Un par de años atrás, las investigaciones del fiscal Jones y las pruebas que tenía bajo su poder le aseguraban a Broun ir a prisión. Si no hubiera sido por el favor que el ministro le debía, de seguro habría terminado en la cárcel; ante tantos problemas, él decidió encomendar a su hija predilecta bajo el cuidado de uno de sus más grandes aliados y de su único hijo, él había sido el más grande amigo de Naomi desde que estaban en la preparatoria. Un par de años después, el padre de Luca falleció y él tomó parte en el cuidado de Naomi.
Su trabajo como médico era simplemente una fachada para esconder su verdadero trabajo, la madre de Luca había fallecido en el mismo instante del parto, no pudo ni siquiera ver a su hijo ni saber que eran demasiado parecidos. El
Thoma abrió la puerta del horno, el aroma de la torta era mucho más notable al estar cerca de ella, la dulzura de sus componentes y lo dorado de sus bordes le hacía ver mucho más apetitosa. Dentro de sí, el joven estaba pensando en tomar una rebanada para darle un mordisco; a pesar de esto, los gritos de Federic lo hicieron dejar a un lado sus deseos de saborear aquella preparación y se dirigió a la entrada.—¿Qué sucede? ¿Qué haces Adele? — cuestionó intentando librar la oreja de Federic del agarre de Adele. Cabe destacar que su oreja estaba completamente enrojecida.—Nada— respondió elevando sus manos. El mayor observó a la rubia esperando a que ella diera algún tipo de detalle más específico para justificar su comportamiento. —Yo, eh, ¡Federic ayudó a Naomi a escapar! — soltó de repente seña
Thoma se atragantó con su propia saliva, no esperaba en lo absoluto que el señor Levine se atreviera a decir algo así de manera tan repentina; comenzó a jugar con sus manos mientras observaba a otro lugar de la habitación. El abuelo, con una sonrisa ladina que no había sido percibida por el más joven, volvió a abrir la boca para apresurar la respuesta que esperaba.—¿Cuándo planeas formalizar tu relación con mi nieta? — sus ojos marrones y llenos de larga vida se negaban a apartar su mirada del joven. —¿Tienes miedo de que ella te rechace? — cuestionó por segunda vez.Los ojos de Thoma se abrieron un poco más de lo normal y girando su rostro en dirección del anciano, sacudió su cabeza de un lado a otro. Eso era lo que menos le
Thoma y Johann se habían detenido poco antes de llegar frente a la habitación. Sus miradas se apreciaban nerviosas y curiosas, sabían que deberían respetar; sin embargo, además de querer escuchar lo que fuera que las muchachas hablaban, ellos esperaban estar en primera fila para ver la reacción de Adele al ver a su abuelo. Era un momento que ambos habían esperado con paciencia y que se había visto pospuesto a causa del juicio.—¿Deberíamos tocar? — indagó Thoma en un susurro, no podían permitirse ser escuchados, porque, de ser así, terminarían con un ojo más oscuro que el otro.—No, no. Pésima idea— renegó su compañero, el cual apoyaba el lateral de su cabeza para poder escuchar mejor lo que decían dentro d
«Hace mucho, mucho tiempo, en la ciudad de un país desconocido. Había un niño que jamás había sonreído.Sus papás lo observaban con preocupación y sus hermanas se sentían muy tristes, intentaban de todas las maneras posibles hacer reír al más chico de la familia; sin embargo, todos sus intentos fueron en vano.Lila, su hermana mayor se pintaba la cara de maneras muy graciosas; Tere, bailaba dando vueltas, pero nada de esto ayudaba al niño.—Es gracioso— decía el chiquillo.—¿No quieres reír? — preguntó Tere.—Yo no sé cómo reír— señaló con un poco de sonrojo en sus mejillas.—¡Te enseñaremos! — manifestaron sus hermanas en un tono alegre. Ambas querían que su hermano de una vez por todas sonriera.Por mucho tiempo soñaron con ver el rostro de su hermano menor una señal de alegría, antes pensaban que era un niño gruñón y que pasaba todo el tiempo enojado, luego, se enteraron de que no podía hacerlo.—Hermanito— susurró Tere frunciendo el ceño. —Pareces una piraña— confesó luego de que
—¡Feliz cumpleaños Adele! — Exclamaron los señores Jones con una radiante sonrisa al poder presenciar el cumpleaños número quince de su hija. La felicidad en los ojos de la joven Adele era incomparable, había soñado por tanto tiempo llegar a tener la edad en la que sus padres se conocieron. —¿Qué haremos hoy? — preguntó Jade acariciando la suave melena de su hija, su cabellera parecía ser hecha con hilos de oro, justo como su abuelo materno. —Será una sorpresa, no podemos revelarle nada, y querida, eres terrible guardando secretos— se burló el mayor con demasiada ternura. El trabajo de los señores Jones era un poco arriesgado. La señora había abandonado su trabajo para dedicarse a esa pequeña bendición que llegó como un milagro a sus vidas, más Henry, se dedicaba con mayor pasión a ser fiscal. Eso le había genera
—Ven, vamos a tomar chocolate caliente— susurró mientras lo calmaba. Pasaron treinta minutos y continuaba lloviendo, más que lluvia parecía ser un diluvio el que caía, pero aquel niño estaba tranquilo mientras observaba los dibujos en los libros. Un golpe de inspiración sacudió a la mayor y comenzó con una nueva historia, era de un joven que había perdido sus recuerdos y trataba de encontrar a la chica que lo salvó en medio de un accidente, debía pulir la idea. Tiempo después el timbre sonó, al escucharlo la chica corrió para ver si era la madre del niño. Al abrir la puerta vio a un hombre algo alto, de cabello rubio, era un rubio natural no desteñido, estaba completamente mojado y se apoyaba en sus rodillas para recuperar el aliento. Al elevar la mirada, el interior de aquel hombre se estremeció al poder observar de cerca a aquella chica que tanto había esperado volver a ver.
—Que no me digas nada… ¿Tendré que preguntarle a tu padre?— Preguntó Adele ladeando su cabeza.—¡No! ¡No lo hagas! Me colgará de los piecitos— suplicó con una sonrisa nerviosa.—Está bien, espera— hizo una leve pausa —¡¿Te colgará de los pies?! ¿Tu padre hace eso?— preguntó molesta y sorprendida, Joel al ver la reacción de Adele negó numerosas veces sacudiendo su cabecita de un lado a otro.—No, no lo hace. Es solo una expresión que vi en las caricaturas— explicó.—Bueno, tiene suerte tu padre de tener un hijo muy inteligente, o sería él quien terminara así—
—¿Por qué pensaste que nos secuestrarían? ¡Estás loco! Solo nos divertimos un poco— respondió la menor en un intento ineficaz de contener su risa.Joel, el cual estaba abrazado a la pierna de Adele, asomó su cabecita mientras su mirada viajaba a cada uno de sus mayores, Adele con suavidad acariciaba el cabello del niño.—Soy papá, es normal exagerar— se justificó Thoma viendo directo a los ojos de Adele.—No con esa magnitud, pero… ¡Me has dado una idea para el padre de Austin!— dijo la menor bastante emocionada. Esa era una de las más notorias características de Adele, en cualquier conversación o acontecimiento sacaba por lo menos una idea para sus historias, no era