—¡Quiero que te quedes un rato más, mi amor! —Le pide la rubia a su amante ocasional. —Tengo que ir al consultorio —contesta él, mientras termina de ponerse los pantalones.— Falte toda la mañana en la universidad, no puedo darme el lujo de faltar también al consultorio, tengo una paciente que atender. —¡Qué aburrido eres! —dice la mujer poniéndose de pie y acercándose a él para seducirlo nuevamente. —No me vas a convencer, Rosa. Ya te dije que no me gusta jugar con mis pacientes. —Bien, como quieras. —responde haciendo pucheros como una niña mal criada. —Esta noche vendré a verte, así que deja de poner carita de niña, estas muy grande para hacer escenas ridículas. —¿Me has dicho ridícula? —pregunta con enojo, mientras él astuta hombre intenta confundirla con sus palabras. —Ves como te pones y solo por una broma. —La rodea con su brazos y comienza a besarla. A la insegura mujer le basta sentir los besos de su amante para relajarse y pasar por alto las palabras que en al
—¿Yolanda? —pregunta sorprendida al ver a la mujer a quien años atrás le ocultó la verdad.—Creo que está confundida —responde nerviosa sintiéndose descubierta.—¿Madrina llegó, Rebecca? La pequeña de cabello dorado y rostro inocente, se asoma en la puerta. —Ve a la sala, Sofía. La niña se encoge de hombros y se retira obedeciendo a su madrina. —¿Es ella, verdad?—Doctora, por favor, váyase antes de que Rebecca regrese. —Tenemos que hablar, Yolanda. Tiene que decirme la verdad de lo que ocurrió esa tarde. —Está bien, pero no en este momento. Rebecca no sabe nada de esto. —¿Cuándo podemos vernos? —Le parece mañana en la mañana, anote mi número. Rosa saca el móvil de su bolsa y se apresura a anotar la información. Mientras Yolanda le dicta los dígitos de su número, un coche se detiene. Rebecca baja del taxi y se aproxima a la entrada, rápidamente reconoce a la doctora. —¿Rosa? —pregunta con curiosidad ante una Yolanda cuyos nervios parecen delatarla. —Hola Reb
—¿Lograste averiguar lo que te pedí? —Enzo interroga con firmeza a su asistente. —Sí, señor. No fue fácil pero con ayuda de uno de los pasantes, logré descubrir quien es nuestro, o mejor dicho, nuestra socia. —¿Es una mujer? —pregunta con asombro. —Sí, la Dra Rosa Park. —¿Qué? —Enzo se levanta de su silla.— ¿Estás seguro? —espeta incrédulo de aquella información.—Completamente señor. Como le dije, el pasante tuvo que hackear el banco de datos interno de la empresa para poder descubrir quien compró las acciones. —Bien, muy buen trabajo, Mendoza. Ahora déjame solo. —Con permiso, jefe. El asistente sale de la oficina, mientras Enzo se sirve un trago de whisky para pasar el trago amargo de saber que la nueva socia, es nada más y nada menos que la ex mujer del senador y su antigua amante. —Pensaste que no te descubriría, zorra —masculla. Camina de un lado a otro, ideando alguna solución para resolver aquel pequeño problema. Toma asiento, se reclina en el sillón, mient
Durante la cena, Emilio da la noticia, sobre el inicio de Sofía en la escuela. La primera en emocionarse, es la pequeña, quien hasta ahora no había ingresado en un colegio. —¿Voy a ir a la escuela y tener muchos amiguitos? —pregunta con una sonrisa que rebosa desde adentro.—Sí, así es, preciosa. Vas a conocer algunos niños de tu edad con los que podrás compartir —contesta Emilio. Hasta ese entonces, Sofía solo había compartido con personas adultas, lo cual había forjado en ella, un carácter bastante maduro para su corta edad. Eso, y tener que vivir situaciones algo fuertes como el rechazo de su padre o haber sido víctima de un secuestro condicionaban su comportamiento; haciendo de ella, una niña introvertida ante otra personas que no fuesen de su entorno familiar o muy cercano. —¿Y cuando comienza? —pregunta Rebecca. —Mañana mismo. —¿Tan pronto? Pero tengo que comprarle las cosas que necesitará, el uniforme, los cuadernos, zapatos.—No te preocupes, mi amor. Ya todo está
La mañana siguiente, la mansión Ferrer es todo un acontecimiento, Sol prepara el desayuno de todos, mientras Mercedes sirve la mesa. Yolanda se ocupa ayudar a Sofía a ponerse el hermoso uniforme y Rebecca termina de arreglarse, mientras Emilio se anuda la corbata, y Nacho se ocupa de revisar el coche de su jefe. Minutos después de desayunar, emprenden la marcha, Emilio junto a Rebecca llevan a la pequeña Sofía, mientras Nacho queda a disposición de Yolanda. Al llegar al colegio, todos bajan del coche. Sofía se detiene frente al portón gigantesco de metal de la escuela, su corazón late con fuerza. La fachada del colegio es imponente, con grandes ventanas y en medio del patio central, se puede ver a todos los niños jugando y riendo. A pesar de la emoción intensa que invade a la pequeña Sofía, en ese su primer día de clase, una sensación de miedo la envuelve. Piensa en que puede ser rechazada por los niños, como lo fue por el hombre a quien hasta ahora consideraba como su padre.
