La mañana siguiente, todos están reunidos en la mesa para desayunar, todos excepto Rebecca.—Mercedes por favor, vaya a la habitación de mi esposa y dígale que la estamos esperando. —Sí, señor. —Vaya como que tuvieron una noche bastante buena —comenta Ignacio. Emilio le lanza una mirada fulminante.—¿Emilio, ahora que te casaste con Rebe, voy a tener muchos hermanitos? —pregunta ingenuamente la pequeña Sofía. Antes de que Emilio pueda contestar, Ignacio se anticipa.—No seas tonta, Sofía. No son tus hermanos, serán tus sobrinos —dice en un tono pasivo agresivo.—No le hables de esa manera —interviene Yolanda. —Por eso es que esta nueva generación sólo lloran y se ven afectado por cualquier cosa —inquiere el hombre.— Si le hubiese tocado un padre o una madre como la mía, se habrían muerto ya.—Exactamente, Ignacio. Estamos en otra época. —insiste Yolanda. Emilio quien ya comienza a enojarse, aprieta con fuerza sus puños y mirando al padre de su esposa, le ordena guardar si
—Suéltame ¿Qué haces? —Le pregunto con enojo.Enmudezco cuando siento sus labios besando mi cuello, mis hombros y mi espalda, mientras frota su pelvis contra mis glúteos. Siento como su polla se endurece, trato de controlar mi cuerpo, mis emociones, pero joder no lo consigo, al contrario rápidamente voy cediendo ante sus caricias. Echo mi mano hacia atrás, tropiezo con su cadera, me hago espacio con mi mano, la coloco justo sobre su longitud cubierta por la tela de seda de su pijama, está tan rígida y palpitante que deseo sentir su suculenta carne nuevamente dentro de mi vagina.—¡Detente! —digo en un hilo de voz que no convencería ni al más inocente niño. —Deseas esto tan o más que yo. —dice fustigando con su miembro mis glúteos. —Engreído —bisbiseo. Él deja de besar mi espalda, se agacha y levanta mi camisón, besa la parte baja de mi columna, baja mis bragas y con sus dientes muerde suavemente mis glúteos. Aquella sensación me estremece por dentro y por fuera enloquecién
—Aún no he terminado, ahora es cuando esto comienza. —responde Emilio saliendo de su hendidura.Separa sus piernas y contempla sus labios hinchados y húmedos que resplandecen con los fluidos que emanan de su hendidura y se deslizan por la parte interna de sus muslos.Ella lo mira fijamente, su abdomen y pecho suben y bajan en un mismo compás. Emilio retira los mechones de cabello de su rostro, se inclina hacia adelante y comienza a descender con su lengua desde el centro de sus pechos, pasando por su abdomen hasta llegar a su vientre. Rebecca coloca sus manos en sus hombros y lo obliga a continuar bajando. Emilio separa con sus dedos sus labios gruesos dejando ver sus pétalos carnosos y con su lengua húmeda dibuja la ruta irregular hasta su hendidura, mete su lengua con firmeza dentro de su cavidad ardiente. Los gritos de placer de la pelicastaña son incontenibles, ella mueve sus caderas con desesperación. Emilio agita su fálica y puntiaguda lengua con rapidez hasta lograr que v
Después de un buen baño juntos, Emilio le recuerda a Rebecca que debe alimentarse bien:—Traje el desayuno para que comas, mucho más cuando has hecho un gasto calórico extremo. —Sí, está bien lo comeré todo. —Bien, iré a mi dormitorio para cambiarme y descansar un poco. ¿Te parece si luego de comer damos un paseo por la playa? —Claro, me encantaría y a Sofi también. ¿Podemos llevarla? —Sí, por supuesto. —se inclina y besa sus labios.— Nos vemos al rato ¿Vale?—¡Vale!Emilio sale de la habitación y se dirige hasta su dormitorio. Mientras tanto, Rebecca devora en cuestión de segundos la bandeja de alimentos. Realmente estaba hambrienta, sólo se había negado a aceptar la comida por el enojo que le generaba la idea de que Emilio hubiese estado con su ex. Tocan a su puerta, ella contesta desde adentro. La puerta se abre.—¡Papá! —exclama emocionada.—Joder que ya te has vuelto pretenciosa y apenas llevas unas cuantas horas de haberte casado. —No digas, eso. Ven siéntate c
Emilio sube al coche, voltea a ver a Sofía:—¿Listas para conocer las playas de Alicante?—Sí, cuñado, sí. —contesta emocionada.—¿Y usted, Yolanda? —pregunta de forma capciosa.—Claro, Emilio. Ya hace tanto tiempo que no voy a una playa que ya he olvidado hasta como bañarme —bromea y todos ríen. La respuesta de Yolanda le permite comprobar a Emilio que la tensión que existe entre ella y Enzo, no es sólo producto de su imaginación volátil. Sin embargo, conociendo el estilo de vida de su hermano, quizás Yolanda haya sido una más de sus aventuras; a pesar de tener tal vez unos cuarenta años, era una mujer hermosa y se conservaba muy bien. El sol del mediodía brilla en el cielo azul de Alicante, Emilio conduce concentrándose en la carretera. Rebecca en tanto, disfruta del paisaje y del aroma a salitre que se filtra por las ventanas del coche. El murmullo suave de las olas y el aroma fresco y revitalizante del mar, envuelven a la pelicastaña en sus recuerdos felices de infancia.
