecina frente—Voy para el súper ¿Por qué? —abro la boca con exageración y rechisto al verlo subirse con descaro al vehículo que por ley es para mí.

—¡Qué casualidad! ¡Venga floripondio que no tengo todo el día! —el chófer nos queda viendo a ambos por el espero reflector. —¿No te cansas de tus gilipolladas? Necesito ir al súper más cerca y comprar algo para comer.

—Vamos juntos entonces ¿No? De todas formas, no conoces Madrid y así aprovechas para visualizar todo antes de salir al ruedo sola. —me cruzo de brazos porque tiene razón.

—¿Qué ganas tú de todo esto?

—Descifrar tu misterio…

(***)

He intentado por todos los medios, habidos y por haber sacarme a Noah de encima y he fracasado todas esas mismas veces.

Camino a toda marcha con el carrito de compras bien aferrado a mis manos, pero como si un lunático asechando a su presa, aparece delante de mí campo de visión en casa cambio de estante. Introduzco en la canasta pastas, algunas salsas de acompañamientos, carnes, vegetales, huevos y leche para casi un mes; ya que apenas inicie la jornada laboral en el kínder Garden hasta las horas de comida se me van a pasar.

—¿No tienes otra cosa que hacer? —me giro para encararlo, me quedo helada al verle una caja de toallas sanitarias en las manos. Su mirada se dirige hacia donde tengo puesta la mía.

—No, no tengo nada mejor que hacer que molestar a mi nueva vecina y sí lindo gatito esto es tuyo—mete el paquete en la canasta—Te vi guardar hasta alcohol menos toallas higiénicas—el rostro se le ilumina—¿A caso no te viene? —¿Por qué me mira de esa forma de un momento a otro? Trago grueso al verlo entre cerrar los ojos, pasa de manera erótica su lengua dejando un rastro fino de saliva por sus labios. Sus brazos gruesos y varoniles se contraen un poco cuando de manera repentina los cruza sobre ese pecho que parece haber sido tallado por los mismos ángeles del cielo.

Agarro el carrito y salgo disparada de allí, ¿Desde cuándo hace tanto calor aquí? Muevo mi pie intentando adelantar el tiempo, miro a cada segundo hacia atrás para ver si le veo y una pizca de decepción se aloja en mi pecho, al verlo con una mujer súper alta, con aire de top modelo y completamente bellísima se le cuelga del brazo izquierdo. Noah me da una mirada fugaz y termina yéndose con ella y lo más probable es que no sea para hablar.

Guardo todo lo que compré hace veinte minutos en mi refrigerador, destapo una de las botellas de vino y bebo un sorbo largo de la copa de vino. No he comido casi nada desde que llegué de Colombia; así que saco algunos tomates, pasta y carne para preparar algo de comer.

Aún no puedo creer que viva en este edificio de lujo y de alta tecnología, cuando vivía en Barranquilla de vainas nos alcanzaba para tener internet en casa, pero aquí y gracias a mis estudios y esfuerzos he logrado mucho. Madrid para mí es como si la vida me hubiese dado una nueva oportunidad.

Pablo…

Sé que no fue la mejor manera de terminar con él, pero no podía seguir engañándonos a ambos sabiendo que no soy lo que él cree y él no es lo que yo creía que era. El timbre del apartamento suena y frunzo el ceño, apenas sin las cuatro de la tarde y dudo mucho que sea Diana visitando a esta hora y Noah mucho menos sabiendo que en este justo momento debe estar follando.

Abro la puerta principal y un viento helado que cuece mis huesos pasa por cada parte de mi piel al ver la mirada oscura y siniestra de Gael sobre mí. ¿Qué tienen las personas de Blue Moon, que todas dan miedo?

—Señorita zapatos—suelta entre risitas nerviosas, es como si le fuese difícil hablar conmigo o quizás es de esta manera con todas las mujeres.

—¿En qué te puedo…? —las palabras mueren en mi boca, cuando pasa hacia dentro de mi apartamento sin ningún tipo de descaro o invitación. —¿Qué estás haciendo, Gael? —se gira hacia mí, para luego alzar las cejas.

—Tienes buena memoria a pesar de que estabas borracha—se burla—, solo quería ver como vivía la chica que vomitó mis zapatos favoritos—intento detenerlo cuando se dirige hacia la cocina. Sonrío mostrando dientes cuando sus ojos me miran con desconcierto. —¿En verdad eres chica? —tapo mi rostro por la vergüenza. Nunca he sido buena cocinando y vivir sola será mucho más difícil para mí.

—No termines de bajar mi autoestima…

Suelto para esconder mi rostro en el mármol de la isla de la cocina, lo escucho abrir la nevera para luego sacar algunos ingredientes. Mi estómago ruge como un león asesino y hambriento cuando le veo picar a la perfección los tomates y segundos después tirarlos en la sartén.

—Gracias… Eres muy… —bajo la cabeza, porque no sé qué más decirle. Gael sonríe a medio lado y es allí donde me doy cuenta que jamás había visto una sonrisa tan bella como la de él.

—Soy Gael Sánchez—me da la mano. —sé qué Noah suele ser un tarado a veces, pero es un buen chico.

—Entiendo—digo sin más. Envuelvo un poco de pasta en el cubierto y le pido que abra la boca. Gael parpadea un par de veces, pero lo hace sin rechistar. Cierra los ojos cuando la salsa con todos los ingredientes mezclados toca su paladar. Un pequeño rastro de tómate queda a un costado de la comisura de su labio.

Paso mi dedo índice por este para retirarlo de su boca, Gael abre los ojos para luego entre cerrarlos. Sujeta mi mano con fuerza, carraspeo la garganta y me alejo de él.

—Creo que debo irme ya.

Acomodo el plato en la isleta—Te acompaño a la puerta.

Gael se queda por unos segundos en la entrada, gira con delicadeza su cabeza para mirarme—Podemos… Podemos almorzar mañana si gustas.

Sonrío y asiento para luego brincar al ver a Noah aniquilar con la mirada a su amigo, detrás de él veo a la mujer con la que se fue del supermercado.

—¿Qué haces aquí, Gael?

—Nada que te importe—lo empuja.

—Ya esto lo hablamos ¿Lo recuerdas? —ambos me miran y no entiendo de que hablan.

—No vine por eso, vine… Porque quise. —el rubio lo sujeta del brazo.

Ambos ahora me miran, Noah da un paso hacia adelante para luego darlo Gael—Creo que tu estadía en Blue Moon empieza a valer la pena…

¿Las palabras de Noah son una advertencia o no?

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