—¿Quieres que te acompañe hasta el auditorio? —pregunta Emilio.—¿En verdad quieres hacer esto? —No veo por qué no. —dice sonriendo, luego sostiene su rostro entre sus manos y la mira fijamente— Rebecca siento que la vida nos está dando la oportunidad de ser felices y quiero vivir esto intensamente. ¿vale? Rebecca, asiente confirmando que está dispuesta a todo, por defender lo que sienten el uno por el otro. Al igual que Emilio, ella desea vivir a plenitud cada instante.—Bien, vamos —responde ella, coqueta. Tomados de la mano, se disponen a caminar hacia el auditorio. Romina, al ver a su compañera, se levanta del asiento donde está sentada y se acerca para saludarla. Rebecca le presenta a Emilio y éste, gentilmente la saluda. A pocos pasos de ellos, un grupo de estudiantes observa y murmura sobre la apariencia de él. Aunque Emilio ha logrado superar poco a poco aquella situación, no deja de incomodarle las miradas algo impertinentes de ciertas personas. —Bueno, mi amor,
Siendo ya casi hora de mediodía, resulta usual que la mayoría de los profesores titulares se encuentren almorzando en el restaurante del campus o fuera de la universidad, por lo que es común a esa hora encontrar algo solitaria dicha zona.Rebecca siente que acaba de tomar una decisión errónea al acompañar a Ricardo García a ese lugar. Mas, es un poco tarde para arrepentirse, justo en ese momento, el psicólogo se detiene frente a la puerta de su oficina, introduce la llave en la cerradura y abre la puerta. —Adelante, Rebecca. Ella da un par de pasos dentro de la oficina, se hace a un lado y permite que sea Ricardo quien avance hasta el interior de la misma. —Siéntate, ponte cómoda. ¿Algo de tomar, café, jugo o agua? —Le dice, tratando de ser lo más amable posible. —No gracias, está bien. Sólo vine para que hablemos muy seriamente. —contesta y se sienta—Bien, como gustes. Ricardo toma asiento, coloca sus manos sobre su escritorio, entrelazando sus dedos. —Como te decía un
Al llegar a la mansión, Sofía baja emocionada para contarle a su madrina, su primer día de escuela. Emilio observa a Rebecca quien aún se muestra callada y pensativa. —Rebecca, dime que tienes. No me digas que no es nada porque puedo notar claramente el cambio de actitud en ti. —Es que hoy el día estuvo un poco pesado en la universidad y tengo un poco de dolor de cabeza, es todo, mi amor. —responde dando un beso escueto en sus labios. —Bien, vamos a almorzar que muero de hambre. —Iré a la habitación a dejar mi bolsa y bajo. Entran a la mansión, Rebecca sube las escaleras hasta su habitación con el corazón aún acelerado por aquel encuentro con Ricardo. Las palabras que él había pronunciado resuenan en su mente, y una sensación de repulsión la invade. A pesar de que ella le había dejado claro que no estaba enamorada de él, Ricardo había intentado propasarse otra vez, y esa falta de respeto la había hecho sentir vulnerable y asqueada. Estando dentro del dormitorio, se asegura