El sol pronto comienza a ocultarse, ya han transcurrido un par de horas, desde que llegaron a ese hermoso lugar.Mientras, Yolanda se ocupa de secar y cambiar a Sofía, Rebecca y Emilio aprovechan para disfrutar de un instante a solas. —¿Estás seguro que nadie nos ve? —pregunta ella girando su rostro hacia él. —¡Absolutamente! —susurra a su oído y luego besa su cuello.Emilio coloca sus manos en el abdomen de Rebecca, desabrocha el pantalón de la chica y con la ayuda de ella, logran bajarlo a la altura de sus muslos. Emilio comienza a buscar su intimidad, deslizando una de sus manos entre sus muslos, Rebecca sin dejar de mirar hacia el coche donde están su hermana y su madrina, abre ligeramente sus piernas para facilitar la llegada de su mano. Con astucia, Emilio logra hacer a un lado el borde de la diminuta pantie y así, acariciar de manera directa sus labios verticales, provocando excitación e intenso placer, sintiendo como se tensan sus muslos y su vagina comienza a desbor
—¿Por qué los has dejado solos? —Emilio me preguntan sin entender las razones.—Pues porque quiero estar contigo unos minutos, pero también porque el capitán parece estar interesado en mi madrina. —Le contesto con picardía. —Pues ustedes las mujeres son más astutas que nosotros los hombres, yo pensé que el capitán sólo estaba siendo amable, no coqueteando con ella.—Lo que ocurre es que ustedes no se dan cuenta de algunos detalles que nosotras sí. Lo llaman sexto sentido. —Si tú lo dices.Emilio me rodea por la cintura, puedo sentir la brisa fría que proviene del mar y disfrutar entre sus brazos de la hermosa puesta de sol. —Hace un momento, me diste las gracias por brindarle momentos de alegría a Sofía, —acuna mi rostro entre sus manos tibias— pero ahora soy yo quien debe darte la gracias porque desde que llegaste a mi vida, me siento diferente. Rebecca me gusta estar a tu lado y el de Sofía. Es como si la vida me diera una segunda oportunidad ha vuestro lado. —No tienes q
—Al fin llegas —La puerta se cierra y Enzo entra a la habitación— Siéntate —le ofrece el sofá, mientras sirve dos copas de vino.—Tuve que aguardar a que el padre de Rebecca se distrajera. Ese tipo me tiene hasta los cojones con sus gilipolleces. Si no necesitara tenerlo a nuestro favor, ya le habría dado su merecido.—Pues no podemos darnos el lujo de desecharlo, mucho menos si queremos lograr lo que hemos planeado. —Le entrega la copa, y se sienta en el sofá de un solo puesto cruzando sus muslos ligeramente cubiertos por la bata de seda azul índigo que viste esa noche.—¿Y bien, que haremos al respecto? —pregunta con hostilidad— Tu amado Emilio se ha ido de paseo con Rebecca y la mocosa. —espeta, toma un trago de su copa y continúa hablando:— Ayer vi a Emilio saliendo de su habitación, y por lo visto se la han pasado muy bien, están mejor de lo que pensé. ¡Eso no nos conviene, joder! —dice golpeando con fuerza la mesa de centro. —Vamos que nos ha salido de lo más astuta, la muj